¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, llevar el asunto ante los injustos y no delante de los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?
1 Corintios 6:1-3
El apóstol no utiliza la palabra estúpido aquí, pero su implicación es que esta misma gente es muy tonta por hacer lo que están haciendo. Obviamente estaban entablando pleitos, llevándolos frente a los tribunales romanos, y teniendo todas sus riñas en público y resueltas por un tribunal secular. Esto, dice el apóstol, es estúpido, y tiene dos razones para insinuarlo.
Primero, insinúa que esto es un acto de audaz atrevimiento: “¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, llevar el asunto ante los injustos y no delante de los santos?”. Su clara insinuación es que éste es un acto audaz; es un acto intolerable; es atrevido, una cosa osada que hacer. Pablo insinúa ―claro está, por la palabra que utiliza― que tal persona que hace eso es insensible; ha llegado al punto donde no le importa lo que nadie piense o sienta, y está actuando pese a las heridas que puedan causarse a otros. Pablo entonces sugiere, en las dos preguntas que hace, que cualquier persona que haga tal cosa es realmente una persona ignorante: “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? ¿No sabéis que hemos de juzgar ángeles?”.
Estas preguntas que hace implican un cierto grado de conocimiento de lo que los corintios debieran de haber tenido. “¿No sabéis”, dice, “que los santos han de juzgar al mundo?”. Ciertamente se está refiriendo a esos pasajes, tanto en los evangelios como en las epístolas, donde se nos dice claramente que cuando vuelva el Señor los santos van a compartir el trono de juicio con Él. No se nos dice si a todos se nos asignará un pequeño trono en el que sentarnos y tener un cierto número de personas que vendrán a nosotros, o si nos dividiremos en orden alfabético. Sin embargo, deberemos entrar en la mente y corazón de Dios al examinar los motivos y corazones, los pensamientos y los deseos y las ansias más íntimas de los hombres. En el capítulo 4, acuérdate, Pablo dijo que nos hemos de juzgar frente al Señor, quien examinará los motivos, las cosas escondidas del corazón. Pero estamos aprendiendo cómo hacer eso, y ése es el punto que Pablo está haciendo aquí. No está intentando menospreciar los sistemas de justicia que se practicaban en aquel entonces o en ningún momento de la historia, pues Pablo admiraba y honraba la ley romana ―él mismo había recurrido a ella para su defensa a veces―, sino que está diciendo que la ley humana por su misma naturaleza tiene que tratar con cosas triviales, superficiales, con acciones, y no con ansias y motivaciones profundas ocultas.
Entonces el apóstol va incluso más allá y dice: “¿No sabéis que hemos de juzgar ángeles?”. ¡Piensa en eso! No sabemos mucho sobre los ángeles. Son seres de un orden más elevado de lo que somos nosotros. Son distintos en su misma naturaleza de lo que somos nosotros, y sin embargo, la asombrosa declaración de las Escrituras es que Dios está preparando a gente que va a ser tan capaces de ahondar en las motivaciones y en los deseos y ansias ocultas de todos los seres, que algún día se sentarán con Él en juicio de ángeles caídos. Puedes ver el argumento de Pablo entonces: “¿No es un tanto ridículo que vosotros que vais a tener que tratar con asuntos tan difíciles y ocultos y sutiles como el juicio del mundo y de los ángeles, y no podéis siquiera resolver estas riñas entre vosotros mismos?”. Es casi como tener un gran matemático que trabaja con esas grandes computadoras, que llame a un niño de noveno grado y le pida ayuda para que haga balance en su libro de cheques. Es ridículo, ¿no crees?.
Padre, enséñame a entender más plenamente la gran extensión de las Escrituras, que se extienden incluso más allá de esta vida, donde ahora estoy aprendiendo cosas y principios que estaré practicando en la vida venidera.
Aplicación a la vida
¿Estamos maximizando lo trivial y lo momentáneo, mientras trivializamos los acontecimientos esenciales y eternos de nuestras vidas? ¿Estamos viendo la provisión y el entrenamiento de Dios como preparación para algo más grande más allá de este tiempo?