Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer.
1 Corintios 1:10
Pablo siempre expresa gran preocupación sobre la posibilidad de una división en la iglesia. En un pasaje similar en su carta a los filipenses dice: “Por tanto, si hay algún consuelo en Cristo, si algún estímulo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:1-2). Al escribir a la iglesia en Éfeso, exhorta a los ancianos ahí a que vayan “procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3).
La unidad de la iglesia es un asunto muy importante. Pablo lo pone como primer asunto en la lista de problemas con las que tiene que tratar aquí en Corinto. Muchos de los otros problemas estaban surgiendo de esta división dentro de la congregación. Aquí en el versículo 10, nos enseña brevemente la base de unidad y la naturaleza de la unidad en la iglesia. La base, por supuesto, es el nombre de nuestro Señor Jesucristo. “Os ruego”, dice, “por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Su relación con Cristo era el factor de unión de la iglesia. No hay ningún otro nombre lo bastante grande, lo bastante bueno, lo bastante glorioso, y lo bastante poderoso para juntar a todo el mundo, a pesar de la diversidad del punto de vista y las diferencias de trasfondo o la posición en la vida, que el nombre de Jesús. Es por eso que el apóstol apela a Él. Reconoce que compartimos una vida en común si hemos venido a Cristo; somos hermanos y hermanas porque tenemos Su vida en nosotros. Él es la base, siempre, de unidad. Y mucho más que eso, tenemos una responsabilidad de obedecerle, de seguir Su señorío. Por lo tanto, la única base sobre la cual puedes conseguir que los cristianos estén de acuerdo es al ponerlos frente a la persona del Señor Jesucristo.
Describe la naturaleza de la unidad de esta forma: “que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer”. Eso no significa que todo el mundo tenga que pensar de la misma forma. Con todas las diferencias entre nosotros, es imposible conseguir que todos piensen igual. La iglesia no es llamada a tener a todo el mundo pensando exactamente igual. Pero, sin embargo, el apóstol dice que han de ser de una misma mente. ¿Cómo puede ser eso? La carta a los filipenses nos ayuda aquí. Pablo dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). A continuación nos describe la mente de Cristo, que es la disposición a renunciar a derechos y privilegios personales y ceder y tomar un sitio menor. Entonces viene el gran pasaje cristológico donde describe cómo es Cristo: “Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).
Ésa es la mente de la cual Pablo está hablando. Cuando todo el mundo decide poner las cosas de Cristo primero y está dispuesto a sufrir pérdida para que el honor y la gloria de Cristo puedan ser avanzadas, eso es lo que trae armonía a una congregación. Ése es siempre el factor de unión en una iglesia, y ésa es la mente que deberíamos tener, la mente que no se considera a sí misma la cosa más importante.
Gracias, Padre, por Tu Palabra. Deja que haga su gran obra de reducir y eliminar de mi vida las cosas en las cuales tomo orgullo y que me separan de otros. Ayúdame a juzgar estos en la luz de la cruz y a caminar delante de Ti en unidad con mis hermanos y hermanas en Cristo.
Aplicación a la vida
¿Estamos confundiendo la igualdad con la auténtica unidad en Cristo? ¿Necesitamos reevaluar nuestra responsabilidad personal de construir muros de separación y desunión, eligiendo en cambio ser hacedores de paz?