Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
1 Corintios 1:9
Éste es el versículo clave de 1ª de Corintios. El resto de la carta se centra alrededor de ello. Es una declaración de que Dios les había llamado a una relación muy importante, y ésta era la razón de todos los problemas en la iglesia. No habían entendido las implicaciones de su llamado y la relación que personalmente tenían con Jesús mismo. En cambio, comenzando con el siguiente versículo, el apóstol tiene que tratar con divisiones, escándalos, demandas legales, inmoralidad, embriaguez y disputas. Está muy claro que, a pesar de la plenitud de provisión que habían recibido, estaban experimentando un gran fracaso en la iglesia. Todos tenían esta habilidad de hacer todas estas poderosas cosas en el Espíritu, pero no estaba ocurriendo mucho en la ciudad. Todas estas feas actitudes y acciones que estaban ocurriendo todos los días en la ciudad estaban comenzando a infiltrarse en la iglesia, y en vez de la iglesia cambiar la ciudad, la ciudad estaba cambiando a la iglesia.
Esto me recuerda de la muy vívida descripción de los cristianos contemporáneos que hace Peter Marshall. Dice: “Los cristianos son como los buceadores de grandes profundidades del mar, vestidos en sus trajes diseñados para ser usados en muchas brazas de profundidad, ¡marchando valientemente a quitar los tapones de sus bañeras!”. Lo que estaba mal era la falta de entendimiento que tenían los corintios de lo que significaba el tener a Jesucristo viviendo entre ellos. La mayor lucha de la mayoría de las iglesias es justamente en este punto. Han perdido el sentido de que Jesús está entre ellos, que tienen una relación individual con el Señor de gloria mismo. Ya no viven sus vidas en la conciencia y la emoción de que son compañeros con Cristo en todo lo que hacen. Cuando eso comienza a desvanecerse de la conciencia cristiana, todos estos problemas que estaban experimentando los corintios comienzan a amontonarse. Esta carta está escrita para llamarles a un regreso a una conciencia de lo que significa el tener comunión con Cristo.
La comunión con Cristo es la obra del Espíritu Santo. Es Su tarea el tomar las cosas de Cristo y hacérnoslas conocidas, el hacer la persona de Jesús real en nuestra experiencia diaria. Es de esto de lo que está hablando Pablo aquí: Cristo hecho real en el corazón, habilitándole a satisfacer la sed del alma; Cristo proveyendo el poder que se necesita para hacer y para cumplir las demandas de tanto la ley como el amor de Dios. La comunión con Cristo no sólo es la única dirección en lo que hay que hacer, sino es dinámica; es cómo poder hacerlo.
A menudo las iglesias caen en el hábito de intentar obedecer al Señor sin ninguna conciencia de la gran provisión que Él ha hecho. No sólo nos da dirección, sino los recursos así mismo. No es sólo un entendimiento de la vida, sino una seguridad, para que podamos llevarlo a cabo. No es sólo un programa que presenta a la iglesia, sino el poder para cumplirlo. Esto es lo que les había faltado a estos corintios. Eso es lo que nos falta a nosotros. Cuando uno de nosotros nos olvidamos de esto, nos desviamos a un síndrome de reconocer al Señor los domingos, y de lunes a sábado vivimos nuestras vidas sin ningún reconocimiento de Su presencia en nosotros. Ya no es Señor de toda nuestra vida, sino sólo de parte de ella. Si no es Señor a través de nuestra vida todo el día, entonces es Señor sólo de los márgenes, sólo de los fines de semana. A lo que es llamada la iglesia es a un entendimiento de la presencia de Cristo en el corazón humano, para suplirle un sentido de aventura que abre puertas en maneras inusuales e inesperadas y que presta aventura y color a la vida.
Señor, que mi corazón esté siempre dispuesto a volver a una comunión con el Señor Jesús y a depender plenamente en el morar de Tu Espíritu.
Aplicación a la vida
¿Cuál es el aspecto primario de nuestro llamamiento como los de Cristo? ¿Estamos dando prominencia a nada menos que nuestra comunión privilegiada y necesitada con Él?