Casi todo el mundo lee el libro de Daniel con un sentimiento de admiración y anticipación, porque este libro normalmente se considera un libro profético que nos anuncia el futuro, y esto es cierto. El libro de Daniel, juntamente con el de Apocalipsis, expone de manera maravillosa los acontecimientos futuros tal y como Dios los ha ordenado en el programa de la historia. Este libro no se ha cumplido aún ni mucho menos, ni tampoco el de Apocalipsis. Estos dos libros, uno de ellos del Antiguo y otro del Nuevo Testamento, se complementan el uno con el otro de modo extraordinario en lo que se refiere a su simetría y su armonía. El libro de Apocalipsis explica el libro de Daniel, que establece la base del libro de Apocalipsis. Si desea usted conocer qué plan tiene Dios para el futuro, es esencial que entienda usted este libro de Daniel.
Pero el conocimiento acerca del futuro puede ser algo muy peligroso. Imagínese usted lo que sucedería si alguno o todos nosotros poseyésemos la habilidad para saber lo que iba a suceder durante los próximos días. Piense en la gran ventaja que nos concedería eso en la bolsa, a la hora de comprar un seguro, y en otros asuntos prácticos de la vida. Dios no nos expone el futuro de manera general, al menos no de un modo detallado, y por supuesto que no nos dice lo que va a pasarle a una persona concreta en el futuro. Pero lo que sí nos muestra en las escrituras proféticas es la tendencia general de los acontecimientos y a dónde irá a parar todo esto. Cualquier persona que investigue este aspecto cuidadosa y detenidamente, además de examinar lo que dicen las Escrituras, descubrirá cosas que son importantes y que le serán de ayuda acerca de lo que está pasando hoy en nuestro mundo. Todo lo que está sucediendo pasa conforme a los propósitos que tiene Dios para la tierra. Todo lo que acontece terminará exactamente tal y como Dios nos lo había anticipado. Podemos entender lo que está sucediendo en nuestros días si sabemos en qué consiste el programa profético. Dios ha tomado dos medidas de precaución en lo que se refiere a desvelar el futuro. Para empezar, ha envuelto estos pasajes proféticos en un lenguaje simbólico y nos los ha transmitido en forma figurada. Por eso es por lo que aparecen cosas extrañas en estos libros proféticos, extrañas bestias que tienen varias cabezas y cuernos que salen de ellas, así como toda clase de imágenes y de visiones indescriptibles. Lo mismo sucede con el libro de Apocalipsis, en el que aparecen extrañas bestias con una combinación de extraordinarias características.
Estas cosas siempre han dejado a la gente perpleja. No es posible sentarse a leer el libro de Daniel y el de Apocalipsis, leerlos enteros y entenderlos como si estuviésemos leyendo una novela. Es preciso estudiarlos, tomando toda la Biblia para interpretar los símbolos que aparecen en los libros de Daniel y de Apocalipsis. Esta es una de las curiosas cerraduras que Dios ha provisto a fin de evitar que las mentes curiosas se adentren en estos libros sin tener un conocimiento adecuado del trasfondo de las Escrituras. No es posible entender lo que sucede en estos libros sin saber antes mucho acerca del resto de la Biblia. Estas cosas simbólicas son señales que han sido establecidas por Dios, y señales que nos han sido dadas para que entendamos los hechos que de lo contrario permanecerían ocultos. El plan de Dios con respecto al futuro está oculto a nuestros ojos hasta que dedicamos el tiempo necesario a entender estas señales, y estos libros están llenos de señales.
Una segunda precaución que ha tomado Dios con respecto al libro de Daniel, y aun de manera más especial con el de Apocalipsis, es que no nos introduce a la sección profética de entrada, sino que primero hace que tengamos que leer seis capítulos a fin de que podamos entender el carácter moral que requiere que tenga el lector antes de que comience a tener sentido el plan profético. En otras palabras, no es posible entender la última sección de Daniel a menos que se haya vivido y entendido lo que implican los seis primeros capítulos. No hay manera humana de entender lo que significa el programa profético a menos que antes tengamos muy claro lo que quieren decir las lecciones morales de la primera parte del libro. Aquí no es posible hacer trampa. No se puede leer de cabo a rabo y a continuación pasar al plan profético con la esperanza de entenderlo, porque se encontrará usted con que no le encuentra ningún sentido. Es preciso examinar muy detenidamente estos capítulos iniciales, pensar en ellos y comenzar a actuar conforme a lo que dicen, experimentándolo, antes de que el programa profético cobre vida. En eso consiste la gloria del libro de Dios. No se puede entender solo de manera intelectual.
Puede usted sentarse con un resumen profético de los libros de Daniel y de Apocalipsis, trazar esquemas y pasar tiempo explicando a la gente todo lo que significan estas cosas y de qué modo el programa de Dios va a funcionar, analizándolo hasta el más mínimo detalle, pero a menos que haya incorporado usted estas lecciones de la primera parte del libro a su propia vida, no encontrará en ellos nada que pueda enriquecer su vida.
El mismo Señor Jesús deja esto claro en el discurso que pronunció en el monte de los Olivos, cuando sus discípulos le pidieron que nombrase las señales que habrían de venir y cuál sería el símbolo de Su regreso a la tierra. Jesús dijo: "Por tanto, cuando veáis en el Lugar santo la abominación desoladora de la que habló el profeta Daniel... entonces los que estén en Judea, huyan a los montes" (Mateo 24:15-16). "Salid de la ciudad de Jerusalén, porque allí sucederán cosas que afectarán enormemente a las personas que vivan en esa región. Entonces habrá llegado el momento de huir de la ciudad, porque la gran tribulación estará sobre vosotros."
Cuando dijo: "cuando veáis en el Lugar santo la abominación desoladora", añadió en un paréntesis estas palabras: "el que lee, entienda". Es decir, no leáis superficialmente el libro de Daniel; meditad detenidamente en lo que dice. Examinad a fondo su mensaje. Es preciso que entendamos de qué está hablando, a fin de que podamos reconocer la abominación desoladora cuando aparezca. Por eso es por lo que el Señor continúa diciendo que el mundo, con su enfoque superficial de la verdad, no entenderá lo que está pasando cuando se diga "paz, paz, paz", porque no habrá paz, sino que la destrucción repentina caerá sobre ellos y serán arrasados como fueron arrasadas las gentes en los días de Noé cuando vino el diluvio.
Todo esto es una advertencia para que nos tomemos muy en serio lo que dice el libro de Daniel y para que nos esforcemos en entender la estructura de este libro al ahondar en él. Este libro se divide sencillamente en dos partes, como ya he sugerido. Los primeros seis capítulos son una historia acerca del mismo Daniel y sus amigos en la tierra de Babilonia, que eran hombres fieles en un mundo hostil.
Permítame decirle que no hay ninguna sección de las Escrituras que sea de más ayuda a una persona que esté intentando vivir la vida cristiana en un ambiente difícil, que estos primeros seis capítulos de Daniel. Si está usted trabajando en una compañía, rodeado de una multitud impía que cada dos por tres toma el nombre de Dios en vano, que se ríe de las cosas de Dios, mostrando poco interés en lo que Dios le está diciendo a la humanidad, entonces le sugiero que lea detenidamente el libro de Daniel.
Los seis primeros capítulos han sido escritos para ti si eres un adolescente que estudias y estás constantemente rodeado por aquellos que parecen no tener el menor interés en saber cómo es Dios o en las cosas de Dios. Daniel y sus amigos eran ellos mismos adolescentes al principio de ser llevados cautivos por Nabucodonosor y de ser trasladados a la tierra de Babilonia. Al comenzar su carrera de fe, lo hicieron con una falta total de entendimiento de lo que era la vida y con todas las inseguridades de los adolescentes en un ambiente hostil. En los primeros seis capítulos el libro relata las presiones que tuvieron que soportar al defender su fe en medio de un ambiente realmente muy difícil.
En el capítulo 1, los jóvenes se enfrentan con la necesidad de cambiar su dieta alimenticia. Normalmente no habría nada de significativo en ese hecho. Muchos de nosotros podríamos soportarlo, posiblemente con frecuencia, pero a estos jóvenes ya les ha dicho Dios lo que no deben comer, y precisamente aquellas cosas que les ha dicho que no deben comer son las que se les exige que coman como prisioneros en el palacio del rey de Babilonia.
¿Qué tenían que hacer al respecto? El rey era el tirano más poderoso que jamás haya vivido en la tierra. La Biblia misma deja constancia de que no hubo ningún rey antes de Nabucodonosor ni habría ningún otro rey después de él que pudiese igualarle en autoridad. No había límite alguno a sus deseos porque su palabra era ley. Podía quitarle la vida a un hombre en cualquier momento. Más adelante, durante su reinado, les quitó la vida a los hijos del rey de Judá mientras su padre contemplaba cómo lo hacían y a continuación hizo que le sacaran los ojos al padre. Otro hombre fue quemado en un fuego lento. Este rey era experto en torturas. Por lo tanto, estos jóvenes adolescentes, que se enfrentan a esta prueba, sabían que o bien se sometían a las exigencias del rey o se exponían a perder la vida.
¿Qué podían hacer? Sintieron toda la presión y escucharon todos los argumentos que ya conocían y que actualmente puede oír cualquiera para que dejen de portarse conforme a su fe. No hay duda de que oyen el argumento, bajo la forma que adoptase en aquellos días. "Cuando estés en Roma haz como hacen los romanos". "Todo el mundo lo está haciendo; ¿qué más da lo que comas? ¿Qué pasa si os tomáis un bocadillo de jamón con los babilonios? ¿Qué diferencia hay?". Después de todo, se encontraban prisioneros en un país lejano a su hogar, y su ciudad había sido destruida. ¿Quién se iba a enterar, a quién le iba a importar lo que hiciesen?
Sienten la presión, pero estos jóvenes se mantienen firmes, y Dios los honra por ello. Dios les concede la gracia de soportar a pesar de la presión ejercida sobre ellos y, como resultado, son exaltados y colocados en posiciones de autoridad y de responsabilidad en el reino. Hallamos en todo el libro la historia de la presión que se repite.
En el capítulo 2, hallamos parte del motivo por qué estos jóvenes se tuvieron que someter a esta clase de prueba. Se ve más claramente aquí, en la historia de la gran visión en un sueño acerca del rey Nabucodonosor. Una noche el rey sueña acerca de una gran imagen de un hombre que tiene un extraño cuerpo. Tenía la cabeza de oro, los hombros de plata, la parte central del cuerpo de bronce, las piernas de hierro y los pies de una mezcla de barro y de hierro, pero se olvida de lo que ha soñado. Llama a los hombres sabios y les pide que les interprete el sueño, pero también que le digan lo que ha soñado. Los astrólogos, los adivinos y los hechiceros de Babilonia son incapaces de encontrar la solución. Evidentemente, si el rey no puede decirles lo que ha soñado, ellos no pueden inventarse una interpretación, por lo que las vidas de estos hombres corren peligro.
Daniel se encuentra en medio de aquella situación, y una vez más el hombre de Dios se ve presionado y amenazado de muerte si no se adapta a ella.
Pero una vez más el hombre de Dios sale airoso, como le sucede siempre que está dispuesto a ser fiel y a obedecer a Dios a pesar de las presiones, porque Dios prevalece en los asuntos de los hombres, y la vida no la deciden nunca las meras presiones superficiales. El resultado que parece lógicamente inevitable al enfrentarnos a una situación no es necesariamente el resultado que se producirá si confiamos en un Dios invisible que gobierna los asuntos de los hombres, y esa es la gran lección de todo este libro. Lo encontramos maravillosamente expresado por Daniel en su oración a Dios en el capítulo 2:
"Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades, quita reyes y pone reyes; da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido, conoce lo que está en tinieblas y con él mora la luz". (Daniel 2:20-22)
Si está usted en contacto con un Dios así, no tiene usted que preocuparse por lo que esté haciendo la multitud, porque ese Dios puede ocuparse de usted y puede resolver su situación por muy imposible que parezca. Esa es exactamente la historia de Daniel, repetida cinco veces diferentes en los primeros seis capítulos.
Y Dios le concede a Daniel y a sus amigos el privilegio de obligar al hombre más poderoso de la tierra a reconocer el gobierno supremo de Dios. ¿Sabe usted que esta es la postura que debiera adoptar todo cristiano en la actualidad? El mundo vive con la idea de que no existe Dios, o que si existe no tiene ningún poder real porque no hace nada, no cambia la historia, no afecta a las vidas humanas. No participa en las situaciones para hacer una diferencia en ellas. Es un gran anciano que está allá en el cielo, en alguna parte, que no afecta a nada de lo que pasa aquí abajo. Esa es la filosofía del mundo.
Pero cada creyente se encuentra en una situación en la que si anda de manera fiel, si obedece a lo que Dios ha mandado a pesar de las presiones ejercidas sobre él, se le concede el privilegio de abrirle los ojos a los hombres sobre el hecho de que Dios existe, no está muerto, está participando en los asuntos de los hombres y tiene un poder con el que hay que contar.
En el capítulo 3 encontrará usted el relato del horno de fuego. A los jóvenes se les manda que se inclinen ante la imagen que Nabucodonosor ha erigido, pensando con orgullo en la imagen que vio en el sueño que tuvo. Debido a que le fue dicho que él representaba a la cabeza de oro, que era el rey más importante del mundo, su orgullo hizo que se encumbrase, haciendo que se construyese una imagen en la planicie. Era una imagen inmensa, tan alta como algunos de nuestros cohetes que disparamos hacia el cielo, y toda la multitud está reunida en la planicie, con estos tres hombres entre ellos.
Se les ordena a todos que se inclinen y adoren a la imagen. A fin de animarles, se construyó un gran horno de fuego al otro lado de la planicie, y se les dice que si no se inclinan, allí es donde acabarán. Esa es una enorme presión para que la tengan que soportar estos jóvenes, y además tienen algunos estímulos más. ¡Hay una banda, y qué banda! Aquí se mencionan los instrumentos, que son una corneta, una flauta, una cítara, una lira, un arpa, la zampoña y todo instrumento de música, y todo el mundo se inclinaba y adoraba a la imagen, a excepción de estos tres jóvenes.
Cuando son conducidos ante la presencia de Nabucodonosor, él les ordena que se inclinen. Y entonces es cuando pronuncian estas maravillosas palabras: "No es necesario que te respondamos sobre este asunto" (Daniel 3:16). No están siendo impertinentes; lo que quieren decir es que no necesitan ningún tiempo para pensarse la respuesta: "No necesitamos consejo, sabemos lo que decir".
"Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no... ". (Daniel 3:17-18a)
Estas son palabras de fe: "y si no". "Nuestro Dios puede, pero no conocemos la mente de Dios. Sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos y sus caminos son diferentes a los nuestros. Puede que no lo haga, pero incluso aunque no lo haga":
"... has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado". (Daniel 3:17-18)
Estos son jóvenes que han aprendido que hay cosas más importantes que hacer en la vida. Es mejor estar muerto y ser obediente a Dios que estar vivo y ser desobediente a Él. Es mucho más provechoso a una persona interesada caminar con Dios al precio de su propia vida que ser desobediente a lo que Dios ha dicho. Dios nunca le deberá nada a ningún hombre; por lo tanto, Él les concede un gran honor a estos jóvenes. Como resultado, salen del horno sin ni siquiera oler a humo. Ya conocen la historia. ¡Qué relato tan extraordinario!
Y en el capítulo 4 tenemos la conversión de Nabucodonosor. ¿Sabía usted que todo el capítulo es el testimonio del rey más importante que jamás haya vivido y el más grande tirano que jamás haya gobernado? Es la historia de cómo Dios quebrantó el orgullo que tenía en su corazón, le humilló y le dejó guiarse por su orgullo, y el resultado fue el mismo que siempre se produce cuando las personas se dejan llevar por su orgullo: la locura. Salió al campo y se puso a comer la hierba de los campos durante siete años. Su trono fue conservado, pero él se portó como un animal. Esto es lo que siempre le sucede al hombre que prefiere caminar sin tener comunión con el Dios vivo. Se convierte en una especie de animal, como una bestia, con la mente embrutecida; y el rey Nabucodonosor se volvió una especie de animal.
A continuación el rey cuenta de qué modo le fue restablecida la razón por la gracia de Dios, y su palabra final en este capítulo es un gran testimonio de fe, de cómo Dios le humilló y le hizo volver:
"Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia". (Daniel 4:37)
¿Quién hizo que llegase a esto? Humanamente hablando, fueron Daniel y sus amigos, cuatro jóvenes que fueron usados por Dios para ganarse el corazón del rey más importante del imperio más grandioso que jamás ha visto el mundo hasta hoy.
Veamos ahora lo que dice el capítulo 5. Aquí tenemos la historia de la escritura sobre la pared, la conocida historia del rey Belsasar. Observe cuidadosamente el lujo, el libertinaje y la codicia de este reino, un reino que se estaba degenerando y deteriorando; pero en medio de esa situación Daniel, que había vivido en tres imperios, sigue siendo el primer ministro. Dios le usa para interpretar la extraña figura de la mano que aparece y escribe en la pared, que no es otra cosa que el juicio de Dios sobre aquel reino licencioso. Esto expone claramente la tesis de este libro, que Dios está obrando e interviniendo en los asuntos de los hombres, y cualquier hombre que quiera ver más allá de las cosas que se ven a las que no se ven, y actúe conforme a ello, se encontrará con que Dios está con él, apoyándole y fortaleciéndole durante todo el camino, haciendo que le alabe y le de gloria.
El capítulo 6 trata acerca del foso de los leones y es la misma historia contada de otra manera. Darío echa a Daniel al foso de los leones, pero Dios envía a Su ángel a cerrar las bocas de los leones, y a Daniel le sacan de allí, habiendo sido librado por la mano de Dios.
En el capítulo 7 comienza la sección profética, comenzando con la visión de las cuatro bestias. Resulta interesante que estas cuatro bestias cubran el mismo período de tiempo que las cuatro divisiones de la imagen que había contemplado Nabucodonosor en el capítulo 2. Esa imagen tenía una cabeza de oro, que simbolizaba el reino babilonia; los hombros de plata, que simbolizaba el medo-persa; el tronco de bronce simboliza el imperio griego y las dos piernas de hierro representan las dos divisiones del imperio romano; y terminan por fin con un reino deshecho, caracterizado por los pies de una mezcla de hierro y barro. Este gran pasaje profético nos ofrece un compendio de los días de Daniel y va incluso más allá de nuestros tiempos al fin de los tiempos y al regreso de Jesucristo. Porque mientras el profeta lo contempla, ve una piedra cortada sin una mano golpear a la imagen en los pies, destruyéndola, y se convierte en una gran montaña que llena la tierra. Esto es claramente una imagen del imperio de Dios y del regreso de Jesucristo.
En el capítulo 7 tenemos las cuatro bestias que representan a los mismos reinos, pero desde el punto de vista de Dios. No son otra cosa que bestias que gruñen, luchan y pelean unas con otras. Creo que el Dr. Scofield hace notar que todos los símbolos de las naciones modernas son representaciones de pájaros o de bestias de presa. Nuestra propia nación está simbolizada por el águila, que es un pájaro de presa. El imperio británico es un león, Rusia es un oso. El profeta ve a estas naciones luchando juntas culminando con el poderoso reino de un solo individuo sobre todo el mundo occidental.
A continuación tenemos, en el capítulo 8, el movimiento de la historia occidental. Se reúnen el carnero y el macho cabrío, y esta es una imagen, como se nos dice más adelante en el capítulo 11, de la conquista de Alejandro Magno y el surgimiento del reino de los seléucidas en Siria, en oposición al de los tolomeos en Egipto. Estas dos familias ocuparon el centro de la historia siglos después de esto, luchando entre Siria y Egipto, con la pequeña nación de Israel entre medias. La batalla continúa interminablemente, y en la actualidad Israel sigue siendo la nación en la que más guerras ha habido en la historia. Han tenido lugar más batallas en la tierra de Israel que en ninguna otra parte sobre la faz de la tierra, y es precisamente en esa misma región donde habrá de suceder la última gran batalla, la batalla de Armagedón, que aún ha de tener lugar.
En medio de todo esto, en el capítulo 9, encontramos la maravillosa oración de Daniel, que expresa sinceramente ante Dios lo que siente en su corazón, en la última sección del capítulo, que es una de las más asombrosas profecías en toda la Biblia: la profecía de las setenta semanas. Esta es la guía de las profecías en lo que se refiere a la nación de Israel. Nos ofrece el principio de lo que se llama "el gran paréntesis": Dios ha interrumpido su programa por amor a Israel y ha colocado entre la primera y la segunda venida del Señor Jesús la época en la que actualmente vivimos.
Este período indeterminado, que ya ha durado más de mil novecientos años, se produce entre la semana sesenta y nueve de años y la setenta de la profecía. La semana setenta, una semana de siete años, todavía está por cumplirse con respecto a Israel. Al leer sobre ello, verá usted que eso es lo que llama el libro de Apocalipsis y otros pasajes proféticos "la gran tribulación", el tiempo de la aflicción de Jacob. Y esto aún no ha sucedido; ha sido interrumpido al llegar a la semana sesenta y nueve, y está todavía por cumplirse.
El capítulo 10 presenta las cosas invisibles que se ocultan tras las cosas que se ven. Esta es otra gran revelación del gobierno soberano de Dios en los asuntos de los hombres y es la explicación de los acontecimientos de la historia. ¿Qué es lo que causa todo lo que sucede actualmente? Hay fuerzas invisibles que están operando, y estas fuerzas son claramente reveladas a Daniel aquí.
El capítulo 11 es uno de los capítulos más asombrosos de la Biblia por el hecho de contar profecía que, en gran parte, se ha cumplido ya con todo detalle. En él se anuncia la lucha entre el rey de Siria y el de Egipto, que tuvo lugar después de los tiempos de Daniel. Esto se ha cumplido, tanto desde el punto profético como el histórico. Estos acontecimientos históricos se describen con todo detalle y abarcan trescientos o cuatrocientos años de historia. Puede usted ver que las profecías se han expuesto exactamente conforme al patrón que sigue en la historia. Entre otras personas muy destacadas, aparece Cleopatra en este capítulo, hablando sobre ella de manera profética.
Cuando llegue usted al capítulo 11, versículo 36, verá que se produce una interrupción notable. La introduce el versículo anterior, en el que el ángel le dice a Daniel:
"También algunos de los sabios caerán para ser depurados, limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado; porque aun para esto hay plazo". (Daniel 11:35)
Aquí comienza un pasaje que trata acerca de la semana septuagésima de Daniel, que todavía está por cumplirse, el tiempo del fin, los últimos días, el arreglo definitivo de los reinos de la tierra justo antes del regreso de Jesucristo. Este asombroso pasaje predice una invasión de Palestina y una contrainvasión de Egipto en el sur, y a continuación la reunión de dos grandes ejércitos en la tierra de Israel y finalmente la destrucción de estos ejércitos en las montañas de Israel. Esto también se describe claramente en los capítulos 38 y 39 de Ezequiel y en el segundo capítulo de Joel, y hallará usted además otras referencias proféticas sobre ello.
El principio del capítulo 12 nos presenta el más importante acontecimiento de la historia que todavía no se ha cumplido: la segunda venida de Jesucristo. Aquí no se menciona como tal, pero esto es lo que oye Daniel:
"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo [Israel]. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro". (Daniel 12:1)
A esto sigue una resurrección:
"Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua". (Daniel 12:2)
Y el juicio final de Dios:
"Los entendidos resplandecerán con el resplandor del firmamento; y los que enseñan justicia a la multitud, como las estrellas, por toda la eternidad". (Daniel 12:3)
A continuación se le da a Daniel una señal de cuándo habrá de suceder esto:
"Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará". (Daniel 12:4)
Muchos eruditos bíblicos entienden que esto es una indicación de que al acercarnos a los tiempos del fin, los transportes y el conocimiento aumentarán rápidamente, de la misma manera que ha sucedido en nuestro propio tiempo.
Hay una cosa más que es importante en relación con este último capítulo. Daniel hace ciertas preguntas al ángel que le ha revelado esto, y entonces se le da a entender dos grandes principios que operan en la vida humana. Usted y yo oímos con frecuencia a personas que discuten sobre lo que está sucediendo en el mundo con comentaristas de los periódicos y otras personas que están constantemente presentándonos informes de cosas terribles. La gente dice con frecuencia: "¿Qué está pasando? ¿Está el mundo yendo de mal en peor o va cada vez mejor?".
Por un lado, oirá usted a personas describir cosas de tal modo que usted tenderá a decir: "La verdad es que el mundo va de mal en peor". Entonces alguien contesta: "No, no es así. Tenga usted en cuenta esto y lo otro. Estoy convencido de que el mundo está mejorando. Estamos progresando". Pero el libro de Daniel deja perfectamente claro que nunca entenderemos la palabra y la obra de Dios hasta que no creamos en estos dos principios. Porque en el versículo diez del capítulo 12 se le dice a Daniel:
"Muchos serán limpios, emblanquecidos y purificados [lo bueno mejorará]; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá [pero el mal empeorará]; pero los entendidos comprenderán". (Daniel 12:10)
Jesús dijo que la buena semilla había sido sembrada, pero el enemigo había venido y había sembrado cizaña entre el trigo. "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro", dice, "hasta la siega" (Mateo 13:30a). Creo que esto es ciertamente verdad en la historia. En la actualidad el mal es peor de lo que jamás lo ha sido. Es más sutil, más demoniaco, más satánico, más difícil de detectar de lo que jamás ha sido en la historia humana, pero el bien es además mejor de lo que ha sido antes, el bien es más poderoso. Su efecto sobre la sociedad humana en relación con el mal que la rodea es superior a lo que jamás ha sido.
Estos dos principios están actuando en la sociedad humana, pero ninguno de los dos vencerá al otro. El bien no va a ser tan triunfante que el mal acabe por desaparecer, como se creyó al comienzo de este siglo. Ni tampoco va a ser el mal tan poderoso que acabe por desaparecer el bien. Ambos terminarán enfrentándose en un gran conflicto, y en toda la Biblia ha quedado constancia de que en un momento concreto de la historia Dios volverá a intervenir en los asuntos humanos. Acerca de esta confrontación definitiva de la sociedad humana se le dice a Daniel:
"Bienaventurado el que espere, y llegue hasta mil trescientos treinta y cinco días. En cuanto a ti, tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días". (Daniel 12:12-13)
Aquí tenemos palabras proféticas de Helmut Thielicke, catedrático y director de la Universidad de Hamburgo en Alemania.
Puede que nosotros los hombres hagamos lo que queramos. Puede que venga Nabucodonosor (y Genghis Khan y Mao Tse-tung), pero ninguno de ellos puede dar al traste con los planes de Dios, sino más bien cumplirlos, incluso en contra de la voluntad de estos hombres. Aunque lo que escuchamos en la actualidad son tonos menores y melancólicos, lo que se sigue interpretando aún es la sinfonía de Dios, y se interpretará hasta el final. Es posible que los tonos individuales crean saberlo todo, puede que quieran imponerse y hacer las cosas a su manera, pero todos ellos han sido compuestos para formar parte de una partitura en la que solo Dios manda y en la que todo se escucha desde el punto de vista celestial, y que tiene su sucesión en los tonos de Dios que concluyen con este acorde final. Los ricos del mundo se encuentran en el proceso de ir, pero el reino de Dios está en proceso de venir. No crea usted para nada que sea posible que haya nadie que se pueda librar de servirle, aunque renuncie diez veces a Dios. Incluso en la extrema perversión de la autoridad, como en la tiranía de un estado totalitario, los hombres se ven obligados, a pesar de ellos mismos, a conservar el remanente del orden establecido por Dios, y nunca conseguirán, de manera consistente, endemoniar o arruinar su mundo. Dios dice: "Yo que tengo el poder de todo el mundo y el espacio, ¿no seré capaz de cercar tu vida insignificante, de escuchar a tus preguntas, tus quejidos, y desenredar las enredadas madejas de vuestras amenazas?".
Oración
Padre nuestro, gracias por este recordatorio del libro de Daniel, en el que dejas muy claro que Tú eres el Dios vivo, que obras e intervienes en los asuntos de los hombres, que no tenemos por qué temer aunque el terror reine sobre la tierra y los hombres se oculten por temor a lo que suceda. Tú lo controlas todo, y el que ande contigo vencerá. El que te obedece y es fiel a Ti, no solo en los grandes y gloriosos momentos de la victoria, sino en las horas de tranquilidad cuando nadie le ve, vencerá por fin de manera triunfante como lo hizo Daniel, firme en su posición en los últimos días. Te damos gracias por esta promesa. Ayúdanos a andar en la fortaleza de esta promesa. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.