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La guerra espiritual

Las fuerzas a las que nos enfrentamos

Autor: Ray C. Stedman


Este pasaje nos introduce al tema que es tan a menudo tratado como indigno de cualquier consideración inteligente, que siento que es necesario que recordemos, al principio de esta serie, que las Escrituras completas nos han sido dadas para habilitarnos a enfrentar la vida de una forma realista y práctica. Por decirlo de otra forma, Dios no está interesado en la religión, sino que está tremendamente interesado en la vida. No puedes leer el Nuevo Testamento sin darte cuenta que al Señor Jesús no le importaban lo más mínimo las regulaciones del sábado de Su día cuando estaban establecidas en contra de la necesidad de sanación de un hombre roto. En eso, reveló el corazón de Dios, ya que ciertamente Dios no está tan interesado en vidrieras policromadas, en música de órganos, en himnos congregacionales, o incluso en las oraciones pastorales, tanto como en producir hogares llenos de amor, corazones generosos, y hombres y mujeres valientes que pueden vivir justo en medio del mundo y mantener sus cabezas y sus corazones incorruptos.

Estoy profundamente convencido que solo podemos entender la vida cuando la vemos como la ve la Biblia. Es por eso que fue dada la Palabra de Dios. En el mundo de la sociedad humana organizada, con su comercio, sus gremios, su recreación y toda la composición de la vida, estamos continuamente expuestos a ilusiones que están indistintamente mezcladas con la realidad. Estamos frente a perspectivas distorsionadas, motivos perversos, esperanzas inciertas y programas que no han sido probados. Pero cuando venimos a la Biblia aprendemos la verdad. Aquí se nos presenta la realidad, el mundo como realmente es. Cuando tratamos con la esencia básica de la vida, y desmantelamos todas las ilusiones confusas, encontramos que es exactamente lo que la Biblia sostiene que es. Aquí es donde nuestras perspectivas son enderezadas, es aquí donde nuestro sistema de valores es corregido, y nuestros sueños se pesan y evalúan para ver si son reales o solo fantasías.

Quizás no nos guste lo que leemos aquí de vez en cuando ―es muy probable que no nos guste―, pues tanto peor para nosotros. Sólo conseguiremos engañarnos a nosotros mismos si lo rechazamos. Es nuestra decisión el escuchar las palabras de Jesús y sus apóstoles, ya que ellos son la autoridad que nos corrige a nosotros, nosotros no somos la autoridad que les corrige a ellos. Abandonemos este tonto asunto de enjuiciar el conocimiento del Señor Jesucristo. Nosotros los cristianos debemos continuamente reducir cada argumento que oímos hoy a esta simple consideración: “¿He de aceptar la palabra de esta persona, o la palabra de Cristo? Si esto está de acuerdo con lo que Él dice, bien, es la verdad. Pero si no está de acuerdo, entonces debo decidir si la autoridad que lo desafía es mayor o menor que Jesucristo”. Como cristianos estamos continuamente enfrentados con muchas decisiones de si debemos aceptar la autoridad débil, endeble e incierta de un simple hombre, o la cierta, sólida y clara palabra del Señor Jesucristo.

En este pasaje el apóstol Pablo está presentando su análisis de la vida, especialmente de cómo esta se relaciona con los cristianos. Este pasaje es tan importante que propongo que pasemos varios domingos juntos considerándolo. Pero hoy me gustaría examinarlo desde un punto de vista general e introductorio y ver lo que nos enseña sobre la naturaleza de la vida en general, y después examinar más de cerca el carácter específico que dice que la vida cristiana asume. Leamos los versículos 10-13:

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:10-13)

Está muy claro en este pasaje que el punto de vista de Pablo sobre la característica básica de la vida puede ser puesto en una sola palabra: lucha. La vida, dice, es un conflicto, un combate, una continua batalla. Esto, por supuesto, está confirmado constantemente por nuestra experiencia. Todos quisiéramos pensar de la vida como un ideal romántico, ya que la mayoría de nosotros quisiéramos pensar que vivimos en un mundo ideal, donde todo sale bien y podemos pasar nuestros días en relajación y disfrute, con el trabajo justo para mantenernos interesados. Esta visión está encarnada en algunas de las canciones que cantamos:

Construiremos un dulce nidito,
En algún sitio en el Oeste,
Y dejaremos que el resto del mundo pase de largo”.

O, como ha sido modernizado:

“Construiremos un bonito alambique,
En algún sitio en la colina,
Y dejaremos que el resto del mundo esté a secas.”

Ahora bien, no está mal que soñemos estos sueños. Estos ideales románticos son un tipo de memoria racial, los vestigios de lo que una vez fue la intención de Dios para la vida humana, y, en el buen tiempo y orden de Dios, será de nuevo posible para todos los humanos. Pero el apóstol Pablo no está tratando con ese tipo de vida. Está lidiando con la vida como realmente es ahora, y dice que la vida es una lucha, un conflicto, un combate en contra de fuerzas contrarias. Si intentamos quedarnos a un lado, escaparnos de la lucha, nos encontramos continuamente siendo arrojados de nuevo a la realidad. Algún hecho desagradable se entromete en nuestro bello mundo y se niega a irse.

Todos sabemos esto. Debemos regresar al trabajo, nuestras vacaciónes han llegado a su fin, o la muerte de algún ser querido nos invade con todo su horrible vacío y soledad, o nos acordamos de aluna decisión apremiante que debemos tomar, alguna amenaza a nuestra prosperidad o salud, alguna decepción con otra persona. Se nos saca constantemente de nuestros sueños de comodidad y disfrute, y se nos enfrenta con las severas, duras realidades de la vida.

El apóstol también dice que esta es una lucha fluctuante. Debemos aprender a ponernos en pie, dice, “en el día malo”, con lo cual insinúa que no todos los días son malos. Vendrán tiempos que sean peores que otros. Hay épocas en el curso de la vida en que las presiones son más intensas, cuando los problemas son más insolubles, cuando todo parece echársenos encima a la vez. Estos son los que reconocemos como días malos. A veces de hecho es un día, a veces es una semana, a veces meses. Pero gracias a Dios que no toda la vida es así. No siempre estamos bajo presión; no siempre estamos siendo confrontados con circunstancias abrumadoras que nos fuerzan a tomar decisiones angustiosas.

La razón por la que no lo estamos es a causa de la gracia de Dios. Toda la vida sería un día malo, y mucho peor, si no fuera por la gracia de Dios que continuamente opera al impedir los poderes que están en contra de nosotros y permitir tiempos de refresco, recreación, disfrute y bendición. La cosa verdaderamente trágica de la vida humana es que podemos tomar estos tiempos de refresco, bendición y gloria y disfrutarlos sin un solo pensamiento sobre la bondad de Dios que subyace en ellos y los hace posible para nosotros, sin una sola palabra de agradecimiento o de acción de gracias a Dios que estos deberían causar. Esta es la nota con la cual Pablo abre la epístola a los romanos. Pero, aquí, Pablo dice que estos días, aunque no son siempre iguales en presión, sin embargo, constituyen el tejido de la vida. La vida es una lucha sin fin, variando en intensidad de tiempo a tiempo, pero extendiendose desde la cuna a la tumba. Y continúa ahora analizando y definiendo para nosotros la naturaleza de esta lucha.

Venimos ahora a aquello que es lo más importante. Ya que dice que el conflicto no es en contra de la carne y la sangre, o sea, no es un problema humano, no es una lucha de hombre contra hombre. Puede que sea una lucha dentro del hombre, pero no es entre hombres. Nos asegura que no es en contra de carne y sangre. Lo pone negativamente primero. Me pregunto qué responderíamos si se nos preguntara: “¿Cuál es la cosa que te produce más dificultad en la vida; en qué consiste la lucha de la vida?”. Muchos sentirían que es ir en contra de carne y sangre. Son otros seres humanos quienes nos molestan: Están, por supuesto, los comunistas. Siempre están causando dificultad. Nunca pueden dejar nada en paz en este mundo. Siempre están produciendo algún tipo de problemas en algún sitio. Y luego están los republicanos o, si somos del otro lado, los demócratas. Nunca dejan nada en paz tampoco. Siempre están causando dificultades. En su cabeza dura terca y su obstinación están continuamente negándose a ver la luz. Hay aquellos que se oponen a nosotros en algunas de las nuevas luchas políticas de nuestros días.

Y no nos olvidemos del departamento de impuestos. Ciertamente son demonios, como nunca los hubo. ¡Y el departamento de impuestos del condado! Y no te olvides de tu mujer, ¡y su familia! O tu marido y su familia. Es porque somos escoceses, o irlandeses o italianos. Nuestra familia siempre ha sido de esta forma; siempre hemos tenido mal genio. Así sigue el problema.

Al examinar la vida a nuestra manera superficial estamos tentados a decir que nuestro problema son otras personas, que luchamos en contra de carne y sangre. Pero el apóstol dice que no puedes explicar la vida adecuadamente a ese nivel. Debes mirar más allá; debes mirar más profundamente que eso. El problema no es en contra de carne y sangre. Más bien, hay puestos contra la humanidad entera principados y potestades, los gobernadores de las tinieblas, espíritus malvados en las altas esferas. He ahí tu problema, Pablo dice. Esos son los enemigos a los que nos enfrentamos. Y no solo son los cristianos quienes son atacados por estos, sino todos los hombres, en todas partes. Toda la raza humana es atacada por los principados y poderes, los gobernadores de las tinieblas. He ahí la explicación positiva de Pablo de la lucha de la vida.

Me apresuro a decir que esta declaración sólo será enteramente creída y entendida por los cristianos. El mundo ha distorsionado esto al punto de la ridiculez, o lo rechaza como inaceptable para la mente inteligente. Esta tarde es Halloween, y Halloween representa la distorsión de esta gran doctrina que el apóstol ha propuesto. La superstición siempre ha tomado esta gran revelación y la ha distorsionado, la ha torcido, la ha reducido a un panteón ridículo de duendes, brujas, fantasmas y demonios. Naturalmente ese tipo de cosa es rechazada por cualquiera que sea inteligente, porque saben que estas cosas no existen.

Aunque Halloween representa esa idea distorsionada, no estoy hablando de la forma en la que lo es hoy. Se ha convertido en nada más que una fiesta para niños, un tiempo de disfrute para los niños. A todos los niños les gusta que se les asuste, y no hay nada malo en eso. No estoy diciendo que Halloween sea malo tal y como lo conocemos; estoy diciendo que en los días en que la gente se tomaba esto seriamente (y en algunos sitios todavía lo hacen) representaba la visión distorsionada de la doctrina que el apóstol ha revelado. Por haber sufrido esta distorsión, es normalmente rechazada por aquellos que intentan pensar sobre la vida de forma seria. La dificultad es que no sólo se rechaza la distorsión, sino también la verdad detrás de ella. Estoy bien al tanto de ese desdén, incluso desprecio, con el cual el concepto del diablo y su séquito, su reino de tinieblas, sus principados, poderes y espíritus malvados en las altas esferas, se recibe en muchos círculos. Hay aquellos que dicen: “¿Vas a insultar nuestra inteligencia al hablar sobre un diablo personal? Ciertamente no vas a volver a esos conceptos medievales y sacar a relucir al diablo, y decirnos que él es la raíz de todos nuestros problemas”.

Recientemente pasé una tarde en Berlín discutiendo con cuatro o cinco hombres de iglesia todo este problema. Eran hombres que conocían la Biblia profundamente. Aunque ni una sola vez abrimos una Biblia, pasamos toda la tarde juntos discutiendo varios pasajes de la Biblia. Nunca me referí a un solo pasaje sin que estaban al tanto de él y podían citarlo casi palabra por palabra. Sin embargo, rechazaban la idea del demonio. Dijeron que no había ningún demonio personal. No podían creer esto. Al final de la tarde admitieron que, en su rechazo del demonio, también tenían que responder a los enigmas que la vida les está continuamente presentando. Tuvimos que dejarlo ahí.

Me acuerdo de la historia que Billy Graham cuenta cuando oye esta idea de que no hay ningún demonio. Es la historia de un boxeador que estaba ocupado en un combate de boxeo y estaba perdiendo miserablemente. Maltrecho y amoratado, se apoyó sobre las cuerdas y le dijo a su entrenador: “¡Por favor, tira la toalla! ¡Este tipo me está matando!”. El entrenador dijo: “Oh no, no te está matando. Ni siquiera te está pegando. ¡Ni siquiera te ha tocado con sus guantes!”. Y el boxeador le dijo: “Bueno, entonces, me gustaría que vigilaras al árbitro. ¡Alguien me está pegando de seguro!”.

La pregunta que debemos de hacer cuando somos desafiados con esta idea de que no hay ningún demonio es: “¿Cómo explicas lo que está ocurriendo en el mundo? ¿Cómo explicas lo que está pasando? ¿Cómo explicas la maldad arraigada en los asuntos humanos?”.

¿No está claro que no podemos entender la vida a menos que comencemos aquí? No podemos entender la historia si rechazamos esta proposición que el apóstol presenta: que detrás de los problemas del mundo, detrás de la maldad que se manifiesta en la humanidad, hay una jerarquía de espíritus malvados: el demonio y sus ángeles. Hay un reino organizado de principados y de poderes en varios niveles de autoridad que están ejerciendo como gobernantes de las tinieblas, espíritus malvados en las altas esferas. El mundo le dice al cristiano: “¿Por qué hablar sobre esta cosa? ¿Por qué no hablas sobre algo pertinente? ¿Por qué vosotros los cristianos no os ocupáis en hacer algo que sea significativo hoy?”. ¡Hablan sobre ser pertinentes! ¿Qué podría ser más pertinente que esta enseñanza que apunta al problema básico? ¿De qué sirve apresurarnos a sanar las fiebres pero nunca pararnos a analizar la enfermedad?

Eso es lo que está ocurriendo en nuestros días. Hay una seria enfermedad obrando en la raza humana, y está constantemente produciendo pequeñas fiebres. Pero si nos contentamos, como doctores, con correr de sitio a sitio dando aspirina para la fiebre, sin preguntar ni una vez cuál es la enfermedad y cuál es la cura y el remedio, estamos perdiendo el tiempo. ¡Hablando de relevancia! Esto es lo relevante: escuchar este análisis de lo que está mal en el mundo, cuál es la enfermedad y cuál es la cura. Eso es lo que este pasaje está presentando frente a nosotros tan vívida y exactamente.

El hecho es que esta enfermedad está creciendo tan desesperadamente que incluso los mundanos, aquellos que no son cristianos, están reconociendo la incompetencia de su diagnóstico. Escucha a Carl Jung, el gran psicólogo y psiquiatra suizo. Dice:

Estamos perplejos y estupefactos frente al fenómeno del marxismo y el bolchevismo porque no sabemos nada sobre el hombre o, en todo caso, sólo tenemos una imagen torcida y distorsionada sobre él. Si tuviéramos conocimiento propio, ese no sería el caso. Nos enfrentamos cara a cara con la terrible cuestión del mal y ni siquiera sabemos lo que tenemos delante, mucho menos lo que debiéramos utilizar en su contra. Y aunque lo supiéramos, todavía no podríamos entender cómo pudo ocurrir aquí.

¡Qué revelación tan tremendamente honesta de la ignorancia del hombre frente a la vida como realmente es! Escucha este gemido desconcertado de uno de los destacados hombres de estado de su día, U Thant, antiguo secretario general de las Naciones Unidas:

¿Qué elemento está faltando para que con todo nuestro talento y conocimiento todavía nos encontremos en el oscuro valle de la discordia y la enemistad? ¿Qué es lo que nos inhibe de avanzar juntos a disfrutar de los frutos del esfuerzo humano y segar la cosecha de la experiencia humana? ¿Por qué es que para todos nuestros ideales proclamados, nuestras esperanzas y nuestros talentos, la paz en la tierra todavía es un objetivo distante visto solo borrosamente a través de las tormentas y las confusiones de nuestras dificultades presentes?

He aquí los líderes más importantes del mundo enfrentándose al dilema de la vida moderna, y todo lo que pueden decir es: “¿Qué ocurre? ¿Cuál es este elemento desconocido detrás de esto? No podemos entenderlo; no sabemos lo que está ocurriendo; no podemos captar estas cosas. ¿Qué es lo que falta?”. ¡Hablando de una Escritura pertinente! Esta Escritura es la cosa más pertinente que conozco hoy. Durante dos mil años ha estado escrito aquí. El apóstol Pablo ha dado la respuesta a ese gemido perplejo y desconcertado pidiendo luz desde el corazón de un hombre de estado moderno. El mundo, dice Pablo, está en la sujeción de lo que llama: “los gobernadores de las tinieblas”. ¡Qué frase tan increíble es esa! La examinaremos más de cerca en los siguientes mensajes. Estos gobernantes de las tinieblas están liderados por el demonio, que las Escrituras dicen que es un ángel caído de poder malévolo y astuta inteligencia contra quien los cristianos son llamados a luchar diariamente. Pues bien, esta no es la declaración de un pasaje aislado de la Biblia. Esa es la enseñanza de la Biblia desde el principio al final, desde Génesis a Apocalipsis, y especialmente en Génesis y Apocalipsis.

El Señor Jesús mismo apuntó a todo el problema cuando dijo a ciertos hombres de su tiempo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44). Es el análisis más increíble: el Señor despojó al diablo de sus disfraces y reveló su verdadero carácter, un mentiroso y un homicida. Lo que el diablo hace lo hace a causa de quien es, tal y como lo que nosotros hacemos es a causa de lo que somos. Porque es un mentiroso y un homicida, la obra del diablo es engañar y destruir. Ahí tienes la explicación de todo lo que ha estado ocurriendo en la historia humana a través de todo el curso de la crónica del hombre.

El diablo se ha adueñado del oído de la humanidad. Las Escrituras le llaman: “el dios de este mundo” (2 Corintios 4:4). El mundo escucha todo lo que él dice. Pero el diablo no le dice al mundo la verdad, sino una mentira, una mentira muy inteligente, muy bella, muy atractiva, que hace que el mundo babee con deseo. ¡Pero al final de esta mentira está la destrucción, el asesinato, la muerte!, la muerte en todas sus formas, no sólo la frustración, el sin sentido y el vacío. A quien el diablo no puede engañar, trata de destruir, y a quien no puede destruir, intenta engañar. He ahí la obra del diablo.

Vamos a ver mucho más sobre esto y es importante que lo hagamos, ya que esta es la lucha de la vida. Esta es la explicación de ella, y la única explicación adecuada para lo que está ocurriendo en nuestros días que jamás ha sido ofrecida. Lo inteligente es entenderlo y, habiendo entendido, lidiar con ello y así poder caminar en victoria, como dice Pablo, para poder resistir en el día malo.

“Bueno”, dices, “todo eso es muy deprimente. Preferiría no pensar en ello”. Yo tampoco, pero he descubierto que no puedes escaparte de esa forma. Sólo hay una forma de manejar esta lucha, y es: “fortaleceos en el Señor, y en su fuerza poderosa” (Efesios 6:10). Ese es el camino de escape. No hay ningún otro. Esta es una llamada al combate inteligente. Es una llamada para que seamos hombres, para luchar la buena lucha, para permanecer firmes en la fe, para ser fuertes en el Señor justo en medio de la batalla, en medio del mundo. Puedes oír la llamada de la trompeta en esto, ¿no es cierto? Hemos de tomarnos esto en serio y aprender de qué se trata la vida. Debemos aprender a reconocer cómo funcionan estos sistemas de las tinieblas, y cómo aparecen en la vida y a dónde van.

Más que todo eso, debemos aprender el proceso de derrotarlos, no por carne y sangre, no al unirnos a comités o haciendo acopio de algún tipo de lucha física en contra de estas fuerzas. Pablo dice que las armas de nuestra contienda no son carnales, no son físicas, no son del cuerpo. Nuestras armas son poderosas, por medio de Dios, hasta el derribamiento de las fortalezas, l llevando en cautividad cada pensamiento ―he ahí el campo: es el ámbito del pensamiento; es el ámbito de las ideas― trayendo en cautividad cada pensamiento a la obediencia de Cristo. ¡Eso es victoria!

¿Piensas que eso no es un desafío? ¡Ese es el desafío más importante que cualquier oído puede jamás oír! ¿Piensas que eso no es exigente? ¡Eso demanda más valentía y hombría que cualquier otra causa que jamás ha sido conocida en el mundo! ¿Piensas que eso no es excitante? Ese es el llamamiento más excitante que jamás ha sido proclamado al hombre en cualquier sitio: “¡fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa!”.

Oración:

Misericordioso Padre nuestro, ¡gracias por la verdad que nos destroza, que nos sobresalta, que nos despierta, que nos empuja, que nos turba! Gracias, Señor, por una palabra de realidad que nos habla en medio de nuestra autosuficiencia y apatía, y nos incita a ver la vida como realmente es. Cuán fácilmente iríamos a la deriva en debilidad inútil, nunca levantando un dedo en contra de la degeneración de la vida y la destrucción del cuerpo y el alma, si no fuera por esta palabra de desafío que nos llama de vuelta, nos despierta y nos hace ver. Señor, enséñanos a inclinarnos en humildad frente a esta palabra y a decirle al Espíritu Santo: “Oh, gran Maestro de Dios, abre estas Escrituras, enséñanoslas, hazlas reales”, en el nombre de Cristo. Amén.