Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.
Juan 13:34-35
La señal suprema de la vida de Jesucristo en el interior del cristiano es, por supuesto, el amor. Amor que acepta a los demás tal como son. Amor de corazón tierno y perdonador. Amor que busca sanar los malentendidos, las divisiones y las relaciones rotas. Este amor nunca se manifiesta con rivalidades, codicia, exhibiciones ostentosas, indiferencia o prejuicio. Es lo más opuesto a los insultos, la murmuración, la testarudez y la división. Aquí descubrimos la fuerza unificadora que capacita a la iglesia para llevar a cabo su propósito en el mundo: el amor cristiano. ¿Cómo reflejamos la santidad de Dios? ¡Con nuestro amor! ¿Cómo revelamos la gloria de Dios? ¡Con nuestro amor! ¿Cómo testificamos la realidad de Jesucristo? ¡Con nuestro amor!
El Nuevo Testamento tiene muy poco que decir sobre la implicación de los cristianos en la política, o la defensa de los valores familiares
, o sobre fomentar la paz y la justicia, o de oponerse a la pornografía, o de defender los derechos de este o aquel grupo oprimido.
No estoy diciendo que los cristianos no deberían preocuparse por estos problemas.
Obviamente usted no puede tener un corazón lleno de amor por los seres humanos y no preocuparse por estas cosas.
Pero el Nuevo Testamento dice relativamente poco acerca de estas cosas, porque Dios sabe que el único camino para resolver estos problemas y sanar las relaciones rotas es introducir una dinámica totalmente nueva en la vida humana: la dinámica de la vida de Jesucristo.
La vida de Jesucristo es lo que los hombres y las mujeres necesitan de verdad. La eliminación de la oscuridad comienza con la introducción de la luz. La eliminación del odio comienza con la introducción del amor. La eliminación de la enfermedad y la corrupción comienza con la introducción de la vida. Debemos comenzar con la introducción de Cristo, pues ésa es la vocación a la que hemos sido llamados.
El evangelio germinó en un clima social muy parecido al nuestro: un tiempo de injusticia, división racial, agitación social, crimen descontrolado, inmoralidad desatada, incertidumbre económica y miedo extendido. La iglesia cristiana primitiva se debatía por sobrevivir bajo una persecución tan implacable y asesina que escapa a nuestra imaginación. Pero, la iglesia primitiva no veía que su llamamiento consistiera en luchar contra la injusticia y la opresión, o exigir sus derechos. La iglesia primitiva creía que su misión era reflejar la santidad de Dios, revelar la gloria de Dios y testificar sobre la realidad de Jesucristo, mostrando un amor incansable, tanto hacia los de dentro de la iglesia como hacia los de fuera.
Padre, mantenme enfocado en reflejar las cualidades de carácter que la vida de Cristo, que vive en mi, me ha dado. Ayúdame a mostrar un amor incansable hacia todos.
Aplicación a la vida
¿Es mi primera prioridad amar y actuar ante los demás como Jesús?