¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia?
Romanos 6:16
¿Qué pasa cuando cedemos a la tentación? Está claro que suceden varias cosas. Primera, siempre vamos más allá de lo que pretendíamos. Esto es invariablemente verdad cuando elegimos pecar. ¿Quién de nosotros no ha dicho una mentira, con la intención de decir sólo una mentira, pero antes de que acabe el día encontramos que una mentira nos obligó a decir otra para respaldarla y luego otra y otra? Antes de que el asunto acabe, donde teníamos intención de decir una mentira, acabamos diciendo veinticinco, cada una peor que la anterior. Todos hemos sentido, como una vez dijo un niño, que una mentira es una abominación para el Señor, pero es una ayuda muy presente en tiempos de problemas. Pero, al volver a mirar nuestras mentiras, descubrimos que no son una ayuda en absoluto pues nos han llevado más lejos de lo que queríamos. Ése es el primer resultado del pecado.
La segunda es que invariablemente exponemos al peligro y al dolor a alguien más. Como estamos unidos en un mismo ámbito de vida con todos nuestros amigos y parientes, lo que hacemos siempre afecta a alguien más. Pienso en las lágrimas en los ojos de los padres cuando se lamentan de la locura en la que han caído sus hijos. El pecado no es un asunto privado; siempre toca a alguien más. Nadie puede pecar en privado, pues Dios, que ve los corazones, siempre obra para descubrir lo que está escondido. Al final, todo sale a la luz, para dolor, daño, tristeza y desesperación de otros, a quienes no se pretendía herir en absoluto.
El tercer efecto del pecado es que encontramos que el arrepentimiento se vuelve cada vez más difícil.
Cuanto más seguimos, cuanto más cedemos y elegimos el mal, más difícil es abandonarnos a la gracia perdonadora y redentora de Dios y detener el mal.
De hecho, si vamos demasiado lejos, puede que nos sea imposible volver atrás.
Ésta es la idea central de las advertencias que se encuentran página tras página de la Biblia.
Sólo en el libro de Hebreos encontrará cinco veces esta nota de advertencia: ¡Ten cuidado! Si vas demasiado lejos verás que no puedes volver atrás
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Pero, suponga que encontramos el perdón verdadero. Suponga que sí nos arrepentimos y detenemos el mal; ¿qué ocurre entonces? Inmediatamente todo el distanciamiento que había entre nosotros y Dios desaparece, y somos restaurados a la comunión con Él. Nuestra culpa es eliminada, somos limpiados, y ya no necesitamos flagelarnos más. Somos lavados y liberados y, a los ojos de Dios, tratados como si las cosas nunca hubieran ocurrido. Ésta es la impresionante maravilla del perdón: que podemos encontrar alivio verdadero del tormento interno de nuestros corazones y ser liberados.
Gracias, Padre, porque Tus restricciones sobre mí no están impulsadas por un deseo de limitarme, sino, más bien, de darme libertad; no por un deseo de herirme, sino de ayudarme y protegerme del daño.
Aplicación a la vida
Reflexione sobre la gloriosa liberación de la culpa y la vergüenza que Dios ofrece al perdonarle sus pecados, y pídale que traiga verdadero arrepentimiento a su corazón.