Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; pero un ángel lo tocó, y le dijo:
Levántate y come.Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas y una vasija de agua; comió, bebió y volvió a dormirse. Regresó el ángel de Jehová por segunda vez, lo tocó y le dijo:Levántate y come, porque largo camino te resta.Se levantó, pues, comió y bebió. Fortalecido con aquella comida anduvo cuarenta días…1 Reyes 19:5-8a
Fíjese en la cura tan extraordinaria que Dios nos expone. Aquí descubrimos que Dios, en Su gracia, moviéndose para cubrir nuestra necesidad, siempre se ocupa del hombre en su integridad. El primer paso en el programa de reanimación de Dios para Su profeta es alimentarlo y mandarlo a la cama. Él atiende primero lo físico. Eso me encanta. ¡Qué intensamente práctico es Dios! Porque la mitad del problema de Elías aquí es simplemente que sufría de puro cansancio físico. Necesitaba una buena noche de sueño y una buena comida. Estoy convencido de que la mayor parte de las veces, cuando sufrimos abatimiento y desánimo, el primer paso hacia la cura es esto mismo: tener simplemente una buena noche de sueño. Ésta es una actividad perfectamente religiosa; no hay nada malo en ello. Si a usted le molesta pasar una noche durmiendo, le sugiero que lea este pasaje una y otra vez, ya que Dios mandó al profeta a dormir. Ésa es la manera en que empezó.
El segundo paso es emocional. Dios evidentemente mandó al profeta al monte Horeb, que es otro nombre para el monte Sinaí, donde se dio la Ley. ¿Por qué fue allí? Porque el Sinaí es un lugar de recuerdos sagrados. El Sinaí representó siempre el recordatorio para Israel del poder y la gracia de Dios. Al volver Elías al lugar donde Moisés estuvo ante la roca y la gran roca manó agua, como imagen de los ríos de agua viva que Cristo, nuestra Roca, derrama en la vida de aquellos que vienen a Él; al estar al pie de la montaña que se estremecía y temblaba bajo el poder grandioso de Dios y del cual la Ley salió como un trueno, Él no podía evitar acordarse —emocionalmente, ahora— de la tremenda capacidad de Dios, de todo lo que Él podía hacer. Es una persona sabia la que huye a algún Horeb cuando su vida se vuelve sombría. Él volvió al lugar que, incluso en sus evocaciones —con cada piedra, cada roca, cada peñasco, cada cueva de la ladera— le recordaba y le hablaba en términos elocuentes de un Dios que le cuidaba y un Dios que podía hacer cualquier cosa.
Señor, Tú eres el Gran Pastor que restaura tanto mi cuerpo como mi alma.
Aplicación a la vida
¿Está luchando usted contra el desánimo? Reflexione sobre todas las cosas que Dios le ha proporcionado, luego confíe en que continuará haciéndolo así.