Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
Hechos 1:8
Hay un sentido en el que todo cristiano, hable o no hable de Cristo, es un testigo. Es literalmente cierto que si hemos nacido de nuevo por el Espíritu Santo a través de la fe en Jesucristo, somos testigos. Todo lo que hacemos, las actitudes que tomamos, las opiniones que expresamos, nuestras reacciones ante las situaciones, todo le está diciendo a la gente la clase de cristianos que somos, o si somos realmente cristianos o no. La cuestión no es si testificaremos. La cuestión es: ¿Qué clase de testigos somos?
Fíjese en quién es el que gana las almas. En toda la historia sólo ha habido un ganador de almas, y no somos nosotros. Es el Espíritu Santo. Él es el único que tiene la capacidad de ganar almas. Nosotros no somos vendedores de Dios con un mandato de hablar a la gente para que compren algo. Ningún vendedor depende de una persona que trabaje con él para hacer el trabajo adecuadamente; sin embargo, eso es lo que somos como testigos de Cristo. Nosotros no somos los que ganamos almas, nunca. No tenemos el poder de convencer a la gente para que se conviertan en cristianos, ni se gana a nadie para Cristo intentando discutir con ellos. Esto significa que podemos relajarnos en nuestros encuentros y que, si el Espíritu Santo no ha preparado ya un corazón y ha hecho que esté listo y deseoso de escuchar, no hay nada que nosotros podamos hacer, excepto orar por ellos.
¿Recuerda usted qué dicen las Escrituras sobre cuál es la condición del hombre sin Cristo?
¡Está muerto!
¿Qué conseguiría si hiciera un curso de ventas y fuera a los cementerios a vender su producto a los cadáveres?
Cuando las Escrituras dicen que hombres y mujeres están muertos en sus transgresiones y pecados
, no están usando el lenguaje a la ligera.
Ésa es exactamente la condición en la que están, y todo intento de discutir o razonar con una persona para su salvación, independiente del Espíritu Santo, es como discutir con un cadáver.
Un cadáver sólo tiene una necesidad primordial, que es la vida.
Usted puede conseguir los libros más elocuentes y eruditos de la biblioteca y leerle todos los elementos filosóficos de la vida, pero eso no le dará vida.
Usted puede agitar un palo ante él y exigirle que obedezca la ley, pero no servirá.
Necesita vida.
Ésa es la razón por la que sólo el gran Dador de Vida puede hacer el trabajo de ganar almas.
Usted no tiene que suplicarle que lo haga.
Él está mucho más dispuesto a hacerlo que usted, pero lo hace con los que Él elige, no con los que elige usted.
Padre, gracias porque me has llamado para ser testigo. Qué cosa tan emocionante y gozosa es eso, cuando recuerdo que Tú eres capaz de hacerlo todo a través de mí.
Aplicación a la vida
¿Es usted culpable de haber intentado ganar gente para Cristo intentando convencerlos o discutiendo con ellos?