Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste.
2 Timoteo 3:14a
Timoteo actuó conforme a lo que había aprendido. Usted no cree realmente en nada hasta que no lo ha puesto en práctica. Santiago dice: “Sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). Haced lo que dice. De nada sirve que diga usted que cree la Biblia de cabo a rabo, como hacen algunas personas. Haga usted lo que dice. Practique la verdad; tómesela en serio. El proceso comienza cuando la mente ha sido instruida y después el corazón está totalmente convencido y entonces practica usted lo que cree.
No sé lo que ayudaría a Timoteo, pero estoy seguro de que, al leer una afirmación como “No mintáis los unos a los otros” (Colosenses 3:9a), se anduvo con cuidado respecto a sus palabras y dejaría de mentir, si era eso lo que estaba haciendo. Cuando leyó: “Bendecid a los que os persiguen” (Romanos 12:14a), se dio cuenta de que aunque él, como todo el mundo, sentía ira en su interior y deseaba golpear cuando era maltratado, eso era una cosa equivocada que hacer. La Palabra de Dios enseñaba que era necesario que él se apoyase en la gracia de Dios, que orase por las personas y encontrase la manera de hacer algo bueno en lugar de devolver mal. El apóstol sugiere dos factores aquí que ayudaron a Timoteo a creer en las Escrituras.
Primero, las Escrituras le llegaron por medio de ciertas personas a las que quería y en las que confiaba. “Tú sabes de quién has aprendido”, dice Pablo. Una de las cosas que hace mucho más sencillo creer en la Biblia es cuando nos llega por medio de personas en las que confiamos. En el caso de Timoteo, su madre Eunice y su abuela Loida fueron los conductos por los cuales le fue enseñada la Palabra de Dios. Teniendo un fondo judío, es posible que siguiesen la exhortación de Deuteronomio 6, en la que Moisés enseñó al pueblo a enseñar a sus hijos. Moisés no dijo que fuese preciso tener una clase en el hogar donde los niños debían aprender algo de memoria, sino que dijo más bien: “Enseñadles cuando se levanten (cuando se levanten por la mañana), cuando se sienten (a la hora de las comidas) y cuando se acuesten por las noches”. Esos son los momentos apropiados para enseñarles. Use usted la experiencia de los niños pequeños para que reflejen la verdad de las Escrituras, que quedarán grabadas en sus corazones. ¡Qué poderoso impacto tuvo este extraordinario apóstol sobre Timoteo! No se le olvidó nunca de lo que había aprendido, porque vino por medio de uno al que respetaba profundamente, uno que vio que tenía las respuestas a las dificultades y los problemas de la vida.
El segundo factor es que esto le llegó a Timoteo en una temprana edad. “Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”, dice Pablo. Los padres no deberían perder este énfasis. Indica que la infancia es un tiempo maravilloso para que la verdad de las Escrituras llegue al corazón del niño. Cuando yo era un niño de unos diez u once años de edad, me dieron muchos versículos para memorizar en la escuela dominical y la escuela bíblica de vacaciones, que yo memoricé. Todavía hoy me acuerdo de esos versículos. ¡Qué cosa tan maravillosa haber aprendido desde una temprana edad la verdad de la Palabra de Dios por medio de las personas a las que más quería y en las que más confiaba!
Padre, te doy gracias por este asombroso Libro. Te confieso la poca frecuencia con la que lo abro y permito que me hable. Ayúdame a que haga posible que este Libro ministre a mi corazón y a mi mente.
Aplicación a la vida
El pensar de una manera cristiana requiere creer en las Escrituras. ¿Con cuánta frecuencia estudiamos la Palabra de Dios para conocer a nuestro Señor y le prestamos atención, para que Él pueda vivir Su vida por medio de nosotros?