Palabra fiel es ésta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
2 Timoteo 2:11-13
A los ojos de Dios, existe un vínculo directo entre las dificultades que podamos tener como creyentes aquí y el gozo y la gloria que nos espera más allá. “Si sufrimos, también reinaremos con él”. Está mal entender estos versículos como si quisieran decir que por medio de nuestros sufrimientos y el que soportando dificultades somos merecedores de una corona. Ése no es nunca el caso en las Escrituras. No ganamos una recompensa; jamás nos merecemos nada de Dios; ningún servicio fiel hace que Dios esté endeudado con nosotros ni le obliga a Él a darnos una recompensa.
Lo que están diciendo estos versículos es que esto es una prueba de la realidad de nuestra fe. Si realmente le pertenecemos a Cristo, si Él ha venido de verdad a morar en nosotros, esto se manifestará siempre por el hecho de que nosotros estemos dispuestos a sufrir con Él, a que renunciemos a algunas cosas por amor a Cristo, que nos pongamos de manera decidida en contra de las seducciones y las tentaciones de esta era, viviendo un estilo de vida diferente. Si tenemos estos deseos genuinos de vivir para Cristo, como es natural, es absolutamente seguro que compartiremos con Él, porque le pertenecemos a Él.
Pero si no estamos dispuestos a sufrir, si el momento que nuestro cristianismo empieza a apretarnos un poco y tenemos que renunciar a algo que disfrutamos hacer y vivimos de una manera que no ha sido aprobada, o incluso puede que el mundo a nuestro alrededor se ría de nosotros, nos tenemos que preguntar si eso no nos está diciendo que nuestro cristianismo es un fraude. “Si lo negamos, Él también nos negará”. Él sabe lo que es real respecto a nosotros. Si nosotros estamos sencillamente usando el cristianismo para conseguir que Dios haga algunas cosas agradables para nosotros, ésta será la prueba al respecto. Cuando llegue el momento de la presión, renunciaremos al cristianismo; desapareceremos en el mundo que nos rodea, como están haciendo miles de personas hoy, bajo las presiones que surgen en nuestro tiempo. Si es ése el caso, Aquel que siempre ha sabido la verdad acerca de nosotros nos dirá: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!” (Mateo 7:23), cuando se manifiesten los secretos de los corazones de todos los hombres.
Pero “si somos infieles”, ahí está el reconocimiento de Pablo de que incluso cuando tenemos Su vida en nosotros y estamos dispuestos a sufrir, hay ocasiones en las que nos damos por vencidos. Con frecuencia somos débiles, fracasamos, andamos a tientas y tropezamos. Somos desleales, como Pedro cuando negó a su Señor; sin embargo, Él permanecerá “fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. Si Él está en nosotros, Él nos mantendrá a salvo hasta el fin. Él nos restaurará; Él nos traerá de vuelta. Él obrará de manera abundante y maravillosa para apartarnos de aquello que nos ha desviado temporalmente. Nos traerá de vuelta al final a la humildad, al arrepentimiento y a confesar el mal que hayamos hecho, para la restauración, para que podamos continuar caminando con Él por gracia.
Señor, Tú conoces mi corazón. Tú sabes que mi deseo es seguirte incluso cuando significa que es posible que sufra por ello. Te doy gracias porque Tú eres fiel a Tu promesa y Tú me guiarás hasta el fin.
Aplicación a la vida
La fe genuina se define, además de purificarse, por el sufrimiento. ¿Le hacemos nosotros frente a la tentación y al ridículo como discípulos de Cristo o comprometemos nuestra fe?