Exhorto ante todo, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres.
1 Timoteo 2:1
Llegamos ahora a la segunda asignación que le hizo el apóstol a Timoteo, que es poner en orden la adoración pública de la asamblea en Éfeso. Éste es un tema relevante, debido a que es el motivo por el que nos reunimos todos los domingos por la mañana. La adoración pública es una indicación muy reveladora de lo que está sucediendo en una iglesia.
Pablo ofrece aquí una breve lista de prioridades de los elementos que deben enfatizarse. Primero, menciona la oración pública. El pueblo de Dios se encuentra con Dios mismo a favor de los demás cristianos y personas por todo el mundo. La oración debe recibir énfasis cuando se reúne la iglesia.
El apóstol coloca la oración lo primero por dos buenas razones, y una de ellas es que la oración enfoque los corazones y los ojos de las personas en Dios desde el principio. Lo que hace que un culto en la iglesia sea diferente al Club Kiwanis o al Rotario, o cualquier otro grupo seglar, es que se reconoce a Dios, que está entre nosotros. El reconocer el poder, la belleza y la libertad que la presencia de Dios imparte es crear de inmediato un sentido de la realidad y de la vitalidad en un culto.
Segundo, empezar el culto con oración significa que colocamos nuestra propia humanidad en perspectiva. Cada uno de nosotros se deja alguna situación en el hogar en el que estamos al menos parcialmente involucrados. A lo mejor estamos pensando en los platos sucios en el fregadero, el tener que luchar para conseguir que los niños estén vestidos para poder venir a la iglesia, el hecho de que el coche apenas si tenía gasolina, o una llamada telefónica que nos ha trastornado. Pero cuando nos reunimos y comienza el culto, reconociendo la presencia de Dios, entonces todos esos problemas palidecen, y empezamos a verlos en su justa perspectiva. Dios y Su Palabra, lo que estamos haciendo con nuestras vidas, quienes somos, cómo se pretende que debemos funcionar, todas estas cosas empiezan a tener una mayor importancia en nuestra opinión cuando vamos a la iglesia.
Sé que muchos cristianos creen que no necesitan ir a la iglesia, que pueden adorar a Dios exactamente igual quedándose en casa, trabajando en el jardín o viendo la televisión. Hay un cierto grado de validez en cuanto a que Dios no se encuentra sólo en la iglesia. Pero hay un motivo por el que las Escrituras nos dicen: “no dejando de congregarnos” (Hebreos 10:25). De alguna manera, cuando nos reunimos y concentramos nuestra atención en la grandeza de Dios, hay un ministerio en nuestros propios corazones que ninguna otra cosa puede transmitir.
Con frecuencia el ir a la iglesia resuelve los problemas de la vida. Tenemos una perspectiva diferente, vemos soluciones que no habíamos visto con anterioridad. Ésta es la experiencia continua y frecuente del pueblo de Dios. En el Salmo 73, el salmista habla acerca de cómo estaba luchando con problemas en su vida a los que no podía encontrar la respuesta, “hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (v. 17). Allí pudo ver las cosas en su justa perspectiva. Así que, cuando se reúne el pueblo de Dios, lo primero en lo que debemos concentrarnos es en la oración y en reconocer la presencia de Dios.
Señor, enséñame a poner lo primero primero cuando me reúno con Tu pueblo para acudir a Ti en oración.
Aplicación a la vida
La oración es el reconocimiento del carácter y la presencia de Dios. ¿Qué prioridad tiene este encuentro que transforma la vida en nuestras vidas diarias?