Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
1 Timoteo 1:15
Esto nos parece sencillo, pero es algo muy profundo. Todos nosotros nos sentimos aturdidos, confusos, desconcertados, oscurecidos en nuestro entendimiento y alienados de la vida de Dios. Lea usted las descripciones de Pablo en Efesios sobre cómo éramos antes de que viniésemos a Cristo. Todo el mundo, las personas con una mente brillante, las personas muy cultas, todo el mundo se encuentra en la misma situación. Cristo Jesús vino para eliminar las tinieblas, para desvelar los misterios, para quitar de en medio las falsas impresiones, para revelar la realidad y despertar el amor, la compasión, la misericordia y atender a otros. Éste es el propósito del cristianismo.
Entonces Pablo dice lo que resulta lo más asombroso en este pasaje: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Si él hubiese dicho: “yo era el primero”, todos entenderíamos esto, porque sin duda alguna él se encontraba en la primera fila de la alineación. Pero ahora, mirando atrás al acercarse al final de su vida, dice: “yo soy el primero de los pecadores”.
Esto es algo que causa muchos problemas a muchas personas. Leen estas palabras y dicen: “¿Se ha olvidado de las palabras que escribió en Gálatas 2:20: ‘Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí’? ¿Se ha olvidado de lo que dijo en 2ª de Corintios 5:17: ‘De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas’? Sin duda, no debió de olvidarse de que había sido redimido, ha sido considerado justo; así que no puede llamarse a sí mismo el primero de los pecadores”, pero lo hace.
Algunos dicen que ésta es una especie de exageración humilde, semejante a cuando nosotros decimos: “yo no soy tan bueno, ni mucho menos”. No creo que sea una humildad falsa. Pablo quiere decir cada una de las palabras que dice y no se ha olvidado de lo que ha escrito. Lo que él estaba pensando no tiene que ver con lo que era Pablo en Cristo (porque en Él había sido hecho justo y librado, y el poder del pecado había sido eliminado), pero está pensando en sí mismo como nosotros debemos pensar sobre nosotros mismos, hechos íntegros en Cristo, pero, a pesar de ello, con la carne aún activa en nuestras vidas. Todavía luchamos con ella, y ya no somos nosotros, sino un invasor alienígena que todavía puede ejercer su poder para engañarnos a nosotros.
Aquí está oculto un principio muy importante que todos nosotros tendremos que aprender en algún momento. Sea lo que fuere lo que la carne manifestó en nuestras vidas, sea alguna forma extrema del mal, sea lo que fuere lo que hemos hecho que es ahora a nuestros ojos malo, feo y a veces algo de lo que nos avergonzamos, tenemos que recordar que ése es un aspecto de debilidad con el cual debemos andarnos con sumo cuidado, porque podemos regresar a eso en un instante, por mucho tiempo que haga que somos cristianos. Es acerca de esto de lo que habla Pablo.
Padre, hubo un tiempo en el que estuve ciego, en el que no podía verme tal y como era. Pero, a pesar de ello, te doy gracias, porque Tú has venido y has invadido mi vida, y has empezado a eliminar el velo y a ayudarme a ver cómo era yo.
Aplicación a la vida
¡Nos hemos encontrado con el enemigo y somos nosotros! La maravilla es que Cristo muriese por Sus enemigos. La confesión hace que seamos elegibles de Su gracia redentora y perdón.