Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición.
1 Timoteo 6:9
Pablo nos está diciendo cómo, en todas las edades, este peligro sutil se apodera de nuestros corazones. Para empezar, se presenta bajo la forma de una sencilla tentación. Abra usted una revista y se encontrará con una foto de un fabuloso automóvil. A usted se le abren desmesuradamente los ojos con sólo mirarlo. Camine usted por un centro comercial y está expuesto en el centro. Usted puede acercarse y tocarlo, sentarse en su interior e imaginarse a sí mismo conduciéndolo. Sus vecinos tienen uno a la puerta de su casa. Todos los domingos por la mañana lo están lavando, levantando el capó y gastando una gran cantidad de dinero en accesorios caros.
Ésa es la tentación y es algo con lo que nos enfrentamos. Crea en nosotros un gran deseo de tener lo que otros tienen. Todos sentimos la fuerza y el poder de esto. Sería tan natural que pudiésemos tener un automóvil como ése, especialmente cuando se nos está diciendo constantemente que nos lo merecemos, que somos “esa clase” de personas. Es asombrosa la facilidad con la que podemos convencernos a nosotros mismos de que nosotros, como el resto de la gente, tenemos derecho a cosas.
Pero no es eso lo peor. Hay otra etapa. Pablo dice que aquellos que desean ser ricos “caen en… una trampa”. Fíjese usted lo que se enfatiza: es en el deseo de ser ricos. Es el amor al dinero, no el dinero, que es la raíz de todos los males. Oímos todo el tiempo que el dinero es la raíz de todos los males, pero no lo es. El dinero es una comodidad muy necesaria en la vida; es imposible salir adelante sin usar dinero en una forma u otra. Es “el amor al dinero” de lo que hablan las Escrituras, el deseo de tener más y más de él, el anhelar las riquezas, el estar continuamente planeando cómo conseguir un dólar más.
Usted dirá: “¿Qué se supone que haga un joven con una familia? ¿Acaso no se supone que debe proveer para ellos?”. Sí, claro que sí, pero ¿cuál es su objetivo? ¿Es ganar dinero, o es ser un buen trabajador, fiel, que usa sus dones y habilidades al máximo para la gloria de Dios en el lugar en el que ha sido colocado? Esto es algo en lo que el mundo nunca piensa.
Pablo dice que cuando usted cae en tentación y da lugar a esta codicia, deseando tener más cosas, usted está creando una trampa para sí mismo. Con estas palabras, lo que quiere decir es que sus posesiones no tardarán en tomar posesión de usted. Toda persona que ha tenido el más mínimo éxito en obtener algunas de las cosas que deseaba no tarda en descubrir esto, porque sus posesiones exigen que se ocupe de ellas.
Las posesiones también cambian las relaciones que tiene usted con otras personas. Descubre usted que las personas le tratan de manera diferente porque usted tiene algo que es un símbolo de prestigio o de estado. Las personas no le tratan ya por quién es usted, le están tratando por lo que tiene, de modo que usted comienza a sospechar de sus amigos y de sus amistades. Todas estas complicaciones suceden cuando el amor al dinero comienza a apoderarse de usted. Ésa es la trampa en la que se convierte.
Señor te doy gracias por lo prácticas que son estas palabras. Deseo que me ayuden a corregir mis puntos de vista y que aprenda a resistir los conceptos erróneos distintivos y exagerados del mundo que me rodea.
Aplicación a la vida
El amor al dinero puede ser una adicción costosa. ¿Necesitamos nosotros tener en cuenta su efecto corrosivo en nuestras vidas y el efecto prolongado que tiene en nuestras relaciones con otras personas?