Porque Jehová es Dios grande, el gran Rey sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra y las alturas de los montes son suyas.
Salmo 95:3-4
El salmista está hablando acerca de los motivos básicos por los que todo el mundo debería dar gracias y alabar a Dios. Esto se aplica no sólo a los creyentes, sino a todas las personas. Cada persona tiene la responsabilidad de alabar a Dios. En Romanos 1, el apóstol Pablo dice que una de las acusaciones que hace Dios en contra del pueblo es “ya que, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias” (Romanos 1:21a). No reconocieron la relación que tenían con Él. A mí me sorprende continuamente que las personas puedan ser tan ciegas ante el hecho de que no son, como se imaginan con frecuencia que son, criaturas independientes que se abren su propio camino en la vida. Nosotros damos por sentado todas las fuerzas que nos mantienen vivos y hablamos de manera jactanciosa de que somos personas auto suficientes, de manera afectada en la vida, como si no hubiese nadie a quien tuviésemos que reconocer como la fuente de nuestra fortaleza y de nuestro poder.
El Dr. H. A. Ironside acostumbraba contar acerca de una experiencia que tuvo una vez en un restaurante. Pidió su comida, y justo cuando se disponía a comer, un hombre se acercó a su mesa y le dijo: ―¿Le importa a usted que me siente a su mesa?
El Dr. Ironside le dijo que estaba bien, así que el hombre se sentó. Como era su costumbre, el Dr. Ironside inclinó su cabeza y pronunció en silencio una palabra de gracias al Señor antes de comer. Cuando levantó la cabeza, el hombre le dijo: ―¿Tiene usted dolor de cabeza?
―No, no lo tengo ―le contestó Ironside.
El hombre le volvió a preguntar: ―En ese caso, ¿hay algún problema con su comida?
Ironside le dijo: ―No, ¿por qué?
―Bueno ―dijo el hombre―, le he visto ahí sentado con la cabeza inclinada y pensé que a lo mejor estaba usted enfermo o que algo no estaba bien con su comida.
Ironside contestó: ―No, sencillamente estaba dándole las gracias a Dios, como lo hago siempre antes de comer.
El hombre dijo: ―Oh, usted es uno de esos, ¿verdad? Yo no doy gracias nunca. Me gano mi dinero con el sudor de mi frente, y no tengo que dar las gracias a nadie cuando como. ¡Así que empiezo a comer en seguida!
El Dr. Ironside dijo: ―Sí, usted es como mi perro. ¡Eso es lo que él hace también!
Esta pequeña historia sugiere que cuando las personas no le dan gracias a Dios, se están portando como animales irracionales. Tal es la base de esta apelación hecha por el salmista: sin importar cómo nos sintamos o cómo pueda ser nuestra actitud respecto a Dios, estamos limitados, como criaturas que dependemos de Su amor y gracia, al menos a darle gracias como nuestro Creador. El Salmo 96:8 dice: “Dad a Jehová la honra debida a su nombre”. Dios merece siempre nuestra gratitud, no sólo cuando nos apetece mostrarla. Es algo que deberíamos hacer por amor a Su nombre. Sin duda haría una gran diferencia en nuestra adoración si recordásemos que la alabanza no es algo que sencillamente refleja nuestros sentimientos pasajeros, sino algo que deberíamos hacer sencillamente porque Dios nos creó y nosotros no podemos vivir un solo momento sin Él.
Señor, te doy gracias porque Tú eres tan merecedor de la gloria. Perdóname por darte por sentado a Ti y todo lo que Tú haces.
Aplicación a la vida
¿Llega nuestra gratitud más allá del “gracias a Dios que es viernes”? ¿Nos mueve a sentir una profunda gratitud a Dios por Su carácter y bondad, Su misericordia y Su amor hacia nosotros?