Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón.
Salmo 95:7b-8a
Dios nos habla en este salmo para decirnos qué es lo que quiere esencialmente en la alabanza, lo que hace que la adoración sea verdadera adoración. ¡Es que escuchemos hoy Su voz! Eso es lo que Él desea. Él quiere que escuchemos Su voz, no sólo que nos reunamos.
Es loable que las personas asistan a un culto en la iglesia, pero el valor que esto tiene no tarda en desaparecer si todo lo que hacemos es estar sentados mientras nuestros pensamientos están en otra parte. El hecho central de la alabanza es escuchar la Palabra de Dios, la voz de Dios. Es por eso que la exposición de las Escrituras debe ser lo principal en la adoración pública. Aquellas iglesias que se han alejado de esto están convirtiendo la adoración en una parodia. La adoración debe incluir escuchar la voz de Dios, oír lo que Él tiene que decir, y permitir que Su Palabra corrija nuestras actitudes y nuestras reacciones. Yo desearía que cada uno de ustedes pudiese observar a las personas durante la hora de la adoración. Desde el punto de vista exterior, parece como si estuviesen ustedes prestando atención. Están sentados en silencio, con sus rostros absortos, mirando hacia arriba y al frente, aparentemente atraídos por lo que está diciendo la Palabra de Dios. Pero habiendo estado yo mismo sentado ahí, sé que esto no es siempre verdad. Algunos de ustedes están jugando al golf; otros están practicando un trato de negocios o están planeando un viaje. Algunos están repasando una conversación que tuvieron hace dos días. ¡Sería fascinante al final del culto saber dónde ha estado cada uno de ustedes! Pero Dios desea que, sea lo que sea que hagan durante el culto, cuando está hablando Su Palabra, ¡que escuchasen ustedes! ¡Y no sólo que escuchasen, sino que prestasen atención! Prestar atención significa prestar atención a la Palabra, hacer algo al respecto, permitir que le cambie a usted.
El endurecer el corazón es justo lo contrario de escuchar Su voz. Si presta usted atención a Su voz, no estará endureciendo su corazón. Si endurece su corazón, no está prestando atención a Su voz, y estas dos cosas son mutuamente exclusivas. Él nos da un ejemplo de lo que quiere decir “endurecer el corazón”. Esto sucedió poco después de que los israelitas habían cruzado el mar Rojo y habían estado viajando una o dos semanas más por el desierto. Llegaron a un lugar donde no había agua y todos tenían sed. No habían tenido apenas tiempo de estar muy sedientos cuando los dirigentes del pueblo fueron a Moisés y empezaron a quejarse: “¿Qué estás haciendo? ¿Para qué nos llevas al desierto para que perezcamos? ¿Dónde está este Dios que se supone que nos está cuidando? ¿Por qué no ha provisto agua para nosotros?”. Ellos exigieron que Dios volviese a probarse a Sí mismo.
Dios dice que esto es lo que significa endurecer nuestro corazón. Éste es el problema que tiene Él con nosotros. A Dios le turba que las personas puedan venir semana tras semana para escuchar informes conmovedores y resplandecientes acerca de lo que Él está haciendo en muchas vidas, ver el cambio evidente que se ha producido en muchas personas, y experimentar la liberación y la libertad que Él está llevando a cabo en muchos corazones, a pesar de lo cual, al momento en que algo les va mal, están dispuestos a desmoronarse.
Señor, te suplicamos en oración que Tú nos ayudes a prestar atención, para que no seamos como los padres de la antigüedad que se resistieron a Ti, te exasperaron y te causaron dolor durante cuarenta años.
Aplicación a la vida
Aparte de la iglesia, ¿estamos intentando a propósito buscar ocasiones de un tiempo tranquilo y el espacio necesario que nos permitan prestar atención y escuchar la Palabra de Dios, permitiéndole que transmita Su mensaje de paz a nuestras almas?