Con tu brazo redimiste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Salmo 77:15
El Salmo 77 tiene un tremendo valor para cualquier persona que jamás se haya enfrentado con las preguntas serias de la vida: ¿Existe un Dios del que podamos depender? ¿Existen los valores absolutos en la vida? ¿Tiene significado la vida? ¿Tiene algún propósito en lo que se refiere a esta existencia? He aquí un hombre que encuentra el camino de la conclusión desesperada expresada en el versículo 10: “Enfermedad mía es ésta; traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo”, a la declaración triunfante del versículo 13: “Dios, santo es tu camino; ¿qué Dios es grande como nuestro Dios?”.
Lo hace meditando en lo que ha realizado el Señor. Lo hace pensando durante largo tiempo y muy en serio acerca de ciertas acciones de Dios en la historia, ciertos hechos concretos y obstinados que no se pueden olvidar ni se pueden ignorar, de lo que han sido testigos miles e incluso millones de personas, y los resultados de los cuales han alterado el curso de la historia.
Los acontecimientos del Éxodo fueron redentores. ¿Qué estaba haciendo Dios allí abajo en Egipto con estas gentes, trayendo plagas sobre los egipcios, recorriendo la tierra con sus terribles juicios, y finalmente eliminando por medio de la muerte a los primogénitos del país? ¿Qué son estos? Milagros, sí, cuyo propósito era recuperar a un pueblo. Aquí vienen, comprados y liberados de la esclavitud de Egipto. Todo esto tiene el propósito de ser una imagen para siempre del propósito de la actividad de Dios. Todos los milagros, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, tienen esta cualidad acerca de ellos.
¿Qué significa redimir? Significa restaurar la utilidad de algo que se ha convertido en inútil. Cuando yo era un estudiante del seminario, pasé tres años como un interno de verano en dos iglesias diferentes en Pasadena. Y probablemente, igual que los estudiantes del seminario todavía hoy, cuando llegué a Pasadena en la primavera de cada año, llegué sin un centavo, sin nada que me cubriese hasta que no recibiese el primer cheque. La primera vez que sucedió este problema descubrí una manera de resolverlo que usé cada año que fui un interno durante los veranos. Tan pronto como llegué a Pasadena, llevé mi máquina de escribir a una tienda de empeños y la empeñé. Eso me ayudó hasta que recibí mi primer cheque, y cuando llegó el primer cheque, cogí el dinero necesario para ir a recuperar mi máquina de escribir. Cuando la máquina de escribir estaba en la casa de empeño, no me servía para nada; no la podía usar; la casa de empeño no la podía usar; nadie tenía el derecho a usar la máquina de escribir. Resultaba totalmente inútil para nadie. Fue sólo al redimirla que pudo funcionar una vez más.
Eso es lo que hace la redención, y ésa es la obra especial de Dios. Todo lo que Él hace en la vida humana tiene este propósito. Estas poderosas actividades de Dios, que han quedado registradas como milagros, todas ellas tienen un carácter redentor. Sirven para comprarnos y nos restauran. Lo que hacen es desmenuzar todos los acrecimientos de años enteros de haber vivido mal, con vicios perjudiciales y actitudes dolorosas, arrancándolos para restaurarnos, a fin de que podamos funcionar de nuevo de una manera útil.
Padre, te doy gracias por Tu obra especial de redención en la historia de Israel y también en mi propia vida. Te doy gracias por Tu obra que hace que tenga un propósito y me ayuda a volverme de la desesperación a la victoria.
Aplicación a la vida
¿De qué manera nos ayudan los milagros redentores de Dios a contestar las difíciles preguntas de la vida? ¿Nos sentimos asombrados por la gracia redentora de Dios, que hace que pasemos de la ineficacia a la victoria absoluta?