Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los deseos de la carne.
Romanos 13:14
Cuando me levanté esta mañana, me puse la ropa. Me pongo la ropa con la intención de que sea parte de mí durante todo este día, que vaya a donde yo voy y haga lo que yo hago. Me cubrirá y me hará presentable a otros. Ese es el propósito de la ropa. De la misma forma, el apóstol nos está diciendo: “Vestíos del Señor Jesucristo cuando te levantes por la mañana. Hazle parte de tu vida este día. Ten la intención de que vaya contigo a todas partes donde vas y de que Él actúe por medio de ti en todo lo que haces. Recurre a Sus recursos. Vive tu vida en Cristo”.
Estas palabras han sido hechas eternamente famosas por su conexión con la conversión de San Agustino. Agustino era un hombre joven en el cuarto siglo que vivió una vida loca, de juerga, juntándose con compañeros malvados, haciendo todo lo que ellos hacían. No se le prohibió nada; se metió en todas las cosas. Y, como lo sigue haciendo la gente hoy en día, se odió a sí mismo por ello. Un día estaba con sus amigos en un jardín, y estaba caminando, quejándose de su inhabilidad de cambiar: “¡O, mañana, mañana, mañana! ¿Cómo me puedo liberar de estos malvados impulsos que me llevan a las cosas que me hacen daño?”. Y en su desesperación, al caminar en el jardín, de pronto oyó lo que pensó que era la voz de un niño ―quizás unos niños estaban jugando en el jardín al lado― y la voz dijo: “Toma y lee, toma y lee”. No podía recordar que hubiera ningún juego de niños con esas palabras, pero las palabras le hicieron impresión. Volvió a la mesa y encontró en ella una copia de la carta de Pablo a los romanos. La abrió, y estas son las palabras que leyó: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y libertinaje, no en contiendas y envidia. Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo” (Romanos 13:13-14a).
Agustino dijo que en ese momento abrió su vida a Cristo. Había sabido sobre Él, pero nunca se había entregado a Él. Pero en ese momento lo hizo, y sintió la sanación de Cristo purificando su vida. Nunca jamás fue el mismo hombre. Se convirtió en uno de los más famosos cristianos de todos los tiempos.
Eso es lo que Jesucristo es capaz de hacer. Nos da a todos el poder de amar. Si tan sólo elegimos ejercitar este poder en el momento que lo necesita, podemos soltar en este mundo esta fuerza radical que tiene el poder de cambiar todo a nuestro alrededor. Cambiará nuestros hogares, nuestras vidas, nuestras comunidades, nuestras naciones, el mundo, porque un Cristo resuscitado nos es disponible a nosotros, para vivir por medio de nosotros. Me encanta la siguiente traducción de este último versículo: “Seamos los hombres de Cristo de pies a cabeza, y no le des ocasión a la carne a que tenga dominio” (Romanos 13:14). Esa es la forma de vivir.
Gracias, Padre, por la libertad y el poder que me has dado para vestirme con Cristo y ya no gratificar los deseos de mi carne.
Aplicación a la vida
¿Hemos comprendido el privilegio inestimable de elegir de hecho ser vestidos con la Vida y el Amor del Señor Jesucristo? ¿Se está convirtiendo en un hábito de corazón y mente?