No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley.
Romanos 13:8
¿Alguna vez te ha costado obedecer los Diez Mandamientos? ¿Has encontrado que es difícil enfrentarte con la obediencia a estas demandas de que no asesinaras o mentiras o robaras o cometeras adulterio? Bueno, Pablo dice que es realmente fácil. Todo lo que tienes que hacer es amar. Actúa en amor hacia la gente, y no les harás daño. La solución a todos los problemas con los que luchamos es una cosa. ¿Alguna vez has pensado en lo que ocurriría en este mundo si la gente pudiera ser enseñada a amar, y entonces lo hicieran?
El primer resultado que se me ocurre es que todos los divorcios pendientes se resolverían felizmente. Las parejas listas para separarse porque el amor ha desaparecido de su matrimonio podrían volverse a juntar y aprender a resolverlo. Lo que es más, si pudiéramos enseñar a la gente a amar, no lucharíamos en guerras. Piensa qué cantidad de energía y dinero está siendo gastado en mantener un interminable surtido de armamentos simplemente porque no podemos confiar en que la gente se amara los unos a los otros. Si pudiéramos amarnos los unos a los otros, no habría más crimen. Te sentirías seguro y confiado en las calles de las grandes ciudades de nuestra nación. Si no hubiera crimen, no necesitaríamos prisiones. Todo el dinero que gastamos en prisiones y reformatorios podría ser gastado en algo más útil. No necesitaríamos las cortes de leyes, o la policía. Necesitamos todas estas cosas porque estamos tan carentes en esta habilidad para amar.
Este pasaje nos está diciendo que la habilidad para amar ―eso y nada menos que eso― es la fuerza radical que Jesucristo ha soltado en este mundo por medio de Su resurrección. Por lo tanto, tiene el poder de cambiar radicalmente el mundo. Pablo insinúa que esto ha de comenzar con nosotros. Si somos cristianos, si conocemos a Jesucristo, tenemos el poder de amar. No tienes que pedirlo; lo tienes. Si tienes a Cristo, puedes actuar en amor, aunque estés tentado a no hacerlo. Por lo tanto, Pablo dice: “Cuando te enfrentes con gente, acuérdate de que tu primera obligación es amarlos”.
Pablo dice muy simplemente que hemos de pensar sobre esto como nuestra obligación a todo el mundo. Me pregunto qué tipo de cosas radicales empezarían a ocurrir entre nosotros si comenzáramos a vivir en base a eso. Cada día, cada persona con la que nos encontráramos, nos diríamos a nosotros mismos primero: “Necesito demostrar amor a esta persona. Sin importar qué ocurra, tengo una obligación de pagarle esa deuda”. He debido dinero a gente en mi vida, y he notado que cuando me encuentro con gente a la que debo dinero, esto es lo primero que se me viene a la mente. Me acuerdo de la deuda que les debo, y me pregunto si eso también es lo que ellos están pensando. Esto es lo que Pablo dice que debemos hacer en cuanto al amor. Hemos de acordarnos que tenemos una obligación a cada persona de amarle. Esta obligación es hacia todo el mundo. Esto está diseñado para tu vecino. ¿Quién es tu vecino? Piensas inmediatamente en la gente que vive a cada lado de ti, pero puedes ver que realmente incluye a todo el mundo. La gente con la que te encuentras en los negocios y en tus compras son tus vecinos. Donde sea que estés, la gente con la que entras en contacto está viviendo justo a tu lado y son tus vecinos para ese momento. El carnicero, el panadero, el fabricante de Cadillacs ―no hace ninguna diferencia― son tus vecinos.
Señor Jesús, ven, sé mi Señor, reina en mi vida, y dame esta increíble habilidad de amar.
Aplicación a la vida
¿Vemos nuestro llamamiento a amar a nuestro vecino como una expresión del amor radical de Jesucristo? ¿Dónde podemos comenzar este día a pagar nuestra deuda de amor, confiando que Él amará por medio de nosotros?