Os recomiendo, además, a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea. Recibidla en el Señor, como es digno de los santos, y ayudadla en cualquier cosa en que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos y a mí mismo.
Romanos 16:1-2
Hay algo en nosotros que quiere ver nuestros nombres preservados. Hace años visité el Natural Bridge (puente Natural) de Virginia. Había miles de nombres e iniciales arañados en las rocas, pero en el lado alto de ella, más alto que cualquier otro nombre, había escrito: “George Washington”. Incluso el padre de nuestro país sintió el deseo de ganar un tipo de inmortalidad al arañar su nombre en la roca.
Pero aquí en Romanos 16 hay una lista de nombres de hombres y mujeres que nunca supieron que iban a ser famosos. Estoy seguro que si hubieran sabido que la mención en una de las cartas de Pablo les iba a dar una fama inmortal, hubiera habido una larga línea de gente a su puerta rogándole que les incluyera en la carta. Pero estos nombres son mencionados sólo porque eran amigos personales de Pablo en Roma, a quienes estaba escribiendo, o estaban con él en la ciudad de Corinto, desde donde escribía.
El primer nombre que menciona es Febe. La iglesia completa puede estar agradecida a esta mujer por su fidelidad. Ella llevó y preservó esta carta a través de todo el viaje arriesgado desde Corinto a Roma. El apóstol la llama “diaconisa de la iglesia en Cencrea”. Cencrea era un puerto de Corinto, situado a unas nueve millas al este de la ciudad. Evidentemente, una iglesia cristiana se había establecido allí, y Febe era diaconisa en ella. Eso no significa que tuviera algún oficio gubernamental; a veces leemos significados modernos en estas palabras. Significa que había tomado un ministerio de parte de la iglesia. Les representaba en alguna labor, y ya que fuera material, física o espiritual, era muy fiel en ella. Así que Pablo la encomienda a estos cristianos en Roma, y les pide no sólo que la reciban, sino que la ayuden, “porque ella ha ayudado a muchos”, dice, “y a mí mismo”.
No puedes leer el capítulo 16 de Romanos sin estar impresionado con el número de mujeres que Pablo menciona: muchas más que en ninguna otra literatura del día. En estos primeros 24 versículos se mencionan 33 nombres. Nueve de estas personas estaban con Pablo: ocho hombres y una mujer. Hay 24 mencionados en Roma: 17 hombres y 7 mujeres. Hay dos familias mencionadas, y dos mujeres sin nombre: la madre de Rufo y la hermana de Nereo, así como algunos hermanos sin nombre. Así que hay una lista bastante larga de gente que el apóstol conoció personalmente en Roma, aunque él mismo no había visitado esa ciudad; estas son personas que había conocido en algún otro sitio del imperio romano.
Las mujeres ocupan un sitio prominente en estas cartas del Nuevo Testamento. Evidentemente, se ocupaban de tareas muy importantes en la iglesia, de acuerdo a los dones que tenían. Hay una fuerte sugestión aquí que Febe era una maestra o evangelista, una obradora para el evangelio con Pablo. No sabemos mucho sobre ella, pero su nombre ha sido preservado para siempre a causa de su mención.
Señor, gracias por las mujeres como Febe que te sirven fielmente. Ayúdame a recibir a tales personas de forma digna de los santos.
Aplicación a la vida
¿Aspiramos a servir como “ayudantes”? Si no es así, ¿qué infiere eso sobre nuestra disponibilidad a los dones de Dios y a Su llamado? ¿Cómo se compara nuestra evaluación con el reconocimiento de Pablo de la contribución de Febe como ayudante?