Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios es por la salvación de Israel.
Romanos 10:1
En Romanos 10:1-4, Pablo expresa su intensa pasión de que muchos en la nación de Israel fueran salvos. No creo que haya ninguna palabra en el vocabulario cristiano que haga sentir a la gente más incómoda que la palabra “salvo”. La gente se encoge cuando la oyen. Quizás conjure visiones de zelotes ―normalmente con mal aliento― que vienen y te agarran y te dicen: “Hermano, ¿has sido salvo?”. O quizás produce visiones de una diminuta banda de cristianos en una reunión callejera enfrente de una taberna cantando: “A los vientos dale voz: ¡Jesús salva! ¡Jesús salva!”. Sea cual sea la razón, sé que a la gente le molesta esta palabra.
Nunca me olvidaré la mirada de asombro en la cara de un hombre que vino a mí en un cine. El asiento a mi lado estaba vacío, y me dijo: “¿Está salvo este asiento?”. Le dije: “No, pero yo sí lo soy”. Él encontró un asiento al otro lado del pasillo. De alguna forma esta palabra amenaza toda nuestra autosuficiencia religiosa y enfada tanto la confianza en uno mismo como la mojigatería.
Y sin embargo, cuando recurres a las Escrituras, encuentras que es una palabra absolutamente inevitable. Los cristianos han de hablar sobre hombres y mujeres siendo salvos, porque el hecho es que el hombre y la mujer están perdidos. Uno no se puede escapar del hecho de que la Biblia claramente enseña que la raza humana a la cual somos nacidos es ya una raza perdida. Es por esto que las buenas nuevas de Juan 3:16 son que: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Nunca podemos tratar de forma realista con la vida hasta que no nos enfrentemos a este hecho fundamental: La gente no está esperando hasta que se mueren para estar perdidos; ya están perdidos. Es la gracia de Dios que los alcanza y los llama cuando están perdidos, y les da una oportunidad de venir a Cristo y ser salvos.
Por lo tanto, salvo es una palabra perfectamente legítima usar. Nos hace incómodos sólo cuando nos negamos a enfrentarnos al hecho de que los hombres y las mujeres están perdidos. Son nacidos a una raza moribunda, en la cual su humanidad está siendo utilizada de forma inapropiada y está gradualmente deteriorándose y haciéndose pedazos, y van a acabar en una eternidad separados de Dios. Estos son los hechos como los presentan las Escrituras.
Señor, gracias por el sencillo pero maravilloso milagro de la salvación.
Aplicación a la vida
¿Por qué tantos están ofendidos por la palabra “salvo”? Ya que es la evaluación realística de todo el mundo que no ha entrado a la fe de la gracia salvadora de Dios en Jesús, ¿es el deseo de nuestro corazón y nuestra oración que los que están perdidos sean salvos?