Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis.
Romanos 12:14
Pablo describe el tipo de amor que deberíamos enseñar a un mundo que no es cristiano, y da una ayuda muy práctica sobre esto. El amor habla bien de sus perseguidores. Éste es realmente el meollo de la cuestión, ¿no es cierto? Esto significa que no hablas mal de la gente que no es simpática contigo. No les criticas ni hablas de forma severa sobre ellos, sino que hablas bien de ellos. Encuentras algo de lo que puedas aprobar, y se lo dices a otros. Confieso que eso no es mi reacción natural. ¡Cuando alguien me acosa, yo les acoso a ellos! Al menos eso es lo que quiero hacer. Pero eso es lo que la Palabra nos dice que no debemos hacer, y no deberíamos hacerlo. Esto se aplica a áreas tan prácticas como el tráfico. ¿Alguna vez has sido acosado en el tráfico? Ocurre todo el tiempo. Alguien se niega a cederte el paso, y quieres bajar la ventanilla y gritarles. Pero, de acuerdo a esto, no debes hacerlo. Bueno, esto no dice lo que has de llamarles, pero te dice que debes bendecirles, de todas formas.
En el versículo 17, Pablo dice: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres”. Más tarde, en el versículo 19, añade: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: 'Mía es la venganza, yo pagaré', dice el Señor”. La venganza es una de las respuestas humanas más naturales a la herida o el perjuicio o las malas actitudes. Siempre nos sentimos que, si tratamos a otros de acuerdo a la forma en la que ellos nos han tratado a nosotros, estamos simplemente enseñándoles justicia. Podemos justificar esto tan fácilmente: “Sólo les estoy enseñando una lección. Sólo les estoy enseñando cómo me siento. Sólo les estoy devolviendo lo que ellos me han dado a mí”. Pero en cualquier momento que discutes de esa forma, has olvidado las muchas veces que has herido a otros sin haber sido pillado. Pero Dios no se ha olvidado. Esto siempre nos pone en el lugar de esos fariseos, quienes, cuando la mujer fue encontrada en adulterio, estaban listos para coger piedras y apedrearla a muerte. Jesús se detuvo y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Eso les detuvo, porque no había ni uno de ellos que no fuera igualmente tan culpable como ella. Ellos también necesitaban ser juzgados. Nunca debemos vengarnos, porque no estamos en la posición de un juez. Nosotros también somos culpables. Necesitamos ser juzgados. Por lo tanto, la admonición de Pablo es: “No intentes vengarte a ti mismo”. Sólo te meterás en un lío. El resultado inevitable de intentar vengarte sobre la gente es que intensificas el conflicto. Es inevitable.
Cuando estaba en la escuela en Montana, solía mirar las vacas en el corral. Estaban ahí tan pacíficamente, y entonces una vaca le daría una patada a otra de ellas. Por supuesto, esa vaca tenía que darle una patada de regreso a la primera. Entonces la primera vaca daba una patada todavía más fuerte y, accidentalmente, en vez de darle una patada a la segunda, se equivocaba y se la daba a una tercera. Esa vaca tenía que dar una patada de regreso. Lo vi ocurrir muchas veces. Una sola vaca empezaba a darle patadas a otra; pronto todo el corral estaba dando patadas y empujando y mugiendo las unas a las otras, todas enfadadas a tope. Esto ocurre en las iglesias también.
Pablo da dos razones por las cuales no debes vengarte de ti mismo. Una es porque Dios ya lo está haciendo: “Dejad lugar a la ira de Dios”. Dios sabe que has sido insultado o dañado o injuriado. Él lo sabe, y ya se está ocupando de ello. Segundo, Dios sólo es el que reclama el derecho a vengarse, porque sólo él lo puede solucionar sin daño a todos los involucrados. Él lo hará de forma que sea redentora. No dañará a la otra persona, sino le redimirá de ello. No le damos oportunidad a Dios cuando tomamos el asunto en nuestras propias manos. Pablo dice que eso está mal. Está mal porque no queremos que esa persona sea redimida; queremos que sea dañada. Nos enfadamos porque Dios no se ha tomado venganza en la forma en la que nos gustaría. Pablo nos recuerda que Dios ya se está vengando, así que deberíamos darle lugar.
Señor, enséñame esta dura lección de bendición y de amar a aquellos que nos han dañado. Gracias por amarme primero de la misma forma.
Aplicación a la vida
¿Resistimos bendecir a aquellos que nos maltratan? ¿Estamos dispuestos a dejar los asuntos en las manos de Dios para que Él pueda aplicar venganza de acuerdo a Su sabiduría? ¿Dejaremos entonces lugar a Su acción redentora?