Pero sabemos que todo lo que la Ley dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios, porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de él, ya que por medio de la Ley es el conocimiento del pecado.
Romanos 3:19-20
Cuando lees esta terrible descripción de la raza humana como Dios la ve, es casi imposible creer que Dios no va a decir: “¡Basta! ¡Aniquílalos!”. Si todo lo que ve es desgracia, miseria, maldad, decepción, hipocresía, vulgaridad, blasfemia, calumnia, y todas estas cosas malvadas que están en cada corazón ―cada uno sin excepción― nuestro instinto natural es decir: “Entonces Dios no nos quiere”. Pero la cosa asombrosa es que a través de este tipo de versículo escribe: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16a). Dios no mandó la Ley para destruirnos (y esto es muy importante); nos mandó la Ley para salvarnos de la falsa esperanza.
La peor cosa que puede ocurrir va a ser viajar por una carretera hacia un destino importante y pensar que estás en la dirección correcta y pasar todo el tiempo necesario para llegar allí, sólo para descubrir que la carretera no lleva a ningún lugar. Encuentras que has estado viajando en la dirección equivocada y es demasiado tarde para darte la vuelta. Eso es lo que está ocurriendo. Así que Dios, en Su cariño, nos ha dado la Ley para guardarnos de tomar el falso camino. Aunque la Ley nos condena, es esa misma condenación que nos hace dispuestos a escuchar, para que podamos encontrar el camino correcto.
Pablo dice que la Ley hace tres cosas para nosotros: Primero, detiene nuestra boca; no tenemos nada que decir. Siempre puedes saber que alguien está cercano a convertirse en cristiano cuando se calla y deja de discutir. La gente mojigata siempre está diciendo: “Pero, pero esto, pero yo; sí, pero yo hago esto, y yo hago aquello”. Siempre están discutiendo. Pero, cuando ven el verdadero significado de la Ley, su boca se cierra.
Segundo, Pablo dice: “Todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. Eso nos hace darnos cuenta de que no hay un camino fácil, ningún camino por el cual la muerte de pronto va a disolver todas las cosas a una oscuridad eterna, olvidadas para siempre. El mundo entero tiene que presentarse frente a Dios. Hebreos 9:27 lo dice tan severamente: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
Finalmente, la Ley revela muy claramente lo que es el pecado. ¿Qué es lo que la Ley quiere de nosotros? Jesús dijo que toda la Ley está resumida en una palabra: Amor. Todo lo que la Ley nos pide que hagamos es actuar por amor. Todas las cosas que la Ley declara son simplemente formas de actuar por amor. Cuando nos enfrentamos a nosotros mismos frente a la Ley, tenemos que confesar que muchas veces fallamos en el amor. Eso es lo que la Ley quiere que veamos, para que, entonces, cuando todo lo demás falla, estemos listos para escuchar lo que sigue.
Padre, gracias por amarme lo suficiente como para cerrarme todos los demás caminos ―para bloquearlos y decirme que están equivocados y que no llevan a ningún lugar― para que pueda dejar de intentar hacerme lo suficientemente bueno como para pertenecerte. Ayúdame a tomar el único camino que jamás ha sido proveído, una rectitud que me es dada, que nunca me gané, pero que es mía porque creo en el Señor Jesús.
Aplicación a la vida
¿Cuáles son tres propósitos esenciales de la Ley? Ya que “el mayor de estos es el amor”, ¿cuál es el ejemplo principal de amor? ¿Podemos generar esa calidad de amor? ¿Cuál es la única fuente disponible para nosotros?