Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados, pues no son los oidores de la Ley los justos ante Dios, sino que los que obedecen la Ley serán justificados.
Romanos 2:12-13
Aquí estamos tratando de la pregunta sobre qué hacemos con la gente que no ha oído el evangelio. ¿Qué de aquellos que viven en sitios donde la Biblia es desconocida, o aquellos que están en una religión distinta donde no hay referencia alguna a los hechos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo? En este pasaje Pablo dice que su problema es que profanan su conciencia. Estas personas serán juzgadas por sus propios valores. Dios juzga a los hombres, no de acuerdo a lo que no saben, sino de acuerdo a lo que saben.
En el capítulo 2, versículos 9-10, Pablo dice también que el juicio de Dios es de acuerdo a la luz. Dios no va a convocar a toda la humanidad y decirla que va a ser juzgada en base a los diez mandamientos. Pero la gente será juzgada de acuerdo a la luz. Eso significa que Dios le dirá a ese individuo: “¿Qué es lo que crees que estaba bien y mal?”. Cuando el individuo conteste, entonces la pregunta de Dios será: “¿Hiciste lo que estaba bien, y no lo que estaba mal?”. De acuerdo a esos valores todo el mundo falla. Pablo deja eso muy claro: “Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán”. El hecho de que tales hombres nunca oyeron los diez mandamientos, o cualquier otra cosa que esté en la Biblia, no significa que vayan a ser aceptables frente a Dios. Perecerán, no porque no oyeron, sino porque supieron lo que estaba bien y no lo hicieron.
Aquí tenemos una revelación de lo que ocurre en el mundo primitivo. Hombres y mujeres que nunca han oído nada sobre la Biblia, sin embargo, son sometidos a juicio porque tienen la verdad escrita en sus corazones. Saben lo que está bien y lo que está mal. Lo muestran en sus propias vidas. La gente dice: “Deja que tu conciencia sea tu guía”. Ésa es una receta para la infelicidad. Si eso es todo lo que tienes, es una forma cierta de sumirte en una vida que alterna entre el temor y la paz momentánea.
Gracias, Señor, que has proveído una forma en la que puedo ser perdonado de los pecados que he cometido en contra de mi propia conciencia. ¡Gracias por Jesús!
Aplicación a la vida
Cuando entendemos el precio de rechazar la luz de la conciencia, ¿profundiza nuestra gratitud por el precio pagado por nuestro perdón? ¿Nos damos cuenta de la urgencia de extender la luz del evangelio a aquellos que nunca oyeron el mensaje de la gracia de Dios?