Pero ahora, aparte de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la Ley y por los Profetas.
Romanos 3:21
Esto es lo que Pablo llama en otro sitio “el glorioso evangelio del Dios bienaventurado” (1 Timoteo 1:11), las buenas nuevas que Dios nos ha anunciado, que consisten de un don que Dios nos da: la justicia de Dios mismo. Esta palabra justicia es extremadamente malentendida en nuestro día. A menudo es asociada con comportamiento. Si la gente se está comportando de forma apropiada, decimos que se están comportando justamente. Pero en el libro de Romanos la justicia no concierne directamente al comportamiento. ¡No es lo que haces; es lo que eres! Eso es incluso más importante, porque el comportamiento tiene raíz en lo que eres. El don sobre el que Pablo está hablando es el don de Dios, es el de tener un estatus justo.
Pero el verdadero significado subyacente de esta palabra, tal y como lo entendemos hoy, se encuentra en la palabra valía. En todas partes la gente está buscando un sentimiento de valía. Los psicólogos nos dicen que este sentimiento de valía es el elemento más esencial en la actividad humana, y sin ello no puedes funcionar como ser humano. Por lo tanto, lo sepamos o no, o lo describamos en estos términos, todos estamos buscando un sentimiento de valía. Pero el evangelio anuncia que nos es dado. Lo que otra gente trabaja toda su vida para conseguir nos es dado justo al principio, cuando creemos en Jesucristo. De acuerdo al evangelio, no podemos ganarlo, sino nos es dado.
Hay millones de personas hoy que están abiertamente reconociendo que necesitan ayuda y que vienen buscando ayuda. Hay otros que nunca piden, pero detrás de sus aparentes sonrisas y aires de confianza hay corazones inseguros y una conciencia de profunda duda. Éste es el problema básico de la humanidad. Este evangelio, por lo tanto, está tratando con algo tremendamente significativo. No tiene sólo que ver con lo que ocurre cuando te mueres. Ésta es una de las razones por las cuales muchas iglesias hoy en día están medio vacías; tantas personas no saben que valía personal es de lo que se trata el evangelio. Mucho más profunda que la necesidad de saber que algún ser humano nos ama es nuestra necesidad de saber que Dios nos ama, y de que somos aceptables frente a Él, que tenemos posición y valor y valía para Él. Algo sobre nosotros, esa pizca de eternidad plantada en nuestros corazones por Dios mismo, nos presenta testimonio de que éste es el asunto definitivo. De alguna manera la vida nunca puede ser satisfactoria si ese asunto no es establecido.
Lo que Dios está ofreciendo es el don de justicia: Su propia justicia perfecta, que no puede ser mejorada, un valor perfecto. Por fe en Jesucristo, Él nos da un sentimiento de valía y aceptación, y no podría haber mejores noticias para la humanidad.
Gracias, Padre, que conoces mi más profunda necesidad de un sentimiento de valía y que lo has proveído para mí por medio de la obra de Jesús.
Aplicación a la vida
¿Cómo respondemos a la pregunta: “¿Quién soy?”? ¿Pensamos y vivimos con gratitud como personas de valía a causa del don de la justicia maravillosa e inmerecida de Dios? ¿O continuamos vanamente buscando la afirmación mundanal?