¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, barre la casa y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice:
Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.Lucas 15:8-10
Hay tres pasos reveladores en esta historia. El primero es la circunstancia de la pérdida de la moneda. La moneda mencionada aquí es una pequeña pieza de plata de un valor de unos 16 céntimos. Eso no es mucho, pero es más que sólo dinero para esta mujer; tenía además un gran valor sentimental. Era parte de su dote. Cuando una mujer se casaba tomaba el dinero que había acumulado toda su vida y lo cosía a un tocado que llevaba en la cabeza el día de su boda. Por tanto, estas monedas tenían un tremendo significado para esta mujer. Representaban no sólo el valor del dinero, sino todo lo que ella había aportado al matrimonio
La clave de esta ilustración es que algo se había perdido; pero se había perdido en casa, donde no se espera que las cosas se pierdan. Esta moneda no se extravió. Estaba en un lugar que parecía seguro. No obstante, se perdió, por descuido o negligencia, aunque pudo ser por accidente. La mujer no es consciente de que la moneda se perdió hasta que de repente descubre que ya no está. Cuando se da cuenta de que la moneda falta se agita en un frenesí de actividad para recuperarla porque tiene un enorme valor para ella.
Esta historia sólo tiene valor para nosotros hoy si la aplicamos a nuestra situación. ¿Hay alguien perdido en su hogar, quizás un hijo de quien dio por sentado que sería cristiano, pero, al crecer, algo le hace darse cuenta de que no lo es? Usted puede despertar y darse cuenta de que aquellos que usted daba por hecho que estaban sanos y salvos en su casa, no lo están; están perdidos.
El segundo paso de nuestra historia nos lleva inmediatamente a los esfuerzos de esta mujer para encontrar lo que se había perdido. Cuando se dio cuenta de que esta apreciada moneda se había perdido, se puso en acción. Su actividad en esta historia revela la preocupación del corazón de Dios por la gente que se ha perdido como esta. El corazón de Dios sale a su encuentro.
El tercer paso de la historia nos lleva por fin al encuentro y la alegría. Nuestro Señor describe el gozo que había en el corazón de esta mujer cuando encontró esta moneda que estaba perdida. Ella llamó a todos sus vecinos y amigos para compartir este gozo desbordante. Jesús dice que, del mismo modo, este gozo es compartido en el cielo. Hay fiesta en el cielo cuando uno de estos que se pierden en el hogar abre su corazón y encuentra al Señor viviente. Disparan cañones, tocan campanas, se columpian en las lámparas. Es un periodo de alegría incontenible ante Dios por alguien perdido que ha regresado.
¡Qué revelador es esto de cómo es el corazón de Dios! De cómo Dios anhela ver a aquellos que se pierden de casa, donde parecía que estaban en lugar seguro. Sin embargo, todos nosotros conocemos ejemplos de algunos que se han criado en hogares cristianos, pero están perdidos todo ese tiempo.
Padre, oro por que mi corazón se llene con la alegría que se describe en esta parábola en la que uno que se perdió en casa se vuelve a encontrar.
Aplicación a la vida
¿Estoy dando los pasos necesarios para hallar a aquellos que se han perdido en su hogar, antes de que sea demasiado tarde?