Pero el padre dijo a sus siervos:
Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies. Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado.Y comenzaron a regocijarse.Lucas 15:22-24
He aquí la alegría del padre cuando su hijo rebelde finalmente viene a casa.
¡Qué final tan feliz hay en esta historia para todos, excepto para el becerro gordo!
La felicidad del padre se desborda.
Él divisa la solitaria figura en el horizonte y corre a recibirlo.
Le rodea con sus brazos y lo besa.
El muchacho comienza su pequeño discurso:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo
.
El padre, que ya sabe lo que va a decir, lo detiene.
Manda a por la túnica, que es la señal de que es un hijo.
Manda a por un anillo, la señal de autoridad.
Y manda hacer una fiesta para homenajearlo.
Vuelve a colocar a este joven dentro del círculo familiar en una relación plena de hijo.
Empieza a honrarlo y tratarlo como un hijo mayor.
¿Cómo puede este padre estar tan contento? Es porque el muchacho ha estado muerto, pero ahora vive. Estaba perdido, pero ha sido encontrado. Ya casi se había rendido y perdido la esperanza. Tras el gozo del padre se encuentra el oscuro trasfondo de la agonía que sufrió mientras su hijo estuvo ausente.
El título que Helmut Thielicke dio a esta parábola no fue
El hijo pródigo
, como la llamamos nosotros, sino
El padre esperanzado
.
Lo que Jesús persigue no es mostrarnos el corazón del joven sino el del padre.
La agonía del padre comenzó cuando se dio cuenta por primera vez que tenía que dejar marchar a su hijo.
No quería hacerlo.
Conocía las pruebas innecesarias que estaban por delante.
Él pudo haberle ahorrado al hijo la angustia, la soledad, la vergüenza y la degradación en el país lejano.
De haber sido el muchacho más paciente y haber permitido a su padre realizar sus propósitos, podría haber tenido el goce pleno de la libertad que buscaba, sin pasar la angustia.
Aun así, el padre sabía que no podía hacerlo sin la total cooperación del muchacho.
El joven tenía que estar conforme con los planes del padre.
Pero, si no quería esperar, el padre no podía forzarlo.
Así que llegó un momento en que, con el corazón roto, le dio al muchacho el dinero y le dejó partir.
Si podemos ver la agonía del padre tal como Jesús intentaba hacer que la veamos, entonces tendremos la respuesta a la pregunta que muchos hacen sobre esta parábola:
¿Cómo podía Jesús contar la historia de un hijo rebelde que vuelve a su padre, sin referirse a Su propia cruz y Su amor redentor?
.
La respuesta es que la agonía del corazón del padre, que se vislumbra en el fondo de esta historia, es la imagen de la cruz.
La cruz es la expresión de la agonía de Dios por la rebelión del hombre.
Padre, rompe el lado rebelde que hay dentro de mí. Ayúdame a esperar cuando me lo pidas, y a aprender a confiar, sabiendo que
libertad ahorasignifica esclavitud; pero libertad cuando Tú la das significa libertad en plenitud.
Aplicación a la vida
¿He experimentado la restauración más plena posible sólo porque el Padre ha cargado con el daño y extinguido mi rebelión en la sangre de Su propio corazón?