Por eso os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Lucas 11:9-10
Fíjate cuidadosamente en lo que Jesús dice, ya que sugiere que hay tres niveles de oración: pedir, buscar y llamar a la puerta. Ahora mira estos tres niveles distintos. Las circunstancias de cada una son enormemente diferentes, pero la respuesta es la misma.
El nivel más simple y más fácil es, por supuesto, pedir. Lo que Él quiere decir es que hay ciertas necesidades que requieren una mera petición para ser inmediatamente e invariablemente cumplidas, y la gama de estas necesidades es mucho más extensa de lo que usualmente le damos crédito. Por ejemplo, al leer a través del Nuevo Testamento, se nos hace claro que nuestra necesidad de características como las de Cristo están en esta categoría. Si necesitamos amor, valor, sabiduría, poder, paciencia, todas están en este ámbito. Simplemente pide, eso es todo; pide, e inmediatamente la respuesta es dada. ¿No es eso lo que dice Santiago: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5)? ¿Y qué? “Le será dada”. Eso es todo: le será dada. Que pida y le será dada.
Un segundo nivel de oración es indicada por esta palabra “buscar”. No puedes pensar en lo que significa buscar sin ver que nuestro Señor introduce aquí un elemento de tiempo. La búsqueda no es una acción simple; es un proceso, una serie de acciones. Jesús dice que hay áreas de la vida que requieren más que pedir; debe haber búsqueda. Algo está perdido, escondido de nosotros, y la oración se convierte en una búsqueda, una petición de visión, para entendimiento, para resolver el misterio con el que nos enfrentamos. De nuevo, la respuesta es absolutamente cierta: ¡Busca, y encontrarás!
Todavía hay un tercer nivel que involucra el llamar a la puerta. Aquí, tanto tiempo como repetición son involucrados. El llamar a la puerta no es un simple golpe, sino una serie de golpes. Es una petición de admisión, repetida si es necesario, y sugiere situaciones donde buscamos una entrada o una oportunidad. Alguien quizás ha construido una barrera en contra de nuestro testimonio o en contra de nuestra amistad, o estamos buscando superar eso, el llegar detrás del muro de resistencia y el tener una oportunidad libre y abierta de hablar o de compartir, o de entrar en una vida. Eso requiere llamar a la puerta. Quizás tengamos un deseo inquebrantable de comenzar un cierto tipo de trabajo o ministerio del cual estamos excluidos ahora. Anhelamos movernos a esa área; sentimos que Dios nos está guiando, llamándonos a ser esto o a hacer eso. Eso requiere llamar a la puerta. Tenemos hambre, quizás, de sabiduría o amistad o, como lo dice la Palabra de Dios: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6). Estamos buscando una oportunidad, buscando entrada en el área que nos está restringida ahora. Esto requiere llamar a la puerta. Venimos a Dios, y audaz y repetidamente pedimos, cada vez haciendo un esfuerzo por entrar, ya que estamos descansando en la sólida seguridad de que lo que Jesús dice aquí es cierto: “Llamad, y se os abrirá”.
Señor Jesús, te pido que estas palabras vengan con un significado fresco y vital a mi corazón; que hay cosas que necesito pedir y tomar inmediatamente de Tu mano, otras que necesito buscar, y aún otras para las cuales necesito llamar a la puerta y esperar, y llamar de nuevo, sabiendo que en cada caso, sin excepción, Tu Palabra es segura.
Aplicación a la vida
¿Estamos cuidadosamente notando los tres aspectos o fases de la oración dada por Jesús? ¿Estamos observando éstas al hacer nuestras peticiones al Padre? ¿Será posible que no tengamos porque no le estemos pidiendo?