Se puso luego Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos.
2 Crónicas 6:12
1ª de Crónicas 6:12-40 graba la gran oración de Salomón en la dedicación del templo en Jerusalén. Ésta es una oración singular del Antiguo Testamento. Es, quizás, el único pasaje en el Antiguo Testamento que es un informe de una oración formal expresada en una gran ocasión de estado. La nación completa ―o por lo menos una gran porción de ella― se había reunido en los pórticos del templo, para dedicar el nuevo edificio que Salomón había construido de acuerdo a los planes que su padre David había dibujado.
La cosa más cercana que tendríamos a esta escena en América hoy sería la inauguración de un presidente. Como en nuestra inauguración, en esta ocasión se había construido una plataforma especial para el rey en el gran patio del templo, enfrente del altar de bronce, donde los sacrificios de pecado eran ofrecidos. En esa plataforma el rey Salomón comenzó esta oración con el reconocimiento de la promesa de Dios a David, su padre, que nunca faltaría un hombre que se sentara en el trono de Israel.
La oración de Salomón consiste de ocho peticiones de gran alcance que conciernen al templo y el lugar de oración en la vida del pueblo de Israel. Aunque esas peticiones tenían aplicaciones específicas al pueblo de Israel, tienen aplicaciones específicas a nuestras vidas así mismo. Por ejemplo, los judíos debían orar de cara al templo, sin importar en donde se encontraran en la tierra. Esto tiene una aplicación específica para nosotros. En el Nuevo Testamento se nos dice que nuestros cuerpos son el templo de Dios. Ésta es una verdad que a menudo la gente se pierde hoy en día. Es hiriente cuando los cristianos se refieren a los edificios como “la casa de Dios”. El Nuevo Testamento nunca llama a ningún edificio “la casa de Dios”. Los edificios de las iglesias no son casas de Dios; nosotros lo somos. En todas partes del Nuevo Testamento la respuesta al templo del antiguo régimen es el cuerpo humano y nuestras vidas personales. Nosotros somos la morada de Dios por el Espíritu. Cuando nos reunimos, el sitio entero se convierte en el templo del Dios viviente, Dios morando entre Su pueblo por el Espíritu.
Esto es lo que hace que nuestras reuniones sean un reconocimiento de la presencia de Dios en medio de nosotros. Jesús dijo: “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Lo que hace una iglesia significativa es el reconocimiento que nos reunimos como templo del Dios viviente. Considerando esto, la oración de Salomón se convierte en un maravilloso ministerio de enseñanza sobre el lugar y el poder de la oración en nuestras vidas.
Padre, pido que me convierta en una persona de oración, aprendiendo a comunicarme con el Dios de gloria y encontrar en el lugar de la oración con otros creyentes la respuesta a las necesidades personales que nos afligen de día en día.
Aplicación a la vida
Cuando estamos en Cristo, Él está en nosotros. ¡Nosotros somos Su templo! ¿Nos estamos despertando a la formidable intimidad con Cristo disponible en esta relación? ¿Hemos comenzado a entender que la oración es, por lo tanto, una comunicación en desarrollo con Aquel en el que vivimos y respiramos y tenemos nuestro ser?