Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros.
Colosenses 1:9a
Pablo sabe que los cristianos colosenses están viviendo en un mundo peligroso. Un volcán ardiente de falsas enseñanzas ha comenzado a hacer erupción y a envolverlos, amenazando con destruir la sencillez de la fe que está produciendo tal belleza y libertad en sus vidas. Pablo está en Roma, un prisionero en cadenas e incapaz de viajar a Colosas, mil millas al este, para ayudarles. No hay nada que pueda hacer por ellos físicamente. Pero espiritualmente es un poderoso guerrero de oración que puede crear una tremenda oportunidad en medio de ellos para conocer la verdad que puede liberarles y capacitarles para soportar el asalto de la falsa enseñanza. Eso, entonces, es lo que está haciendo: está orando por ellos.
La cosa notable sobre esta oración es la primera frase de ella: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros”. Ésta era una oración continua. Por lo que sabemos, Pablo nunca había estado en Colosas. Aparte de uno o dos entre ellos, no conocía personalmente a estos creyentes. Y sin embargo ora incesantemente por ellos. Cuando nos encontramos con declaraciones como éstas en las Escrituras, es justo preguntar: “¿Cuándo hizo esto?”. Está encadenado a un guarda romano día y noche; nunca tiene un momento en privado. Dormido o despierto, está encadenado a su carcelero. Lo que es más, cuando está despierto, sus amigos están viniendo a visitarle para buscar su consejo e instrucción. Incluso ministra a los guardas romanos, muchos de los cuales vinieron a Cristo, como aprendemos en la carta a los filipenses. Está ocupado escribiendo cartas también; así que, ¿cuándo encontró tiempo para orar por los colosenses?
La respuesta se encuentra en una vida de oración continua. Esto se refiere a oraciones silenciosas, susurradas y alabanzas que fluyen de nuestros corazones todo el día. Utilizamos interrupciones, gente o acontecimientos que irrumpen inesperadamente sobre nuestro día como llamadas específicas a la oración. La mayoría de nosotros utilizamos las horas de la comida para pensar en Dios y para dar voz a nuestras gracias a Él. Pero hay otras cosas aparte de la comida que pueden llamarnos a la oración. Incluso podemos utilizar el periódico o la televisión de la misma forma. Al observar a aquellos que toman las decisiones en el mundo frente a nosotros, podemos respirar una silenciosa oración por ellos por nombre. Podemos leer un periódico piadosamente, susurrándole a Dios nuestra intercesión por aquellos en necesidad sobre los cuales estamos leyendo. Cuando nos encontramos con alguien, incluso de forma descortés, causándonos tropezar en el autobús, golpeándonos con el paraguas, esquivándose enfrente de nosotros en el tráfico, puede que Dios nos esté llamando la atención a ese individuo en particular para poder inspirarnos a orar por él.
¿Alguna vez has orado por gente que se interpone enfrente de ti en el tráfico, pidiendo a Dios que les bendiga, no insultándoles? Esto es lo que está sugiriendo: la oración continua surge constantemente como una reacción a lo que estás pasando. Estoy seguro de que esto explica las palabras del apóstol aquí. A lo largo del día pensaba en los colosenses, cómo estaban y qué es lo que les estaba amenazando, y respiraría una oración por ellos. Esto es lo que quiere decir cuando dice: “no cesamos de orar por vosotros”. Podemos orar los unos por los otros de la misma maravillosa forma.
Señor, enséñame el secreto de la oración continua. Ayúdame a ver cada acontecimiento y cada persona en mi vida como una invitación a orar.
Aplicación a la vida
¿Se está convirtiendo la comunicación con nuestro Padre en una respuesta espontánea a todo en la vida? ¿Somos fieles en responder con oración a la plétora de necesidad continuamente rodeándonos?