Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos.
2 Corintios 4:7-9
Eso es la vida, ¿no es así? Aquí están enumeradas las presiones comunes a todo hombre y que no desaparecen en la vida de un cristiano. No es verdad que cuando usted se convierte en cristiano todo se suaviza y a usted le hacen miembro de un club con una alfombra roja a lo largo de la vida, de modo que puentes misteriosos aparecen sobre todos los abismos, los vientos se apaciguan para usted, y no hay presiones ni dificultades. ¡Qué lejos está eso de la realidad! El problema es que todas las presiones siguen ahí. Es la cruda realidad. Mire estos ejemplos:
Atribulados en todo (aflicciones): Son las pruebas normales a las que todos nos enfrentamos, los cristianos lo mismo que los no cristianos. Su lavadora se rompe un lunes por la mañana; su suegra llega justo cuando usted no quería; la enfermedad azota a su familia; viene la angustia; son los golpes de la vida que afectan a todo el mundo. Todos son muy normales, muy cotidianos.
En apuros: Esto se refiere a todo lo que nos urge a tomar decisiones cuando no sabemos qué decidir.
Estamos perdidos; no podemos ver el final; no sabemos cómo saldrá.
Estamos afligidos por miedos, ansiedades, preocupaciones e incertidumbres, todas resumidas en esta palabra apuros
.
Perseguidos: Estos son todos los malentendidos con los que tropezamos, los ostracismos, la frialdad que nos muestran a veces, las actitudes y acciones maliciosas, los desprecios deliberados, los ataques a nuestra persona y reputación y, a menudo, las prácticas injustas, fanáticas y llenas de prejuicios de unos miembros de la sociedad contra otros; todo esto es parte de la vida cristiana, del mismo modo que de la vida no cristiana.
Derribados: Hay golpes tremendos y demoledores que caen inesperadamente en nuestras vidas —accidentes, enfermedades mortales, guerra, terremotos, hambre, revueltas, demencia—, los terribles sucesos que devastan a una familia o un individuo y nos dejan aterrados y desconcertados. Todas estas cosas son una parte normal de la experiencia cristiana. No cambian los problemas ni las presiones.
Pero, mire las reacciones:
Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos
.
Hay un poder interior, un poder trascendente, diferente a cualquier otro, que continuamente contrarresta con igual presión a cualquier cosa que venga del exterior, de modo que no estamos destruidos, ni aplastados, ni desesperados.
Eso es lo que se intenta que sea la vida cristiana.
No hay duda de eso.
Todos estamos llamados a esta clase de experiencia victoriosa.
Quizás todos los que conocemos a Jesucristo hemos experimentado algo de esto a veces. Sabemos cómo Cristo puede apoyarnos en tiempos de dolor y esfuerzo, pero generalmente es en las cosas grandes, en las cosas devastadoras, cuando experimentamos algo de lo real que es esto. Pero, la idea es que esto sea algo constante, una experiencia continua. Hemos de contrarrestar las presiones con una presión interior equivalente, no sólo en las cosas grandes, sino también en las pequeñas.
Señor, oro para que pueda aprender a aceptar con entendimiento, buen talante y alegría las experiencias que se presenten en mi vida y que me fuerzan a apoyarme en Tu gracia.
Aplicación a la vida
¿Cómo responde a las pedradas y flechas
que la vida le lanza? ¿Se vuelve a Cristo a por ayuda o responde con desesperación?