¿Os vamos a obedecer ahora cometiendo todo este mal tan grande de prevaricar contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?
Nehemías 13:27
Las naciones entre las cuales Israel había sido llamada a vivir eran generalmente degeneradas y practicaban la lujuria pública. Su inmoralidad había hecho que las enfermedades se extendiesen entre el pueblo. Mataban a sus hijos lanzándolos vivos en los hornos de fuego en adoración a su dios Moloc. A fin de proteger a Israel de estas peligrosas costumbres, Dios les había dicho que no debían casarse con estas gentes. Aunque el contraer matrimonio con otros pueblos pueda parecer algo que está bien y es apropiado para nosotros, introduciría a los israelitas a actitudes y conceptos que acabarían por minar su fe y destruirles a ellos y a su nación, y eso fue lo que pasó. Aunque Salomón, el hijo de David mismo, era conocido como el hombre más sabio que jamás haya vivido, contrajo mil matrimonios con mujeres extranjeras, que trajeron sus dioses con ellas y eventualmente introdujeron las prácticas paganas en la adoración de Israel. Para cuando el hijo de Salomón llegó al trono, la nación estaba tan dividida que no podía seguir existiendo como una sola nación, así que se separó en dos. De manera que éste era un compromiso muy sabio que hacer.
Este mandamiento, de hecho, se repite en la segunda epístola de Pablo a los corintios, no en lo que se refiere a las distinciones raciales, sino a las religiosas. Él dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?” (6:14-16a). Muchos cristianos han hecho caso omiso de esto para su propio perjuicio, casándose con personas pertenecientes a otras religiones. Al hacerlo han perjudicado de tal modo su propia fe que, al final, el mal se ha introducido de diferentes maneras y ha destruido su matrimonio. No hay garantía de que si se casa usted con una persona cristiana su matrimonio vaya a ser feliz, porque hay otros principios involucrados. Pero es mucho más factible que dos cristianos sean felices juntos, porque hay principios y prácticas que nos ha enseñado la Palabra que hacen que el matrimonio sea feliz. Sin embargo, es seguro que si desobedece usted este mandamiento, le esté usted abriendo la puerta a grandes sufrimientos, luchas y desgracia. Hay pasajes diseñados para ser de ayuda a las personas que han desobedecido este principio, porque Dios es muy práctico y misericordioso. Él reconoce, por varios motivos, que el casarse con personas de otras religiones es algo que puede suceder. Existen normas para ayudar a enfrentarse con estas situaciones, pero en general esta es una sabiduría práctica que debemos integrar a nuestras vidas hoy. Contraiga usted matrimonio con aquellos que tengan su misma fe, porque la fe es la base de toda la vida.
Señor, las normas que Tú has dado para vivir son buenas y justas. Te doy gracias de que me amas lo suficiente como para protegerme de aquello que a la postre me causaría sufrimientos y desgracia, no sólo a mí, sino a otros.
Aplicación a la vida
¿Estamos nosotros buscando activamente la sabiduría profunda y práctica de la Palabra para todas nuestras relaciones y para sacar provecho para nosotros mismos a Su sabia y amorosa protección?