En aquel día fueron puestos hombres sobre los depósitos de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para almacenar en ellos las porciones que la Ley otorga a sacerdotes y levitas, las cuales llegaban de las ciudades; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y levitas que servían.
Nehemías 12:44
Estas ofrendas y contribuciones las hacían con placer. Las Escrituras nos informan con todo cuidado que las ofrendas no significan nada si no se hacen con gozo. Si usted no da con placer, Dios no quiere su donativo, y no le importa lo pequeño o lo grande que sea. Si lo único que le importa a usted es causar una impresión a otras personas por el tamaño de su donativo, Dios no está interesado en esto. Jesús contó acerca de una viuda que puso dos pequeñas monedas en el tesoro, diciendo que ella había dado más que todas las personas ricas que habían hecho donativos ese día. Dios recogería esa insignificante cantidad y la usaría con más poder de lo que lo haría con los donativos de los ricos. Lo que Dios busca siempre es la nota de placer, de deleite, que hace posible devolverle a Él con gozo los fondos con un corazón agradecido.
El Dr. H.A. Ironside acostumbraba contar la historia de un anciano escocés que, sin darse cuenta, dejó caer un soberano de oro en la bolsa de la colecta del culto en la iglesia. En Escocia, cuando los encargados de la colecta recogen una ofrenda, usan un palo largo con una bolsa al final, que pasan entre los bancos. Este anciano escocés puso una moneda de oro por equivocación cuando lo que pretendía dar era un chelín. Tan pronto como se dio cuenta de la equivocación, intentó recuperar su moneda de oro. Pero el que estaba pasando la colecta tiró de la bolsa y dijo: “¡No, una vez que se ha echado, se queda ahí!”. El anciano le dijo: “Ah bueno, obtendré el crédito por ella en la gloria”. El hombre le contestó: “¡No, a usted se le acreditará un chelín!”. Eso era todo lo que el anciano tenía la intención de dar. De manera que nosotros debemos darle a Dios como Dios nos ha dado a nosotros: libremente y con alegría.
La última frase de este párrafo dice: “Entregaban asimismo sus porciones a los levitas”. Se anduvieron con cuidado para ayudar también a aquellos que no podían estar allí, o que estaban ocupados haciendo otras cosas y, por lo tanto, no tenían la oportunidad de compartir en las ofrendas. Ésta es una preciosa imagen de la unidad de la nación de Israel. Dios estaba siempre intentando enseñar a este pueblo que se pertenecían los unos a los otros. No eran individualistas, ocupándose de lo suyo, sino obreros juntamente con Dios. Yo no conozco ninguna verdad que sea más importante en el cuerpo de Cristo que el reconocer que Dios usa a las personas de diferente manera a como nos usa a nosotros. Nosotros debemos reconocer que nuestra manera de servir a Dios no es la única manera, sino que pertenecemos y nos necesitamos los unos a los otros.
Padre, te doy gracias porque de la abundancia que me has dado a mí, puedo dar a otras personas, sabiendo que Tú continuarás proveyendo mis necesidades.
Aplicación a la vida
¿Qué motivo tenemos en el fondo de nuestro corazón cuando damos? ¿Estamos tan agradecidos por los dones que Dios nos concede que damos con gusto, alegre y generosamente, además de hacerlo con compasión?