Pero él les dijo: ―No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde lo pusieron. Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo.
Marcos 16:6-7
Las palabras del ángel a estas mujeres contienen la respuesta a todo el escepticismo que ha perdurado durante más de veinte siglos. Porque el ángel les dijo varias cosas a ellas que contestan a la mayoría de las afirmaciones que jamás se han suscitado al cuestionar la realidad de la resurrección. La primera cosa que dijo el ángel fue: “Este Jesús de Nazaret, éste que fue crucificado, éste mismo al que buscáis, ha realmente resucitado de entre los muertos”. Se han realizado muchos esfuerzos por ir en contra de esta declaración, diciendo que las mujeres fueron al sepulcro equivocado o que encontraron a la persona que no era. Toda esta pregunta ha sido contestada aquí por el ángel, que les dice a las mujeres: “Este mismo Jesús, al que conocíais de Nazaret, el Jesús que fue crucificado, que vosotros visteis en la cruz con los clavos en sus manos y la sangre corriendo por su costado, éste mismo ha resucitado de entre los muertos”.
Luego les dijo: “Él no está aquí”. Es decir, “No sólo ha resucitado; él no está aquí”. Y con estas palabras deja claro que, aunque Jesús ha resucitado, existe, sin embargo, un verdadero vínculo con nuestra humanidad. Él no es sólo un espíritu; ésta no es una resurrección espiritual, sino una resurrección corporal. Fue el cuerpo de Jesús que resucitó de entre los muertos. En la actualidad, existen sectas que afirman que lo que sucedió fue que se levantó el espíritu de Jesús y que ahora Él vive sólo espiritualmente. Pero la Biblia defiende de manera consistente la propuesta de que fue el cuerpo muerto el que fue puesto en el sepulcro, que también resucitó de los muertos. “Él no está aquí”. Es una persona, una persona humana con un cuerpo humano, transformado sí, pero realmente humano, y con este cuerpo humano resucitó de los muertos.
Lo tercero que dice el ángel se expresa con estas extraordinarias palabras de las que sólo Marcos ha dejado constancia: “Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea”. Éste es un toque maravilloso. ¡Qué palabra tan dulce y tierna es ésta! La última vez que vimos a Pedro en este relato del evangelio, estaba en el patio del sumo sacerdote durante el juicio de Jesús. Y una joven no hacía más que seguirle, diciendo: “Yo te conozco; tú estabas con él, ¿verdad?”. Pero Pedro no hacía más que negarlo. Salió rodeado por la oscuridad de la noche, llorando amargamente. ¡Qué cosa tan tierna es que el ángel le dijese a las mujeres: “Id y decidles a los discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea!”. Le coloca justo en la banda apostólica.
Esto nos dice que Jesús está a la disposición de las personas de manera individual, no sólo de las multitudes en general, no sólo del mundo en general o de la iglesia, sino de usted. Este hecho de que esté accesible a las personas de manera individual ha sido la marca característica del cristianismo desde entonces. Cada uno de nosotros podemos conocerle personal e íntimamente, no sólo como una figura de la historia, ni como un rey que ha de venir ni en un sentido general, como sabemos acerca del presidente de los Estados Unidos, sino de una manera íntima, personal, real, con un sentido consciente de saber que compartimos la comunión humana más íntima.
Señor Jesús, te doy gracias porque Tú eres, de verdad, lo que prometiste ser, un Señor vivo, y porque Tú puedes entrar en mi vida y empezar a sacarme de la desesperación a la esperanza, de la muerte a la resurrección.
Aplicación a la vida
¿Cuál es el profundo impacto de la resurrección corporal de Jesús sobre nosotros personalmente? ¿De qué manera afecta a nuestra intimidad con Jesús? ¿Reconocemos nosotros Su vida en nuestro cuerpo?