Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
Marcos 10:7-8
Hay muchísimas implicaciones en esta afirmación. Para empezar, reconocemos que elimina nociones como puedan ser los “matrimonios homosexuales”. No existe nada por el estilo. Estas tergiversaciones patéticas no son más que un comentario penetrante de las ideas torcidas y distorsionadas que prevalecen en la sociedad hoy. Para contraer matrimonio es preciso que esté formado por un hombre y una mujer, y así ha sido siempre desde el principio.
Pero lo que nuestro Señor deja claro es que esta relación es la relación más elevada posible en la vida y tiene prioridad sobre todas las demás. La relación incluso más cercana que la de la sangre es el matrimonio, en la mente y en el corazón de Dios. Es más cercana que la de los hijos que puedan tener. Es preciso que las personas se conviertan en maridos y esposas antes de que se conviertan en padres y madres. Esto indica una prioridad en las relaciones. El hombre está más cerca de su esposa, y ella lo está del marido de lo que jamás lo estarán de sus hijos. Aunque puede que nosotros no nos sintamos de esta manera, ésta es la verdad.
¿Cuál es, pues, el propósito del matrimonio? Es convertirse en uno; para esto son los matrimonios. Dos personas que son dispares, personas distintas y diferentes, con diferentes personalidades, diferentes dones, fusionan y unen sus vidas, de modo que por medio de este proceso se convierten en una sola carne, que es lo que significa el matrimonio. No es algo que sucede de manera instantánea cuando usted se casa. La ceremonia de enlace matrimonial no les convierte a ustedes en uno. El primer acto sexual después del matrimonio no les convierte en uno. Comienza el proceso, pero no lo acaba. Es preciso todo el tiempo de matrimonio para lograr esto, de manera que el matrimonio es el proceso de dos personas convirtiéndose en una.
Por lo tanto, el hombre y la mujer no deben vivir juntos como compañeros de cuarto. El matrimonio no significa que cada uno sigue su camino por separado, teniendo sus diferentes carreras y sencillamente compartiendo una casa y una cama. Ni tienen por qué separarse por cada problema o dificultad que pueda surgir entre ellos; deben solucionarlos. No están separados; deben decidir permanecer juntos, pasar el resto de sus vidas juntos, de forma que puedan unir sus vidas. Por lo tanto, dejan de ser rivales para convertirse en compañeros. De modo que un matrimonio que tiene éxito no es uno exento de problemas; es aquel en el que se resuelven los problemas, donde el marido y la mujer no se separan, sino que permanecen unidos, enfrentándose con sus problemas, descubriendo la dureza de corazón que existe y aprendiendo de qué manera puede Dios ablandarla. En otras palabras, es un proceso, no una sola producción. Es un peregrinaje, no una representación de seis semanas de duración. La intención es que sea una representación pública, no una situación privada. Es un contrato de por vida, no una franquicia que se puede negociar de nuevo, como muchos creen hoy.
Gracias por estas palabras claras y sencillas que me ayudan a entender lo que representa escoger una esposa o un marido y Tu propósito en ello. Ayúdame a caminar de esta manera.
Aplicación a la vida
¿Ha corrompido la percepción cultural del matrimonio nuestra concepción del plan de Dios para esta relación de fundamento? ¿De qué modo la manera errónea de participar en el matrimonio va en contra de la intención de Dios?