Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
Marcos 10:25
Ésta es una afirmación asombrosa que hace Jesús. En ella destaca el terrible peligro de la afluencia. Esto, dice Él, hace cosas horribles al alma. La mayoría de nosotros, si no abiertamente, al menos en secreto, tenemos envidia a los ricos y desearíamos tener dinero. Y sin embargo, si realmente entendiésemos lo que está diciendo Jesús, no nos sentiríamos de esta manera, sino que les tendríamos lástima. Creemos que tienen un privilegio excesivo, pero son personas despojadas. Han sido robadas por las cosas que tienen. De modo que Jesús enfatiza el terrible peligro de la riqueza. “Es imposible”, dice, “para un rico entrar en el reino de Dios”.
No restemos importancia a lo que Él dice aquí. Algunos comentaristas intentan explicar que el “ojo de la aguja” se refería a una pequeña puerta, de unos cuatro pies de altura, situada en la muralla de Jerusalén y que, retorciéndose y meneándose, el camello podía evidentemente entrar por ella. Yo no encuentro demasiada evidencia que apoye este punto de vista y creo más bien que Jesús se estaba refiriendo a una aguja en el sentido literal. Intente usted imaginarse a un enorme camello, con su joroba, intentando pasar apretadamente por el ojo de una aguja. Jesús les está diciendo: “Es imposible”.
¿Por qué es imposible? Está claro a juzgar por el contenido que las riquezas tienden a destruir las cualidades que debe tener usted para poder entrar en el reino de Dios. Destruye la sencillez en la vida, semejante a la de los niños. La afluencia crea una preocupación por los valores secundarios. Las personas ricas no se preocupan pensando de dónde vendrá su próxima comida; se preocupan por el gusto que tendrá. No les preocupa si están adorando a Dios correctamente, sino de poder estar en un edificio precioso. Las riquezas transfieren su preocupación de lo necesario a las cosas secundarias.
Es más, la afluencia destruye la capacidad para aprender, porque crea un sentido falso de poder y de autoridad. Los que tienen poder gracias a su dinero empiezan a sentir que ellos deberían ser los maestros. ¡No necesitan aprender, porque ya lo saben todo! Esto hace que sean arrogantes, que se muestren indiferentes e insensibles a las necesidades de otros, haciendo que estén aislados y que tengan una falta de interés.
Finalmente, la afluencia gradualmente esclaviza a aquellos que están relacionados con ella. Crea una creciente dependencia de la comodidad, de “la buena vida”, hasta que las personas llegan a un punto en el que no pueden renunciar a estas cosas; sus posesiones se han apoderado de ellas. Como una droga que crea hábito, se vuelven adictas a las cosas, adictas a la comodidad y a la holgura. Por lo tanto, destruye el espíritu que se interesa, que está listo y dispuesto a seguir la verdad siempre que se revela.
Es por eso que Jesús dijo que es imposible para las personas, pero no para Dios. Ésta es la nota de la gracia. Dios puede romper la esclavitud a las riquezas. ¿No es interesante que si una persona rica viene a Cristo, tiene que venir exactamente de la misma manera que el mendigo más pobre que no tiene donde vivir? Las personas ricas tienen que admitir su completa y total necesidad y venir como pecadores culpables, desgraciados y miserables, para recibir el don de la vida de manos de Jesús desde la cruz. No hay ninguna otra manera de venir.
Señor, ayúdame a estar dispuesto a renunciar a mis posesiones y a ponerlas de nuevo en Tus manos.
Aplicación a la vida
¿Nos mantenemos nosotros alerta a los posibles efectos corrosivos de que nuestras posesiones se apoderen de nosotros? ¿Es nuestra actitud una actitud que demuestra que estamos dispuestos a renunciar a ellas y volver de nuevo a Sus manos?