Habló Jehová a Moisés y le dijo: “Toma a Aarón y a sus hijos con él, también las vestiduras, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros y el canastillo de los panes sin levadura, y congrega a toda la comunidad a la puerta del Tabernáculo de reunión”. Hizo, pues, Moisés como Jehová le mandó, y se reunió la congregación a la puerta del Tabernáculo de reunión.
Levítico 8:1-4
Estos versículos nos dan una introducción al sacerdocio al describir en un límite muy breve los ingredientes que lo hacen posible. Primero viene la Palabra de Dios. Un verdadero sacerdocio nunca origina de la idea del hombre de lo que él necesita. Viene de la Palabra de Dios, de los pensamientos de Dios. Dios nos conoce y Él ha diseñado esto para nosotros. No viene de un papa, o de un consejo, ni de una convención, ni de un sínodo de obispos, ni de ninguna otra forma de comité humano.
El segundo elemento son Aarón y sus hijos. Aarón era el hermanastro de Moisés. Él y sus descendientes eran la única familia de todo el Antiguo Testamento autorizada a servir como sacerdotes. En esta familia Aarón mismo debía ser el sumo sacerdote. Como deja muy claro el libro de Hebreos, nosotros también tenemos un Sumo Sacerdote. Aarón es la imagen de ese Sumo Sacerdote, Jesucristo nuestro Señor. Así como Su sacerdocio nos es necesario, Aarón era necesario para los israelitas. Los hijos de Aarón representan a cada creyente en Jesucristo. Todo aquel que conoce a Jesucristo como Señor y Salvador es constituido un sacerdote a otros miembros de la familia humana. Juan dice que Jesús nos ha hecho un reino de sacerdotes (Apocalipsis 1:6).
El tercer ingrediente del sacerdocio son las vestiduras. En el simbolismo de las Escrituras, las vestiduras son siempre una revelación del carácter del individuo que las lleva. Así que al examinar la lista de las vestiduras entenderemos lo que es un sacerdote, lo que hace y cómo sirve.
El cuarto ingrediente del sacerdocio es el aceite de unción, el cual, en las Escrituras, siempre habla del Espíritu Santo. Esto significa que un sacerdote, para ser efectivo, siempre debe estar andando en el Espíritu. Nunca serás un sacerdote efectivo a menos que aprendas el ministerio del Espíritu Santo, aprendas cómo funciona en ti y por medio de ti, impartiendo la vida de Cristo a otros por medio de ti.
El próximo ingrediente son los sacrificios. Estos siempre hablan de redención, de la necesidad de encargarnos del problema del pecado y la culpa. Ya que Aarón y sus hijos eran tan sólo hombres, ellos también necesitaban sacrificios.
El sexto elemento del sacerdocio era el hecho de que Dios le dijo a Moisés que juntara a toda la congregación. Dios insistió en que todos los adultos y los niños estuvieran allí. Quería que tanto el más humilde como el más grande de Israel estuvieran presentes. Moisés tenía que reunir a toda la congregación: más de un millón de personas. ¡Menudo problema debió de crear para sentarlos a todos! Quizás construyeran gradas. Sea como sea, todos debían estar allí, para que Dios mismo les pudiera enseñar lo que significaba el sacerdocio.
Padre nuestro, ayúdanos a levantar nuestros ojos a este gran Sumo Sacerdote que está en nosotros, listo para darnos todos los poderosos recursos disponibles a Él. Ayúdanos a comenzar a echar mano de estos recursos y a entender que Tú has hecho provisión para satisfacer todas nuestras necesidades.
Aplicación a la vida
Cada aspecto del sacerdocio decretado por Dios ha sido cumplido en nuestro Sumo Sacerdote, el Señor Jesucristo. Cuando Él entra como nuestro Señor y Salvador, Él ministra a todas nuestras necesidades, y nos invita a servirle como Sus sacerdotes representativos. ¿Hemos entrado a esta asombrosa herencia?