Aarón respondió a Moisés: “Mira, hoy han ofrecido su expiación y su holocausto delante de Jehová, pero a mí me han sucedido estas cosas. Si yo hubiera comido hoy del sacrificio de expiación, ¿sería esto grato a Jehová?”. Cuando Moisés oyó esto, se dio por satisfecho.
Levítico 10:19-20
¿Ves el problema aquí? Había dos tipos de ofrendas por el pecado, como se explica en la ley de la ofrenda del pecado en el capítulo 6. En una de ellas la sangre debía ser llevada al santuario interior, al lugar santo, y allí debía ser rociada en los cuernos del altar de oro del incienso fragante. Eso era lo que se requería como una imagen de la inmoralidad de la maldad del hombre. Y por causa de esa inmoralidad ninguna parte del animal debía ser comida, sino que todo ello debía llevarse fuera del campamento y quemado.
Pero había otro tipo de ofrenda por el pecado en la cual la sangre se rociaba en los cuernos del altar de bronce en el atrio exterior. Ahí la carne del animal debía ser comida por los sacerdotes como una imagen de su entendimiento de la naturaleza de su maldad y como símbolo de su aceptación del perdón de Dios.
Esta ofrenda era del segundo tipo. La sangre no había sido traída al santuario, y, por lo tanto, Moisés dice: “¡Tú deberías haber comido esta carne! ¿Por qué no lo hiciste?”. Tiene miedo no sea que Dios consuma al resto de los sacerdotes. Pero Aarón explica: “Dos de mis hijos han pecado. Y aunque una ofrenda por el pecado se había ofrecido esta misma mañana, sin embargo, murieron. Obviamente hay alguna profundidad de inmoralidad aquí que no entendemos pero que ha tomado sus vidas. Por lo tanto, me pareció que el Señor no estaría contento si yo comiera de la ofrenda del pecado. Así que lo hemos tratado como si la sangre hubiera sido rociada frente al altar de oro y el cuerpo de este animal hubiera sido quemado por completo”.
Cuando Moisés oyó eso, se dio cuenta de que Aarón había ido más allá de la letra de la ley; había entendido la intención de la ley. Había entendido lo que Dios quería en estos sacrificios y rituales y ceremonias. Y, por lo tanto, Dios, compasivamente, no ejercita ningún juicio aquí. Aarón ha proseguido más allá de la letra a la más profunda intención de la ley. Moisés está contento con eso.
La actitud siempre agrada a Dios. Dios no está realmente tan interesado en nuestro ritual. Eso es algo que desesperadamente necesitamos comprender. No está impresionado por el hecho de que venimos a la iglesia todos los domingos, si eso es todo lo que hacemos. No le importa que nos pongamos en pie y cantemos y oremos y testifiquemos, o lo que sea que hagamos, si nuestro corazón no está en ello. Lo que Él quiere es lo que ocurre en el corazón. David entendió esto cuando escribió: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17).
Eso es lo que Dios busca con nosotros. No quiere ningún tipo de tontería religiosa. Lo que quiere es un corazón que está abierto, receptivo, honesto y obediente frente a Él. Con eso Dios está grandemente satisfecho. Eso deleita Su corazón.
Señor, quiero encontrarme contigo, la Palabra viva. Haz de mi vida un medio, no de erudición bíblica, pero de hermandad con Cristo.
Aplicación a la vida
Dios no se place con una mera conformidad externa a la ley, sino que siempre intentemos entender Su intención. ¿Están siempre siendo enseñadas nuestras mentes lo que es santo y agradable a Dios por la renovación de nuestras mentes?