Jesús le contestó: ―Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Juan 4:13-14
Al principio de este capítulo, una mujer se encuentra con Jesús en el pozo de Jacob. Esta mujer había ido para sacar agua. ¡De qué manera tan preciosa Jesús saltó por encima de las diferentes barreras que le separaban de esta mujer! Él era un rabino, y según la ley rabínica se instruía a los rabinos a no hablar nunca con una mujer en público, ni siquiera con sus propias esposas o hermanas. De hecho la ley rabínica decía: “Es mejor quemar la ley que dársela a una mujer”. En esta cultura consideraban a las mujeres como totalmente incapaces de entender temas complicados como la teología y la religión.
Pero fíjese usted en cómo la trata Jesús. Él pudo sacar Sus propias conclusiones por la circunstancia de que ella había ido a este pozo. Aunque había otro pozo en el pueblo, como una paria de la sociedad se veía obligada a recorrer todo el camino hasta este pozo, que se hallaba a media milla de distancia. Al encontrarse con ella, nuestro Señor entendió esto como una señal de Su Padre que aquí estaba una de aquellas pecadoras a las que Él había venido a llamar al arrepentimiento. Él mismo dijo en una ocasión: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9:13b). Es posible que Él supiese más acerca de la historia de esta mujer de lo que sugiere esta introducción, porque un poco más adelante le menciona varios hechos acerca de ella que Él evidentemente sabía. Había pasado varias veces por este pequeño pueblo y probablemente hubiese oído algo acerca de ella, y el haberse encontrado con ella en el pozo es para Él una indicación de que Dios el Padre deseaba tenderle una mano a la mujer.
Jesús le dice: “No estoy hablando sobre el agua del pozo. Bebe de esa agua y volverás a tener sed”. (Ella sabía lo que Él había querido decirle porque llevaba años viniendo al pozo.) “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás.” Como es natural, no quiso decir que la persona podía beber del agua viva y que no volvería a tener sed jamás en su alma, como tampoco que una persona bebiese cualquier clase de agua en el sentido físico y literal y no volver jamás a tener sed. Lo que Él quiso decir es lo que nosotros los americanos hemos descubierto en nuestros propios hogares. ¿Cómo evitamos tener sed? El agua nos llega por una tubería de la que disponemos todo el tiempo, de manera que cuando tenemos aunque no sea más que un poco de sed, bebemos de ella, y eso es lo que quiso decir Jesús aquí. El agua que Él daría estaría disponible continuamente, de modo que cualquiera que tuviese sed pudiese beber de inmediato.
Muchos cristianos nunca parecen entender esta verdad. Nunca se dan cuenta de que hay un lugar donde su sed interior, su sensación de inquietud, su deseo de más de lo que tienen, puede quedar satisfecho de inmediato.
Jesús continúa dejando claro que va a ser del interior: “el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salta para vida eterna”. Como es natural, lo que quiere decir es que el Espíritu que Él impartirá es un Espíritu que da vida, que cuando la persona bebe de este Espíritu, esa persona experimenta la calidad de vida que llaman las Escrituras vida eterna.
Esto significa mucho más que la vida eterna. Significa una vida refrescante, vigorizante, emocionante; una vida que tiene las cualidades del amor, del gozo y de la paz a su alrededor. Cuando usted sabe que le faltan estas cualidades, si bebe usted de inmediato del agua que le dará a usted, Jesús podrá colmar su sed de inmediato, una y otra vez, repetidamente. Es una imagen preciosa: una fuente que fluye para vida eterna.
Señor, te doy gracias por haberme revelado la fuente en mi interior, el lugar de significado, el lugar del amor renovado, de limpieza, refrescante, que nos lava de nuevo. Enséñame a beber con frecuencia a lo largo del día, tantas veces como necesite, de esta fuente refrescante. Lléname para que no tenga que correr tras las cisternas vacías y para que no siga las filosofías engañosas del mundo a mi alrededor. Permíteme beber profundamente de Aquel que ha venido; que ha demostrado ser en mi propia vida el Salvador del mundo.
Aplicación a la vida
La sed más profunda de nuestra alma es la de Dios mismo. Cuando Su Espíritu mora en el interior, Él es una fuente de suministro espontáneo y continuo de agua viva. ¿Estamos nosotros bebiendo de Él y compartiendo el gozo con otros?