Cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman estos?”. Pero esto decía para probarlo, porque él sabía lo que iba a hacer.
Juan 6:5-6
Ha llegado el momento de hacer examen. No estamos seguros de por qué Jesús escogió a Felipe. Es posible que Felipe fuese el que Él pensó que era el más avanzado en lo que se refiere a las lecciones de la fe. Todos estos discípulos tenían personalidades únicas. Pedro era un hombre que hablaba a gran voz y era decidido, metiendo la pata la mayor parte del tiempo. Santiago y Juan eran ambiciosos y fogosos, perdiendo fácilmente la calma. Felipe era más sosegado y profundo, dando siempre la impresión de quedarse más en segundo término todo el tiempo. A pesar de lo cual, estoy seguro de que Jesús vio en él un hombre de profunda percepción. Los más callados suelen ser con frecuencia los más profundos pensadores. Tal vez escogiese a Felipe porque es posible que fuese el que mejor entendería lo que se hallaba tras los fenómenos más dramáticos que los discípulos estaban presenciando.
En cualquier caso, Jesús le dijo a Felipe: “¿Cómo podemos comprar pan para que puedan comer estas gentes?”. La verdad es que no esperaba tener que comprar pan. De hecho Jesús sabía que Felipe no podía realmente contestar Su pregunta. No había cerca ningún pueblo ni ninguna tienda, y aparte de eso tenían muy poco dinero. Evidentemente Su pregunta tenía como propósito colocar a Felipe en una situación que no tenía solución humana.
¿Le ha sucedido esto a usted alguna vez? Es posible que en estos momentos se encuentre usted en una situación por el estilo, teniendo que enfrentarse con un problema para el cual no tiene la respuesta según los recursos normales de la vida humana. Eso fue lo que hizo Jesús con Felipe.
Nuestro Señor estaba pensando en ministrar a estas personas, en suplir su necesidad. Pero Felipe pensó en seguida en lo que se refiere al dinero, de modo que le contesta a la pregunta de Jesús: “Doscientos denarios no bastarían para comprar suficiente pan para que cada uno de ellos comiesen un poco”. Al calcular los recursos de que disponían, Felipe se dio por vencido por la desesperación, pensando que no había manera en que se pudiese resolver el problema.
¡Dios perdone al Felipe en todos nosotros! ¡Cuántas veces ha sucedido esto en nuestra propia experiencia! Al contemplar la Palabra de Dios para nosotros, Él nos manda alimentar a las multitudes, no sólo desde el punto de vista físico, cuando surge la necesidad, sino incluso lo que es más importante, desde el punto de vista espiritual. Yo me siento angustiado por el hecho de que muy pocos parecen entender que hemos sido enviados al mundo para enseñar al mundo una verdad que nunca podría encontrar de ninguna otra manera, una verdad que necesita con desesperación para enfrentarse con la vida y hacer que funcione de la manera que Dios pretendía que lo hiciese. En el ámbito secular del conocimiento faltan elementos de enorme importancia, grandes vacíos que las personas del mundo intentan llenar de docenas de maneras diferentes, pero sólo la iglesia posee la verdad, el pan que puede satisfacer estos anhelos.
¿Qué hacemos nosotros cuando escuchamos este mandato: “Alimentad a las multitudes”? Contestamos como lo hizo Felipe. Pensamos en los comités, en conseguir fondos y en organizaciones. Hacemos uso de palabras que parecen muy impresionantes: tenemos que “proponernos unos objetivos”; es preciso que “entendamos los parámetros del problema”, etc., etc. El resultado es que se consigue bien poco. Sin embargo, nuestro Señor dice que debemos empezar donde nos encontramos, con lo que tenemos. Yo estoy convencido de que si hiciéramos exactamente esto, todos los sustitutos caros ya no serían necesarios.
Señor, perdóname por intentar hacer frente a las necesidades a mi alrededor valiéndome de mis propias fuerzas. Enséñame a ofrecerte a Ti lo poco que tengo y confiar en que Tú lo uses de maneras milagrosas.
Aplicación a la vida
¿Cuál es nuestra primera reacción cuando nos enfrentamos con dificultades abrumadoras? ¿Calculamos sencillamente una solución humana o contamos con la sabiduría de Dios y Sus recursos?