El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y tuvieron miedo. Pero él les dijo: ―Yo soy; no temáis.
Juan 6:18-20
Estas son maravillosas palabras para nosotros, porque nuestro Señor está diciendo estas mismas cosas para nuestro beneficio. Todo este incidente de la tempestad y la precaria situación en su barca tenía como propósito enseñar a Sus discípulos los recursos que estaban a su disposición gracias a su Señor resucitado. Es por ello que de inmediato Juan dice: “ellos lo recibieron con gusto en la barca”. El miedo que habían sentido quedó inmediatamente aliviado al darse cuenta de que era verdaderamente Jesús el que estaba caminando sobre las aguas y quien tenía el control de todos los acontecimientos, de modo que le recibieron en la barca con gusto. Se produjo de inmediato una demostración más del poder de Jesús, porque se encontraron de inmediato al otro lado del lago, a donde se dirigían. Las tres o cuatro millas del viaje que faltaban quedaron cubiertas en seguida, y se encontraron al muelle de Capernaúm.
Yo me quedo asombrado por el número de cristianos que no actúa conforme a esta verdad, sino que parecen sucumbir ante las presiones y los problemas de la vida, reaccionando de la misma manera que lo haría el mundo que no es cristiano. Murmuran y se quejan, sintiéndose angustiados y molestos. Se desesperan y fracasan, o devuelven el golpe, dependiendo de planes mundanos para sacarles de sus dificultades. Lo que es más asombroso es la cantidad de veces que he experimentado el gozo de la presencia de Jesús librándome de mis circunstancias, a pesar de lo cual, cuántas veces reacciono de la misma manera que hacen otras personas en momentos de presión o de peligro. Sin embargo, aquí tenemos verdaderamente la señal del Nuevo Pacto, la nueva creación: Jesús está con nosotros en las circunstancias mismas en que nos encontramos, triunfante, en control, siendo Señor de todas estas circunstancias, el nuevo recurso oculto para la vida que está a disposición de los creyentes, pero acerca del cual el mundo no sabe nada.
Esto hace que haya sólo una pregunta que nos podemos hacer: ¿Por qué no creemos en esto? ¿Por qué actuamos de la misma manera que lo hizo Pedro, que incluso después de haber experimentado el poder de Dios para caminar por encima de sus circunstancias, pierde la fe y empieza a hundirse bajo las olas? Usted siempre podrá distinguir al hombre o la mujer que sí que han aprendido este secreto, que dan la bienvenida al Señor a la barca de las dificultades, quienes sí que oyen Su Palabra: “Soy yo; no temáis”.
Cuando aceptemos este hecho, descubriremos que se refleja incluso en nuestro rostro. Las personas que han descubierto esto tienen una paz y una tranquilidad en su mirada incluso cuando las cosas salen mal. Tienen una confianza en que al final todo saldrá bien para que se cumpla el propósito que Dios pretendía que tuviese. No hay ni una palabra de queja o de descontento. Consideran las circunstancias como necesarias en cuanto a lo que Dios quiere hacer en sus vidas, que es siempre para su propio bien, para su felicidad definitiva, y las aceptan. Es una alegría verse rodeados de estas personas. Cuando usted intenta animarlas, se encuentra con que son ellas las que le animan a usted. ¿Sabe por qué? Es porque ya han invitado a Jesús a subir en su barca. Cuando las personas hacen esto, descubren que ya han llegado a la meta a la que el resto de nosotros todavía está luchando por alcanzar. Ellos ya han llegado y han encontrado amor, gozo y paz.
Es por este motivo que estos relatos se encuentran en las Escrituras, para enseñarnos los recursos escondidos de la vida, el lugar al que acudir rápidamente cuando las cosas nos abruman y nos sentimos presionados, y esto es algo que no debemos reservar tan sólo para afrontar las grandes pruebas en la vida. Está a nuestra disposición en cualquier momento de presión o cualquier grado de ella. Cuando aceptamos esto a ese nivel descubrimos una nueva creación, un nuevo recurso acerca del cual el mundo no sabe nada.
Señor, permite que entienda de nuevo los recursos internos que hacen posible que mantenga la calma y la confianza en medio de inquietudes y peligro. Señor, ayúdame a manifestar esto como un testimonio de Tu presencia.
Aplicación a la vida
Cuando nuestras vidas se ven estremecidas por una turbulencia de alcance mundial, añadida a las tensiones de la vida diaria, ¿dónde acudimos para encontrar la paz de nuestro corazón y nuestra alma? ¿Ocupa totalmente el Príncipe de Paz nuestra vida?