Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. Le respondió Jesús: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”.
Juan 3:1-3
Fíjese usted cómo Jesús responde directamente a lo que le pregunta Nicodemo con una frase cortante y penetrante que debió de producir el efecto de una espada que se clavase en su corazón. Observe usted lo que está diciendo Jesús con estas asombrosas palabras a Nicodemo. El nuevo nacimiento es absolutamente esencial para entrar en el reino. Juan usa una palabra muy interesante aquí, que se traduce como “de nuevo” o como “otra vez”. Es la palabra griega anothen, que significa “de nuevo” o “hacer algo una segunda vez”. Esto es algo que con frecuencia se refiere a un nuevo comienzo radical que procede de lo alto, lo cual significa que es Dios el que debe realizarlo. Está hablando acerca de algo radical, de un nuevo comienzo. Es un segundo nacimiento, pero procede de lo alto. Es Dios quien lo realiza, no el hombre, y da como resultado una nueva creación, un nuevo comienzo.
Esta idea aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Pablo habla acerca de “como a niños en Cristo” (1 Corintios 3:1). Pedro dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis” (1 Pedro 2:2). Pedro habla de nuevo acerca de “pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible” (1 Pedro 1:23). Y habla acerca de que “nos hizo renacer para una esperanza viva” (1 Pedro 1:3). Pablo habla no sólo acerca de ser nuevas criaturas en Cristo, sino de una nueva creación; habla acerca de pasar de la muerte a la vida, de un comienzo nuevo y radical. Jesús deja perfectamente claro que ésta es la única manera de que podemos entrar en el reino de Dios. Si no sigue usted este camino, no puede entrar. No hay manera de que pueda usted ni siquiera ver el reino de Dios sin esto.
Como es natural, estar en “el reino de Dios” es pertenecer a Dios; es formar parte de Su gobierno, de Su reino, de Su dominio. Pablo habla de ser trasladado “del poder de las tinieblas al reino de Su amado Hijo” (Colosenses 1:13). Por lo tanto, Jesús se estaba refiriendo a un cambio de ciudadanía, del abandono radical de lo que éramos con anterioridad.
Jesús sintió que había en Nicodemo una profunda hambre, un vacío. Aquí tenemos a un hombre que estaba haciendo todo lo humanamente posible por obedecer lo que creía que era lo que deseaba Dios, a pesar de lo cual, tenía un corazón vacío e insatisfecho que le impulsó a buscar a Jesús de noche, a riesgo de hacer que sus rivales se sintiesen disgustados, con el fin de hablar con Él acerca del reino de Dios. Plenamente consciente de ello, nuestro Señor le muestra de inmediato el camino correcto, diciéndole de hecho: “Estás perdiendo tu tiempo si crees que puedes entrar en el reino de Dios tal y como eres ahora. No puedes hacerlo; es preciso que nazcas de nuevo”.
El texto favorito de John Wesley, que predicó por toda Inglaterra, Gales y Escocia, fue éste: “Os es necesario nacer de nuevo”. Alguien le dijo en cierta ocasión: “¿Por qué predicas con tanta frecuencia acerca de que ‘os es necesario nacer de nuevo’?”. La respuesta de Wesley fue: “Porque os es necesario nacer de nuevo”. Eso es lo que estaba diciendo Jesús.
Padre, te doy gracias por el milagro del nuevo nacimiento que sólo procede de lo alto. Es tan sólo por medio de Tu gran poder y amor que esto podía sucederme a mí.
Aplicación a la vida
El nuevo nacimiento espiritual lo genera Dios, que es Amor. ¿Cómo estamos nosotros respondiendo a este amor por el cual Él pagó semejante precio?