De su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia, porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer.
Juan 1:16-18
Fíjese el lector en la mención que se hace en el versículo 17 de las palabras gracia y verdad, y el contraste que establece Juan entre estos y la ley y Moisés. La ley exige. Es dura, fría, inflexible, sin misericordia. El símbolo de la ley hoy día es la IRS, el cobrador de los impuestos. Si no entregamos lo que la ley requiere, podemos vernos sometidos al castigo: “Haced esto y viviréis”, dice la IRS. Juan dice que la ley fue dada por Moisés. Moisés no fue el que la creó, sino el que la transmitió. Moisés puede desaparecer, pero la ley permanece, como algo frio, que no cede, exigiendo sin misericordia alguna.
Pero Juan dice: “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Si eliminamos a Jesús nos quedamos sin la gracia y la verdad, porque Él es el canal por medio del cual contamos con ellas. Lo que Juan está diciendo en esta sección es que la ley es en su totalidad acerca de la exigencia, pero la gracia y la verdad tienen que ver en su totalidad con el suministro y han sido creadas para hacer frente a esta exigencia.
Muchas personas creen que la ley y la gracia son dos conceptos contradictorios, que son principios opuestos, pero no en el sentido en que se pretendía que fuesen originalmente. La ley y la gracia se suplementan la una a la otra. La ley hace sus demandas de manera apropiada y justa, y nadie puede cumplirlas, pero la gracia y la verdad han sido dadas de modo que podamos cumplir con esta demanda.
En el capítulo 20 de Éxodo tenemos un relato extraordinario acerca de cómo fue dada la ley en el monte Sinaí, esta ley que fue dada bajo el humo, los truenos, un terremoto, fuego, temor y temblor. Pero en la próxima sección leemos los planes detallados para la construcción del tabernáculo, que es la provisión de Dios para hacer frente a las exigencias de la ley. Ese tabernáculo es una imagen de Jesús, del lugar de reunión en el que se cumplen las exigencias de Dios en su totalidad en términos del sacrificio de la sangre, de una vida que es derramada. De este modo Juan vio la venida de Jesús como el cumplimiento del tabernáculo: “El que viene después de mí es antes de mí”. Lo mismo sucede con nosotros que podemos decir con Juan: “De su plenitud (de gracia y de verdad) recibimos todos, y gracia sobre gracia”.
Dios tiene un suministro diario de gracia para nosotros. La gracia es la generosidad del amor que nos alcanza a nosotros, que nos ha sido dado. Para aquellos que vienen a Cristo, la promesa de Dios es que cada día podemos contar con una nueva provisión de Su amor. Podemos saber que somos amados, que somos queridos, protegidos y bendecidos. Somos fortalecidos, guardados y apoyados por Su amor, gracia sobre gracia, día tras día, como el maná de los israelitas en el desierto. Dios nos da una porción diaria de Su amor. Porque hemos sido amados, cuando expresamos nuestro amor a otras personas, cuando damos todo cuanto podemos libremente, así como hemos recibido, entonces estamos cumpliendo la ley, porque el amor es el cumplimiento de la ley.
Padre, te doy gracias por la gracia de nuestro Señor Jesús. ¡Qué gran don que Él haya venido entre nosotros con el fin de revelarte a nosotros y traernos a Ti. Ayúdame a caminar en el calor del amor de Su gracia hoy!
Aplicación a la vida
La maravillosa gracia de Dios transforma Su ley moral en una verdad liberadora. ¿Estamos nosotros entendiendo el ritmo de Su gracia con la verdad, y la verdad con la gracia?