Además, Juan testificó, diciendo: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’”.
Juan 1:32-33
Si lee usted todo el Antiguo Testamento, descubrirá que siente anhelos que no han quedado satisfechos. Desde el principio de la Biblia las personas han anhelado la justicia y la santidad; han deseado ser mejores de lo que son; han deseado ser libres de la lucha contra el mal en su interior; han deseado de alguna manera poder dominar la tendencia del mal, del egoísmo en sí mismo, y poder eliminarlo.
¿Se ha sentido usted alguna vez de esta manera? Ha habido ocasiones en las que yo he sentido el deseo de someterme a una operación quirúrgica que eliminase mi tendencia a ser duro, crítico y cáustico; cuando vi el daño que había hecho, deseé de alguna manera poder dejar de hacer semejantes cosas.
Este anhelo ha permanecido en el corazón humano desde la caída del hombre. A lo largo de todo lo que nos dice la Biblia va en aumento, al clamar los hombres y las mujeres, deseando una manera de ser liberados, de ser libres por fin del poder y del reino del pecado. Anhelaron la belleza del carácter, la realidad de la vida y verse libres del mal.
Pero, como vemos en las Escrituras, es preciso que Dios mismo lo haga. La obra del Espíritu es hacer precisamente esto. Lo que Juan está diciendo es: “Yo trato lo que es exterior, con lo que demuestra el cambio de mente de los hombres en lo que se refiere a lo que desean ser. Sólo puedo llegar hasta ahí, pero, cuando bauticé a Jesús, vi al Espíritu descender como paloma, colocándose sobre Su hombro. El que me había enviado a bautizar me dijo: ‘Cuando veas que sucede esto, éste es aquel que no sólo puede cambiar el exterior de los hombres, sino que puede cambiar su interior, por medio del bautismo del Espíritu Santo’. Cuando sucedió esto supe quién era él: mi propio primo Jesús de Nazaret será el que bautizará con el Espíritu Santo”.
Pablo continúa hablando acerca de esto en su epístola a los corintios: “porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados”, todos los que han creído en Jesús, todos, TODOS “bautizados en un cuerpo... a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Usted no puede ser cristiano y no ser bautizado por el Espíritu Santo. No es algo que sienta usted, ni es alguna experiencia que pueda sentir que está sucediendo en ese momento. Es un cambio profundo en lo interior de su humanidad, un cambio que realiza Dios mismo, cuando le libera a usted de la familia de Adán y le coloca en la familia de Dios. Jesús dijo que esto es algo que les sucedería a todos los que le recibiesen. En el capítulo siete del evangelio de Juan, Jesús dijo: “El que cree en mí… de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él” (Juan 7:38-39a). ¡Éste es el bautismo del Espíritu Santo!
Juan entendió que su ministerio era limitado, que había un límite en cuanto a lo que podía hacer. Pudo expresar de una manera dramática y simbólica el deseo de que se produjese un cambio en el corazón que desee obrar rectamente, pero él no podía efectuar el cambio; eso debía ser obra de Jesús mismo. Desde ese momento en adelante, Jesús ha sido el que bautiza con el Espíritu Santo. Cuando nosotros formamos parte de la familia de Dios, Él es quién lo realiza. Jesús es el Mesías, el que cumple las promesas; es el Cordero de Dios, el que realiza los sacrificios de todo cuanto ha quedado constancia en el Antiguo Testamento; Él es quién hace que se cumplan y satisfagan los anhelos de los hombres en cuanto a la pureza y a la libertad, el que bautiza con el Espíritu Santo.
Señor, te doy gracias por la verdad de esta gran promesa. Aquí estoy, más de 2.000 años después, a pesar de lo cual, la gloria y la verdad que representa es tan real en mi corazón como si también yo hubiese estado junto al río Jordán en ese día. Reconozco que junto a mí se encuentra hoy el Señor Jesús mismo, aquel que puede convertir mis deseos en realidad, borrar mis pecados, satisfacer mi corazón y ser el Rey de mi vida.
Aplicación a la vida
El bautismo en el Espíritu Santo sucede cuando nosotros decidimos por la fe formar parte de la vida salvadora de Jesús. ¿Estamos nosotros dependiendo de Su poder para transformarnos en la imagen de Cristo?