Respondió entonces Jesús y les dijo: ―De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo.
Juan 5:19a
Ésta es posiblemente la afirmación más radical en toda la Palabra de Dios, porque indica que el primer paso requiere ser un canal del poder de Dios, reconociendo que cualquier esfuerzo realizado por usar el poder de Dios para nuestro propio beneficio al final no dejará más que un sentimiento de vacío, sin que jamás logre nada. Puede usted encaramarse a lo alto de cualquier cima a la que aspire, ganándose la admiración y la atención de todo el mundo, pero si no ha descubierto este secreto, su vida le resultará insatisfactoria y no será de ningún uso para Dios: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo”.
Jesús no quiere decir que sea imposible para Él hacer algo aparte del Padre, como tampoco es imposible para nosotros hacer algo sin contar con Dios. Podemos y, de hecho, lo hacemos; Jesús también podría haberlo hecho. Es más, en este relato Él dice que el Padre le ha dado potestad para actuar “por sí mismo”. Jesús pudo haber creado todo un universo sobre el cual Él sería Dios, puesto que tenía el poder para hacerlo. Pero la cuestión es la siguiente: Él decidió no ejercitar jamás este poder para Su propio beneficio. ¡Nunca! Ésta es la explicación de Su comportamiento en el desierto cuando fue tentado por el demonio a cambiar las piedras para Su propia satisfacción, a saltar desde el templo para conseguir el aplauso del pueblo o para granjearse el mundo entero para Sí mismo, pero se negó firmemente a hacerlo. Ésa es la clave. Dios concede Su poder a aquellos que no lo van a usar para su propio beneficio; esto es uno de los más profundos secretos de las Escrituras.
Esta liberación del poder de Dios en cualquier momento, con el fin de suplir nuestra necesidad humana, es una verdad sencilla, pero absolutamente profunda. Nuestro Señor vivió de esta manera todo el tiempo. No fue sencillamente para poder levantar a los enfermos de sus camas de enfermedad para lo que usó el poder de Dios. Lo hizo al hablar con alguna persona solitaria, desconsolada y quebrantada, para traer a esta persona a la vida y a la fe. Era el mismo poder que hizo que Sus palabras tuviesen un enorme impacto y significado para la mujer junto al pozo, que había tenido cinco maridos pero que aún estaba intentando encontrar satisfacción viviendo con un hombre sin haberse casado con él. He aquí el secreto del poder: “No puedo hacer, no tengo nada en mí mismo que me permita hacer esto, pero Dios puede y quiere que se haga”, y usted obedece esto, lo cual da como resultado una liberación visible de poder. Jesús pudo decirle al hombre paralítico: “Levántate”, y el hombre se puso inmediatamente en pie.
Debido a que Jesús no estaba actuando por Su propia voluntad, sino que estaba más bien dependiendo de Su Padre, Su palabra a este hombre tuvo poder. Las palabras son como las velas en los barquitos. Si sale usted en un barco de vela en un día tranquilo y levanta la vela, colgará sin que tenga ningún poder. Pero si eleva usted la vela en un día en que esté soplando el viento con fuerza, se llenará con el viento y empezará a ponerse tensa y tirar de la barca, que avanzará rápidamente por encima de las aguas. Así es como es una palabra. Las palabras carecen de significado por sí mismas, pero si concuerdan con la manera de obrar de Dios, tendrán un impacto y un poder. Éste es el ejemplo que nos está dando a nosotros nuestro Señor.
Hay tanto que yo intento hacer por mí mismo. Señor, enséñame a reconocer lo impotente que soy, a confiar en Ti y ver en acción Tu poder visible.
Aplicación a la vida
La unidad perfecta de Jesús con el Padre se demuestra en Su obediencia perfecta y Su sumisión a Su iniciativa. ¿Nos sentimos animados por Su amor a vivir en completa dependencia de Su poder en y por medio de nosotros?