De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.
Juan 13:38b
Judas traicionó a Jesús; Pedro negó a su Señor. ¿Cuál es la diferencia entre estos dos hombres? ¿Cuál es la diferencia entre traicionar y negar?
Jesús mismo ya ha explicado esto. Dijo que Pedro ya había sido bañado y sólo necesitaba lavarse los pies. Judas no se había bañado nunca y no le había abierto nunca su vida a Jesús. Pedro tenía los pies sucios, pero tenía un corazón limpio, mientras que Judas tenía un corazón malvado de incredulidad, aunque tal vez caminase exteriormente con una aparente moralidad, y ésa es la clase de persona que traicionará a Jesús.
Lo que le faltaba a Pedro era entender el amor. Pedro creía amar a Jesús, y así era, con toda la emoción humana de la que era capaz, pero no había aprendido aún cómo caminar según el amor de Cristo hacia él. No había aprendido todavía a descubrir su identidad, no mediante sus esfuerzos para intentar ser alguien en sí mismo, sino en que Jesús le aceptase a él. Ése es el secreto, y Jesús lo sabía. Pedro, con la máxima dedicación de su carne, con la consagración completa y con la sinceridad de su corazón, pudo decirle a Jesús: “Señor, sé a dónde vas; vas a la muerte, y yo pondré mi vida contigo”. Y Jesús entendía esto y le dijo: “Pedro, pero antes de que llegue la mañana, me negarás tres veces”.
Sin embargo, usted se acordará de que en Juan 21, cuando Jesús se reunió con Sus discípulos a la orilla de Galilea después de la resurrección, hizo una hoguera para ellos y colocó algunos pescados para que se cocinasen, y desayunaron juntos. Cuando acabaron de comer, Jesús le dijo a Pedro: ―Pedro, ¿me amas?
Y Pedro dijo: ―Señor, tú sabes que te quiero.
Volvió a decirle: ―Pedro, ¿me amas?
―Señor, tú sabes que te quiero.
Y una vez más: ―Pedro, ¿me amas?
Y Pedro le respondió: ―Señor, tú todo lo sabes; sabes que te quiero.
Y fue entonces cuando Jesús dijo: ―Pastorea mis ovejas ―y le hizo un encargo a este discípulo después de que aprendió lo que significaba realmente el amor. Cuando Pedro aprendió cómo aprovechar el amor disponible en Jesús, para ser fortalecido a fin de poder alcanzar con amor a otros, entonces fue cuando Jesús le envió con una comisión de alcance mundial a alimentar a las ovejas de Dios.
Juan nos deja con este relato para que nos ayude a darnos cuenta de que Jesús nos entiende a fondo y ve todo lo que sucede en nuestras vidas, y está dispuesto a impartirnos el gran secreto mediante el cual podemos cumplir esa exigencia imposible, es decir: renunciar, para poder recibir; perder, para poder ganar; dejarnos derrotar, a fin de levantarnos como el vencedor. Es cuando aprendemos a amar con el amor de Jesús y a depender de Él que “conocerán todos que sois mis discípulos” (v. 35).
Señor, enséñame a amar de esta manera. Yo me siento, como Pedro, inseguro, asustado, sabiendo lo débil que soy, sabiendo que mi amor humano no puede nunca soportar la presión y la prueba, pero sabiendo que Tú puedes decirme a mí, como se lo dijiste a Pedro: “No puedes seguirme ahora, pero después lo harás”.
Aplicación a la vida
¿Cómo entendemos nosotros el amor? ¿Dónde tiene su origen nuestro amor y, por lo tanto, de quién procede ese amor?