No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
Juan 14:1
Al mirar nuestro Señor a estos hombres, supo lo que estaba en sus mentes y en sus corazones, lo alterados y turbados que estaban y lo que estaba causando su inquietud, pero también sabía cuál era el remedio para su ansiedad. Tal vez haya muchos de nosotros que padezcamos la misma aflicción que estos discípulos, con sus corazones turbados y temerosos, alterados, inquietos y agitados por causa de las circunstancias. Nuestro Señor sabía que estos hombres estaban asustados por lo que iba a suceder. Le temían a la muerte, temían a que ellos, juntamente con Él, fuesen ejecutados por los judíos. Estaban enterados de la oposición que había surgido contra ellos en Jerusalén. Sabían que estaban en peligro, de modo que sus corazones estaban profundamente inquietos al reunirse aquí con Él.
Pero más que ese peligro físico para sí mismos, eran conscientes de las palabras de Jesús acerca de dejarles. Esto había hecho que sintiesen terror en sus corazones. Temían que, a pesar de que pudiesen sobrevivir, tendrían que continuar viviendo sin Él, y eso era algo que les resultaba insoportable. Podían soportar morir con Él, pero no podían soportar vivir o morir sin Él. De modo que, al reunirse Él con ellos, Él les dice estas palabras: “No se turbe vuestro corazón”.
En una ocasión cuando yo estaba pasando por un periodo de esta clase de “dolor de corazón” yo mismo, pensé en estas palabras, y me llegaron hasta el fondo con un significado tremendamente nuevo. Vi algo en esta sencilla frase: “No se turbe vuestro corazón” que nunca había visto con anterioridad. Lo que me impresionó fueron las palabras (en inglés): “Do not let”, que quieren decir que estos discípulos podían hacer algo acerca de su problema. Tenían en sus propias manos la clave de su liberación de la turbación que sentían en sus corazones. Era posible para ellos o bien permitir que sucediese o no permitirlo. Nuestro Señor nos está diciendo esto a todos nosotros. Hay un camino para liberarse de esa turbación, esa angustia y temor, tanto en lo que se refiere a la muerte como a la vida, y nuestro Señor les ofrece la solución.
El remedio para esta turbación aparece en dos frases a continuación: “creéis en Dios, creed también en mí”. Confíe usted en Dios, que todavía tiene el control, que sabe lo que está haciendo, que es capaz de manifestar Su infinita sabiduría, Su infinito poder y Su infinito amor. Y “confíe también en mí”, dijo Jesús, que es el medio por el cual toda esta sabiduría, recursos y poder de Dios están a nuestro alcance. Ése es el secreto.
Padre, te doy gracias por esta confianza al enfrentarme con lo desconocido. “No se turbe vuestro corazón... vendré otra vez”. Ayúdame a vivir sobre esta base hoy y a demostrar la calidad de vida que Él tuvo.
Aplicación a la vida
Con frecuencia nuestros corazones se sienten atormentados por causa de nuestras circunstancias. ¿Podemos nosotros decidir no sentirnos atormentados?