El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
Juan 14:21
El leer esto: “Obedecedme y me amaréis” produce un cristianismo mecánico y árido, sin calor ni gozo o gloria alguna. Pero lo que Jesús dice es: “Si me amáis, me obedeceréis”. Esto es algo fácil de hacer; no es difícil. Fíjese usted en que no dice: “Si me amáis, tendréis que guardar mis mandamientos”. No, es causa y efecto: “Si me amáis, el resultado será que guardaréis mis mandamientos”. Ése es el secreto de todo comportamiento apropiado en la experiencia cristiana. La prueba de nuestro amor es la obediencia.
Si se requiere el amor para obedecer, ¿qué es lo que produce el amor? Ésa es la cuestión. Si ve usted a un cristiano desobedeciendo a Cristo o si se siente usted tentado a desobedecer, ¿qué es lo que hará que usted se dé la vuelta y hará que obedezca usted? Es el amor; y ¿cómo produce usted el amor? ¿Qué es lo que hará que le ame usted? Eso es lo que une el versículo 20 con el 21. Es ese secreto básico de nuestra identidad que crea el amor: el Espíritu en nosotros, liberando en nosotros el amor de Jesús y despertando al mismo tiempo nuestro amor hacia Él.
Recuerde usted cómo lo expresa Juan en su primera epístola: “Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). El recordar esto despierta el amor, o, como lo expresa Pablo en Romanos 5: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (v. 5). Por lo tanto, la manera de producir amor es recordar quién es usted, a Quién le pertenece usted y Quién es Él, Su muerte, Su resurrección y Su unidad con usted, el hecho de que Él mora en su vida. No puede recordarse usted esto sin experimentar un sentimiento renovado de Su amor y sentir gratitud hacia Él por ser Quién es y lo que Él ha hecho en su vida. Cuando ese amor empiece a fluir, entonces usted se sentirá motivado a obedecer.
Mucha de la mitología del mundo antiguo se basaba en la verdad bíblica, y algunas de nuestras fábulas modernas también reflejan esta verdad. Por ejemplo, nadie esperó jamás nada fuera de lo normal de Clark Kent, ese reportero periodista de carácter afable. Pero siempre que había una demanda de acción muy por encima de la habilidad de los meros humanos, siempre entraba en la cabina telefónica más cercana, se quitaba su traje de negocios conservador y salía, completo con sus músculos desarrollados y su traje espectacular, como Superman, pudiendo hacer lo que de otro modo no hubiese podido hacer.
Eso es exactamente lo que nos está enseñando la Palabra de Dios. Nosotros tenemos necesidad de introducirnos en la “cabina telefónica” de nuestra identidad con Cristo, para recordarnos a nosotros mismos quiénes somos, a Quién le pertenecemos y Quién está en nosotros, e inmediatamente hallaremos el amor, la motivación y el poder que está disponible para nosotros. Entonces podremos hacer lo que de otro modo no podríamos hacer. Esto es lo que está enseñando nuestro Señor a Sus discípulos en este momento: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”.
Señor, enséñame a retirarme a ese lugar en el que puedo renovar mi mente con las cualidades de mi identidad en Cristo, sabiendo que soy amado con un amor eterno, lleno de Tu Espíritu y pudiendo obedecer por el poder que obra en mí.
Aplicación a la vida
Si es preciso amar para obedecer, ¿qué es lo que produce el amor? ¿Por qué está nuestra identidad en Cristo tan íntimamente relacionada con encontrar el amor y poner en práctica su poder?