Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera.
Juan 17:5
Jesús está pidiendo poder resumir ahora la plena manifestación de la deidad. La había dejado de lado al venir al mundo, tomando sobre Sí mismo las limitaciones de la humanidad. Cuando nuestro Señor estuvo aquí, no fue demostrando la manera en que Dios se comporta, sino cómo se comporta la humanidad, refiriéndose a aquellas personas en las que habita Dios, tal y como Dios tenía el propósito de que fuese la humanidad y todo lo que ve usted en Jesús durante los días de Su carne. Es una humanidad perfecta, manteniéndose oculta Su deidad. Él no se dio por vencido, y usted tampoco puede darse por vencido respecto a lo que usted es, pero Él había dejado de lado Su ejercicio de la misma. Ahora está pidiendo que el Padre le restaure la expresión de la deidad que le perteneció antes de que el mundo fuese creado. De esta manera ora por la resurrección y la ascensión que habrían de tener lugar un poco más adelante, para que el Padre le levantase de entre los muertos en gloria y después ascendiese al cielo con Él, como lo había estado antes de que el mundo fuese creado. Esto era algo que necesitaba, a fin de poder realizar la obra de dar vida eterna a aquellos a quienes el Padre habría de traer a Él en cada generación. Es como Dios que Él nos da la vida eterna.
Aquí tenemos una tremenda lección acerca de la oración. ¿No formaba ya parte del programa de Dios que si el Hijo fuese crucificado fuese levantado de entre los muertos y ascendiese a los cielos? Sin embargo, cuando llega la hora, Jesús le pide al Padre que haga esto. Ora pidiendo Su gloria, que ya le había sido prometida. Esto nos ayuda enormemente a entender la oración.
Muchas personas me dicen: “¿Por qué debo orar? Dios ya ha programado mi vida. Él sabe lo que yo voy a hacer, así que, ¿por qué debo yo pedirle nada? Todo va a suceder de todos modos”. Esta actitud ignora totalmente la revelación de las Escrituras de que la oración es una parte del proceso mediante el cual Dios hace que pase lo que ya se había propuesto realizar. Santiago nos dice: “no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2b). Si usted no pide, no sucederá, porque rompe el enlace que Dios tiene el propósito de que se establezca. Por lo tanto, la oración es vital, y nuestro Señor nos da este ejemplo. Él ora pidiendo lo que ya le había sido prometido. La oración se basa en las promesas de Dios.
Padre, te doy gracias porque, al invitarnos a orar, Tú permites que participemos en la plenitud de Tus propósitos eternos.
Aplicación a la vida
¿Por qué debemos orar, si Dios sabe lo que va a suceder? ¿Hemos aprendido nosotros a orar basándonos en las promesas de Dios?