Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Juan 17:23
En tres ocasiones diferentes Jesús ora por la unidad de la iglesia. ¿En qué consiste esta unidad? Hay un esfuerzo que se ha venido realizando durante algún tiempo, para crear una unión de creyentes, para unirlos en una gran iglesia mundial o en alguna organización. Se nos dice que esto será por fin la respuesta a esta oración de Jesús. Pero yo encuentro imposible aceptar esta explicación. Yo no creo que la iglesia tenga que esperar veintiún siglos antes de que sea contestada la oración de Jesús, o que una organización logre lo que el Espíritu Santo (aparentemente) no ha podido hacer. Yo creo que el Espíritu Santo ha estado contestando a esta oración desde el principio mismo y que, cuando entendemos la naturaleza de la unidad por la cual oraba Jesús, veremos que la oración ha sido realmente contestada durante todo el tiempo.
¿Cuál es la naturaleza de esta unidad? Hay varias cosas en este pasaje que nos dan la clave. La primera se encuentra en el versículo 21: “para que todos sean uno”. ¿Qué significa “todos”? Si lee usted el versículo 20, verá que Jesús ora diciendo: “no ruego solamente por estos”. ¿Quiénes son “estos”? Los apóstoles, los once por los que ha estado orando en la sección anterior. Continúa, diciendo: “sino también por” aquellos que creerán por medio del testimonio apostólico: el gran cuerpo de cristianos a lo largo de los siglos. Estos dos grupos, dice ahora, quedarán unidos “para que todos sean uno”. En otras palabras, la unidad de la iglesia es una unidad con los apóstoles. Y puesto que la labor principal de los apóstoles era darnos la verdad acerca de Jesús, esta unidad es la de la verdad compartida: una fe transmitida a los santos, una sola serie de creencias acerca de Jesús transmitidas por los apóstoles. Por ello, la base de la unidad en el cuerpo de Cristo es la unidad de la verdad compartida.
Otro aspecto de la unidad se encuentra en las palabras: “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad”. Ésta es la gloria de una vida compartida. Jesús en nosotros, el Padre en Él, y de este modo, en las asombrosas palabras de Pedro, nosotros podemos llegar “a ser participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4b). ¿Piensa usted alguna vez acerca de sí mismo como unido con la vida de Dios, hasta tal punto que no puede usted ser conocido ni entendido aparte de esta vida? El que entendamos esto es lo que produce la unidad entre los creyentes. Esto es acerca de lo que está orando Jesús, para que podamos entender el compartir la verdad, el compartir el poder y el compartir la vida, y para que podamos ser uno.
¿Cuál es el propósito de esta unidad? En dos ocasiones nuestro Señor nos lo dice, una vez en el versículo 21: “para que el mundo crea que tú me enviaste”, y de nuevo en el versículo 23: “para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Cuando la iglesia empieza a demostrar la unidad de la fe, el mundo queda impresionado por una impresión a la que no puede escapar de que Jesús es el Señor, de que Él tiene realmente la clave de la historia y de la realidad, que Él es verdaderamente la revelación del Dios invisible.
Señor, Tú me has hecho uno con los creyentes de todos los tiempos. Permite que esta realidad se refleje en todo lo que hago.
Aplicación a la vida
¿Qué unidad demostramos tener de modo que el mundo pueda ver cómo Jesús tiene la clave de la realidad y es verdaderamente la revelación del Dios invisible?